|| Veintidós ||

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Corrieron hasta llegar a la que, según Tom, era la plaza del lugar. La fuente se encontraba rota y soltando chorros de agua en todas las direcciones, pero eso no era lo que salía a relucir en todo el lugar.

Un grupo de personas se encontraba rodeando el espectáculo principal, el cual consistía en un James Potter luchando a muerte contra un vampiro de cabellos blancos.

Entre cerró los ojos.

Estúpidos Gryffindor y sus extrañas costumbres.

¿Cómo dejaban luchar a su líder contra un vampiro sin ningún apoyo? Casi se pega en la frente, si no hubiera sido por el cambio de ambiente que tuvo el lugar de un momento a otro, tan repentino que nadie lo hubiera predecido.

—¿Cómo se atreven a regresar a mi manada? —gruñó Harry con una voz tan silbante que, si no hubiera estado familiarizado con el idioma pársel, lo hubiera confundido.

La pelea se detuvo y todos miraron al ojiverde. Tom sonrió para sí mismo. Nunca hubiera creído poder ver el poder personalizado en una persona, pero era lo que estaba haciendo Harry en ese momento.

—Ah, ¿así que el hijo perdido ha regresado? —se burló el peliblanco.

—No ha respondido mi pregunta, Dumbledore.

Esta vez sí pudo sentir el siseo cortar el aire, conteniendo sus ganas de asesinar a aquel manipulador. El nombrado sólo sonrió.

—¿Sabías que los cuatro pueblos que constituyen Hogwarts tienen historia? —volvió a preguntar con soberbia— Cada uno con un poder inigualable, guardados dentro del pueblo, ¿sabes cuáles son la de Gryffindor?

—La espada —contestó en seguida, era casi ley saber cómo se había hecho Hogwarts y los mitos dentro de éste.

—Claro, mi muchacho —susurró causando que Harry rechinara sus dientes con enojo—, pero no sólo eso —contestó sonriendo, moviendo su mano y dando un golpe certero en el pecho de James Potter, quien cayó inconsiste al piso. El murmullo indignado recorrió el lugar—. Pasé años y años buscándolo, ¿te digo qué encontré? —la respuesta no llegó, sin embargo siguió hablando— Un pobre niño con la sangre Gryffindor latente en sus venas combinada con la de Ravenclaw, niño que fue destinado a derrotarme.

Harry hizo ademán de lanzarse sobre el viejo, pero su pareja lo detuvo, abrazándolo con sobreprotección contra su pecho.

—Dime, Harry, ¿quién pensaría que el estúpido marginado de la manada sería el heredero de Gryffindor? —escupió con burla— Dicen que no hay peor cosa que el odio de quienes quieres... más cuando es un alfa con su manada.

Harry gruñó molesto, casi cegado por la ira. Dumbledore rió ante eso y negó con la cabeza antes de mirar al licántropo inconsistente en el piso, acercándose a éste con tranquilidad.

—Un paso más y te arranco las manos —gruñó el menor tratando de librarse del agarre de su pareja.

—Siempre te me hiciste adorable, Harry —comentó el anciano con burla. Ignorando lo advertido y caminando hacia James Potter.

De un momento a otro Tom ya no tenía en sus brazos al pequeño de los Black, quien ya se encontraba abalanzádose contra el intruso.

Tom suspiró para sus adentros. Los licántropos eran muy acelerados, ¿a caso se le olvidó que podía hacer magia?

Dumbledore movió su mano creando un escudo entre él y Harry, escudo que no duró ni un segundo cuando el azabache lo derrumbó sin algún esfuerzo.

El líder de los vampiros suspiró para sus adentros, ¿qué debía hacer? Algo dentro de sí le pedía a gritos que ayudara a su Esmeralda, pero su mente repicaba que era una pelea entre ellos dos. Bufó molesto. Odiaba ver una pelea y no poder entrar a ella, nunca pensó que ese odio llegara a impotencia cuando se trataba de su pequeño.

Esmeralda.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora