Dulce Sabor a ti (Miley Cyrus & Justin Bieber) Jiley |HOT|

Capítulo 19.

Justin POV    

Me encontraba en la sala, observando mi reloj una y otra vez. Ya eran las tres de la mañana y Miley ni se aparecía. No podía evitar sentirme preocupado y celoso. No quería ni imaginarme lo que pudiera estar pasando entre ellos. No sopotaría verla en los brazos de otro ¿por qué no puede sentir lo mismo que yo? ¿por qué no puede amarme como yo a ella?. Si supiera lo que soy capaz de hacer por ella. Recordé nuevamente el beso de la mañana y también como se besaron el día que llegó Nick.

¡Maldita sea! Soy un estupido.

Me levanté furioso y adolorido, me dirigí rápidamente a mi habitación. Sentí que la puerta se abría lentamente, inmediatamente dirigí mi mirada hacia la puerta y ahi se encontraba ella.. Miley.

—¿Qué quieres?

—¿Todavía estas despierto? —pregunta sonríendo y acercándose— ¿me estabas esperando? —dice subiendose en la cama— pues aquí estoy.

—¿Qué haces? —murmuro, sintiéndome débil.

—¿Qué quieres que haga Biebs? —dice subiéndose encima de mi. Respiré hondo y tomé fuerzas.

—Quitate —ella se detiene y me mira a los ojos— ¡que te quites! —ella sonríe y se acerca a mis labios.

—¿Qué te pasa Biebs? Yo sé que lo deseas —la tomé por la muñeca y me senté.

—¿Para qué me buscas? —ella se pone seria— me haces el favor de salir de mi habitación.

—Justin yo...

—¡No quiero oírte! ¡no quiero verte! —dije parándome y llevándola hacia la puerta.

—Espera. 

—¿Cómo tienes el descaro de venir a buscarme despues de revolcarte con el tipo ese?

—¿Eso es lo que piensas de mi? —la tomé nuevamente por las muñecas y acorralé su cuerpo contra la pared.

—¿Qué más quieres que piense de ti?. Le brincas encima y lo besas como una... —la miré a los sus ojos celestes. Aunque quisiera lastimarla y soltar toda esa rabia que me quema por dentro no podía hacerlo.

—¿Cómo una qué? —pregunta con los ojos cristalizados. Sentía un deseo inmenso de abrazarla y hacerle el amor. Pero mi orgullo y la imagen de como ella y Nick se besaban me lo impedían.-

—¡Déjame! ¡déjame en paz!

Abrí la puerta y la empujé suavemente. Golpeé la puerta, se que le hize daño con lo que le dije. No sabía si abrir la puerta e ir tras ella o simplemente hacer como si no ha pasado nada. Opté por la última opción.

La luz de la luna se reflejaba sobre el agua de la piscina. La cálida brisa de la noche acariciaba el rostro y su cabello parecía bailar con cada ráfaga. Ella estaba sentada a la orilla, con los pies sumergidos en el agua y la cabeza agachada hacia abajo. Es hermosa, parece un ángel. Por más que intento no puedo estar lejos de ella. Me acerqué a ella y me acerqué a su oído.