Capítulo 1: Nueva realidad.

18.2K 999 170
                                    

Mansión Malfoy – Madrugada del 4 de mayo de 1998.

Draco Malfoy se hallaba en su habitación, recostado sobre su amplia cama. Miraba fijamente el techo desde que se había dejado caer sin fuerzas sobre ella. ¿Cuándo había dormido tranquilamente por última vez? ¿Cuándo había dejado su mente en estado de reposo y había despertado bajo sus tibias cobijas mientras el sol ingresaba por los inmensos ventanales de su cuarto? No llegaba a su mente aquel satisfactorio recuerdo. Desde hacía más de un año su vida se había convertido en un infierno. Había hecho cosas terribles de las cuales no estaba orgulloso. Por supuesto que no había vivido en el seno de una familia campestre ingenua y amorosa. Era un jodido descendiente de los Malfoy-Black. Había crecido escuchando las atrocidades de su tía Bellatrix y tantos otros mortífagos.

Su madre lo había protegido siempre. Pero a menudo había sido un niño curioso. Y escuchar conversaciones privadas, había sido su más fascinante pasatiempo. Recordar su infancia le provocaba alegría. "Recordar"... ya podía darse el lujo de mirar hacia atrás sin sentir la oscuridad persiguiéndolo. Ya todo había terminado. Ya no más Lord Voldemort. Ya no más mortífagos. Por lo menos no para él. Era hora de ser quien debía ser, y sobre todo quien quería ser. Quizás sus padres querrán que continúe con la sublime tradición de honrar la pureza de sangre por sobre todo. Pero él ya estaba harto. Había tenido miedo. Miedo a morir. Miedo a que mataran a su madre. Ella era la única persona por quien daría su vida. Por ella se dejó marcar la piel. Por ella hizo lo que Voldemort le pidió.

Pero también había un sentimiento que jamás desaparecía... Celos.

Si. Potter se había mantenido firme en su camino con cada paso que daba. Había empezado como una estúpida rivalidad entre niños. Pero luego se transformó en algo personal. Él debía superar al niño que vivó. Debía hacerse notar en la comunidad mágica tanto como Harry Potter. Era una necesidad imperiosa. Hasta que ese cuatro ojos que le salvo la vida en la sala de menesteres.

Draco cerró los ojos mientras apretaba los labios exhalando por la nariz. Se obligó a sacarse esos pensamientos. Ya todo había terminado y tenía que alejarse de todo aquello. ¿Y si no podía?

Volvió a abrir los ojos y giró la cabeza para mirar el antiguo pequeño reloj que se erguía sobre la mesita de luz. Eran las tres de la madrugada. Un tufillo le llego a sus fosas nasales. No se había bañado ni cambiado de ropa desde hacía prácticamente tres días. Así que con todo el esfuerzo del mundo se levantó para dirigirse hacia el cuarto de baño. Dejo la varita de su madre sobre la gran mesada de mármol del vanitory y comenzó a desvestirse. Cuando se pasó las prendas por la cabeza el olor a humo y escombros le llegó a las fosas nasales como una patada al cerebro. "¡Qué asco!" Jamás en la vida habría pensado que llegaría a ese punto.

El reflejo del joven que lo miraba del otro lado del espejo era nauseabundo. Sus facciones se marcaban con la delgadez de un enfermo. La clavícula y las costillas se le notaban en extremo. Las profundas ojeras azuladas y pequeñas venas rojas que surcaban sus ojos, denotaban un cansancio que aún no lograba sentir mentalmente. Finas marcas alargadas sobre su pecho producto de la maldición sectumsempra aún se notaban en un tono perlado. El profesor Snape las había curado. Y se había colocado díctamo. Pero estaban allí debajo de sus nuevas magulladuras. De sus nuevos golpes, quemaduras y torturas proporcionadas por el ahora inexistente señor tenebroso. El día que Potter se escapó de la mansión con sus amigos, Voldemort los había castigado a todos. Y aunque sus padres rogaron, él también recibió su merecido.

¿Realmente todo había terminado?... Si. Era libre de elegir su camino. Ese pensamiento se reflejó en su rostro demacrado con una leve sonrisa. ¿A sus casi dieciocho años había tenido su punto de inflexión? ¿Era un antes y un después? Si... definitivamente sí. La palabra "elección" había sido muy escasa en su corta vida. Pasó de ser "Mi padre dice" a ser "El señor oscuro dice". Jamás pudo decir "Yo digo". Y éste era el momento indicado para comenzar.

Sin tí, JAMÁS! [Drarry] Primera Parte.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora