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32. Primera mordida 

Viste como los Mukami se adentraban en la penumbra de la noche sin dar más explicaciones, tal parecía que un sinónimo de vampiros era misterio, ya que, ellos se alejaron de la misma manera en la que llegaron. En silencio. Decidiste perder el tiempo y caminar un rato por los jardines, necesitabas estar a solas para poder descifrar en el problema en que estabas metida, bien sabías que necesitabas cumplir tu cometido, pero con el pasar de los días, la situación se complicaba cada vez más sin tener idea del rumbo que tomarías. 

Estabas sumergida en un abismo y cualquier paso en falso te conduciría a un trágico final tal y como le había sucedido a Naoki. 

Pensar en él hizo que tu corazón doliera, así que, moviste la cabeza intentado alejar ese doloroso recuerdo. Los tacones de tus zapatos te condujeron al jardín de rosas, el fragante aroma inundó tu nariz antes de llegar, era como si esas flores se hubiesen vuelto más aromáticas en tu ausencia, se trataba de un aroma tan embriagador capaz de hacerle perder la cabeza a cualquiera. Con una de tus manos tocaste uno de los pétalos, tan suaves y bellos como la misma persona que cuidaba de ellas. 

—¡Oye! —La tranquilidad de la que gozabas terminó cuando él te tomó del brazo. 

De un arrebato, te hizo girar sobre tus talones haciendo que quedaras justo frente a él. Subaru te tomaba del brazo mientras te lanzaba una mirada recriminatoria, era como si estuviese enfadado; sin embargo, desconocías el porqué. 

—Subaru —dijiste su nombres; sin embargo, él no respondió. Alzaste la mirada, a pesar de usar tacones altos tenías que ponerte de puntitas para que sus ojos pudieran encontrarse. 

—¿Desde cuando eres tan amiga de ese idol de quinta? —La pregunta te tomó por sorpresa, había ira en su voz y algo más que pudiste notar ¿celos? Te deshiciste de agarre y comenzaste a alejarte.

—¡Basta Subaru! ¿Qué rayos pasa contigo? —Esa grotesca actitud era una faceta que jamás habías visto en él. 

—¡No lo haré! —Él había alzado la voz con más fuerza —no hasta que me digas que relación tienes con ese idiota —Subaru tomó con más fuerza tu brazo provocando un ligero dolor en tu músculo. 

—¡Eso no te incumbe! —Si él quería guerra, guerra tendría; sin embargo, habías olvidado un ligero detalle. Él era un vampiro. 

Subaru tensó la mandíbula resaltando su definida quijada. Sus manos tomaron tus muñecas al mismo tiempo que te acercaba hacia él, tus brazos rozaron su pecho y pudiste sentir sus músculos a través de la delgada tela su camisa además de un ligero aroma a rosas y metal. Una fragancia que jamás habías notado en él. 

—Te lo diré una vez más —siseó —. Aléjate de ese imbécil. 

—No. —Fue tu respuesta. 

Esa había sido tu peor respuesta y eso lo sabías; sin embargo, a pesar de ser consciente de las consecuencias, decidiste retarlo. Una extraña sensación te incitaba hacerlo, querías ver hasta donde era capaz un vampiro además esa fría actitud dominante te llenaba de curiosidad y éxtasis. sensaciones ajenas que jamás habías experimentado antes. 

—Es así ¿eh? —Todo sucedió rápidamente, Subaru tiró de ti hasta hacerte caer sobre el césped húmedo debido a la brisa nocturna. 

Tu cabello se extendió sobre la humedad de la tierra dejando que el frío y el agua mojaran tu vestido. Sentiste un escalofrío recorrer tu cuerpo, pero no era gracias al frío de esa noche sino esa sensación fue provocada por el chico que se encontraba sobre ti. Una de sus piernas se encontraba en medio de las tuyas mientras que la otra, actuaba como una especie de prisión para impedir que te movieras, una de sus manos sostenía tus muñecas sobre tu cabeza mientras que la otra se encontraba del lado de tu cabeza. Esa noche sus ojos brillaban con la intensidad de dos rubís cubiertos de sangre, un bello color resplandecidos por el deseo. 

—¿Qué estás haciendo? —Dejaste a un lado aquella sensación que te producía estar tan cerca de él, era hora de que volvieras a tu realidad. 

—Es momento de que te deje en claro a quien le perteneces —respondió cerca de tu rostro. 

—Suéltame —intentaste sonar firme; sin embargo, él solo sonrío. 

Él acercó su rostro aun más al tuyo, tan cerca que podías sentir sus labios sobre los tuyos; sin embargo, esa no fue la dirección que él tomó. Él hundió su nariz y labios en la curvatura de tu cuello, un escalofrío recorrió tu columna cuando sentiste sus labios rozar aquella zona sensible que nadie jamás se había atrevido a tocar. 

—Tu cuello es tan suave, sin ninguna marca —le escuchaste decir —déjame ser el primero en perforar tu piel —y antes de pudieras hacer algo, algo perforó tu piel. Dos agujas se clavaron en la profundidad de tu cuello provocando un intenso dolor. Ardía, como si una especie de fuego consumiera aquella zona y mientras la sangre era succionada, sentiste como la vida parecía escaparse de tus manos. 

—Subaru...para..por favor —suplicaste mientras intentabas alejarlo, pero cualquier intento fue inútil, la fuerza parecía haber abandonado tu cuerpo hace tiempo. 

—Es verdad que tu sangre es una adicción —susurró mientras se apartaba de ti para morder otra zona —es tan deliciosa que quiero cada vez más —esta vez sus labios pasaron a tu clavícula y cuando hundió sus colmillos, un grito desgarrador se escapó de tu garganta. 

Tu cuerpo no respondía y poco a poco tus manos comenzaron a soltar su camisa. Estabas al borde la inconsciencia. 

—Tú eres mi presa y de nadie más —le escuchaste decir cerca de tu oído —déjame ser yo quien te rompa, entrégame todo a mí.

—¿Por qué haces esto? —Él sonrió como si esa fuese la pregunta más absurda que había escuchado. 

—¿Por qué? ¿Acaso preferirías que ese Mukami te mordiera? Tú eres mi presa y solo mía. 

Esas palabras eran tan frías y carentes de cualquier sentimiento. No sabías que te lastimaba más, si sus mordidas o sus palabras, después de todo, no podías esperar más de un vampiro.

—Dijiste que jamás me harías daño —dijiste con las últimas fuerzas que te quedaban. 

Aquella frase pareció causar efecto en él porque te soltó. 

—Lo prometí, pero no puedo dejar que seas de alguien más.

Subaru se acercó a ti una vez más, creíste que iba a morderte nuevamente, pero lo que hizo te sorprendió, él te besó. Inesperadamente sus labios se posaron sobre los tuyos dejando sobre tu piel una sensación fría como si hubiese sido besada por la misma oscuridad, el sabor de sus labios era sorpresivamente dulce además estaban impregnados con sabor a hierro, era el sabor de tu sangre. Estabas tan débil que  tus ojos se cerraron antes de que pudieras devolverle el beso. 

Diabolik Lovers x lectora:La Sangre Mestiza [CORRIGIENDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora