7.- Que pequeño es el mundo.

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Que pequeño es el mundo.

Jamás en mi vida había ido a la cárcel, al menos no porque haya cometido algo ilegal, incluso cuando un policía me atrapó pasado de copas manejando el auto de Seth no me arrestó. Mamá tenía razón, el perro cambiaría mi vida, pero nunca específico si ese cambio era para bien o para mal. Estoy en una celda así que considero que fue la segunda opción.

Aunque en si no estábamos sentenciados a años de cárcel. Estábamos con las personas que tenían que pagar multas por delitos menores. Un par de hombres que manejaban su auto ebrios, una mujer que traía puesto un vestido corto y zapatos de plataforma y otras tres personas de las que no estoy muy seguro del porqué estaban ahí.

La mujer del vestido me pasó una tarjeta mientras me guiñaba su ojo izquierdo. Era prostituta. Asentí con la cabeza nervioso y me giré a ver a Audrey, quien estaba de brazos cruzados y quien no me había dirigido ni una sola palabra durante todo el tiempo que estuvimos encerrados.

—Audrey —La llamé, pero ella giró su rostro molesta.

—No me hables —pidió en un susurro.

—Lo siento sé que fue una mala idea...

De inmediato me interrumpió.

—¿Mala idea? —Soltó una carcajada sarcástica mientras negaba lentamente con la cabeza—. Mala no es nada, fue terriblemente estúpida. Te lo advertí, tonto.

Luego de un par de minutos más de silencio, un oficial alto de gafas se acercó a las rejas, buscó entre sus bolsillos un manojo de llaves, escogió una para luego abrir la puerta de la celda. Varias personas se pusieron de pie con la esperanza de que los nombren para poder salir de ese agujero.

—Gustave Lewis —habló el hombre buscando con la mirada entre todas las personas.

De inmediato me puse de pie al igual que Audrey, Ágata entró unos segundos después con su mirada que me decía claramente que quería asesinarme. No la culpo, si yo estuviera en sus zapatos ni siquiera me hubiese sacado de la cárcel.

Al abrirse la celda, salí.

—Solo el muchacho —avisó el policía cuando Audrey estaba a punto de salir conmigo.

—¿Qué? —preguntó Audrey atónita con los ojos bien abiertos—. ¿Me van a dejar aquí?

Me giré rápidamente a mirar a mi hermana y básicamente a perder mi dignidad.

—¿Puedes pagar su multa? —Le pedí a Ágata uniendo mis manos suplicante, ella me miró y esbozó una sonrisa totalmente sarcástica—. Está aquí por mi culpa.

—También estoy aquí por tu culpa —dijo ella llevándose una mano a la cintura y otra a la frente.

—Por favor —Volví a rogarle—. Te pagaré cada centavo ¿Okey?

Ágata soltó un gruñido y puso sus ojos en blanco, se giró y le dijo al oficial que en seguida ella pagaría para que Audrey salga. El oficial asintió con la cabeza y los cuatro salimos hasta la estación de policía.

—Gracias —dijo Audrey mirando a Ágata. Mi hermana asintió con la cabeza mirándola rápidamente, pero de inmediato volvió a posar su mirada en ella mientras entrecerraba los ojos.

La mejor pesadilla de GusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora