3.- Días normales antes de que la tortura inicie.

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Días normales antes de que la tortura inicie y mi prueba de que no soy un perdedor.

No era la primera vez que escuchaba a Ágata llamarme de esa manera, a pesar de todas las veces que habíamos tenido la misma discusión, sus palabras sí dolían, trataba de ignorarlo porque para mí, yo no era un fracasado.

Vivir en el noveno piso del edificio "North Park" no era malo, mi departamento tampoco era feo, si no fuera por toda la basura y ropa desordenada que sí o sí terminaba ordenando. Okey, pero voy a ser sincero, ese sí o sí pasaba una vez... Cada mes, o más.

En fin.

Me había mudado cuando cumplí veinte, por ende llevo viviendo en el edificio ya tres años. Había estudiado diseño gráfico, la universidad en la que estaba quedaba cerca del edificio "North Park" aunque ya haya terminado la universidad, jamás pensé en volver mudarme.

Salía todas las mañanas a la misma hora —6.45 a.m.— y me encontraba con mi vecina favorita quien algunas veces salía a la misma hora que yo.

Claro ella me veía y me trataba de evitar.

—Buenos días Audrey —saludaba.

—No molestes Lewis.

Audrey Blakeway era mi vecina —sé que ya lo dije pero debe ir en su descripción— una chica que no pasaba de los 21, universitaria, y que trabajaba en no sé qué. No sabía nada más de ella pasado de eso, porque llevábamos una relación ciertamente extraña.

Normalmente caminábamos hasta el elevador en donde siempre esperábamos juntos hasta que este llegue.

—¿Algo nuevo? —preguntaba yo sin mirarla.

—Umm... El señor Darrell les sigue gritando a las palomas todas las tardes, Peggy, la niña del piso de arriba se la pasa escuchando una canción, creo que es Taylor Swift o Selena Gomez, no tengo idea pero la pone a todo volumen, la anciana del 34...

—¿La nueva? —indagué.

—Sí, trata de evitarla y no encontrarte con ella te hará conversación y no te dejará ir luego de una hora y la señora Simons ha vuelto a hornear pasteles —Sonrió—. Lo dejó de hacer cuando los robaste.

—¿Yo? —pregunté—. Te recuerdo que fuimos ambos.

Ella sonrió y entramos al elevador.

—Y dime —continué—. ¿Cuándo tendremos nuestra primera cita?

Claro está, yo no hablaba en serio, salía con Camille y pues no era de esos que se meten con cualquier chica con la que se encuentren y se despierta junto con una desconocida luego de una noche pasada de copas. Aunque supongo que Audrey sí se lo tomaba en serio.

—¿Cita? —Rió a carcajadas—. No saldré contigo ni a la tienda Gustave.

—¿A mi casa? —La miré con una sonrisa mientras levantaba las cejas.

—¡No! —exclamó—. Nuestra relación se basa en vernos algunas veces, darte noticias sobre las personas del edificio...

—No olvides robar pasteles —Le recordé.

—¡Solo lo hicimos una vez! Te considero como mi vecino, nada más.

Lo ven, se los dije, era una relación extraña. Esas eran nuestras mañanas, coqueteaba con ella, aunque nunca en mi vida he entrado... A su departamento obvio, ni ella al mío. Si apenas la conocía, más sabía sobre la vida de los demás vecinos que ella me informaba todas las mañanas que de Audrey.

La mejor pesadilla de GusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora