8.- Injustamente no me merezco el porro de la hermandad.

132 10 16
                                    

Injustamente no me merezco el porro de la hermandad.

Destructor tenía la mala costumbre de quedarse dormido en mi regazo, cosa que en verdad me molestaba ya que era como si pasara mudando de lana cada segundo de su vida. Un par de días luego del pequeño inconveniente en la cárcel, exactamente el fin de semana, nos pusimos de acuerdo con Audrey para llevarlo al doctor o veterinario, como diablos se llame.

Seth y yo estábamos en mi apartamento, el domingo por la mañana, él se encontraba en la cocina haciendo su magia y yo en mi sala de estar con ganas de matar al perro que se había quedado dormido en mi regazo, otra vez.

—Vale, tienes una vecina que está más buena que el pan.

—Ajá.

—Y nunca has ido a su apartamento.

—Ajá.

Seth vuelve con un plato, y sobre el descansaba, lo que luego supe que era, un omelete. También traía otro plato que se basaba en pancakes con crema.

—¿Por qué diablos no aprovechas esa oportunidad que tienes? —pregunta caminando hacia mí, me pasó un plato y con el, un cubierto—. No seas estúpido, esto es como una señal del cielo. ¿Entiendes? El mundo quiere que te la cojas.

Levanté la mirada del plato para observar a mi amigo que tenía serios problemas en la cabeza.

—Seth come, hombre. Come para que se te pase la estupidez —Le pedí señalando su plato.

Él rió negando con la cabeza para luego llevarse un bocado de los pancakes a la boca. Bajé la mirada y el perro se había comido lo que se suponía era mi desayuno. ¿Y así dicen que un perro es el mejor amigo del hombre? ¿Quién fue el imbécil que soltó esa estúpida frase?

—Sabes que nada es cosa del destino —Le dije poniendo mi plato en la mesa de la sala de estar para luego quitar al perro y dejarlo en el piso—. Porque el hecho de que esté atado a Audrey fue por una equivocación.

Él comió más de su plato y luego me señaló con su tenedor mientras esbozaba una sonrisa con la boca llena.

—Las equivocaciones no existen, todo pasa porque debe pasar.

Damas y caballeros con ustedes el mismísimo Pablo Neruda frente a sus ojos.

—¿De dónde has sacado eso? Porque te mintieron, hermano.

—De mi película favorita.

Lo miró con los ojos entrecerrados tratando de recordar la película favorita de Seth, aunque cada vez que veíamos una nueva él decía cosas en plan de "¡Wow! Definitivamente esta es mi favorita" lo decía de todas sin excepción. Aunque había algunas que le encantaban. Seth dividía las cosas que le gustan en: me encantan, son mis favoritas, me gustan. Este chico era más positivo que la misma palabra.

—Tu película favorita —repetí.

—Sí, Kunfu Panda, lo dice la tortuga —Negué la cabeza para empezar a reír, olvidé que amaba las películas para niños. Incluso lloró al final de aquella.

—No creas nada de la basura de Disney —Le pedí poniéndome de pie mientras me iba a la cocina para dejar los platos.

—¡Eres un ignorante! —Me acusa—. ¡Kunfu Panda es de DreamWorks!

La mejor pesadilla de GusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora