23.- Des (tructor)

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Des: la manera más triste de destruir todo a su paso.

Luego de estar sentado tras los barrotes de aquella celda en la que, cabe recalcar, ya estuve, pues en mis dos visitas supe que el sujeto que cuida la celda tiene una relación con la simpática dama que me ofreció sus servicios la última vez que estuve ahí. Supe que llegan mínimo dos ebrios cada hora. Habían ciertos velicosos que se negaban a recibir una multa. Microcraficantes. Y un idiota de 23 años que parecía estar enfermo y que nadie sabía que diablos hacía ahí.

Una puerta en el pasillo se abre. Llamando la atención de todos con la esperanza de que ya los saquen de ahí (a excepción de la prostituta que gozaba de la compañía del guardia), cuando se escuchan los tacones de una castaña resonar por el pasillo, mata la ilusión de algunos al saber que no es lo que esperaban. Y también remata mi intranquilidad al ver la mirada aniquiladora de Ágata Lewis.

Al abrir la puerta no quise ni moverme al ver a mi hermana esperando al borde de esta. El miedo que reflejaba hacía que sea la mismísima reencarnación de mi madre. Lo que a parte de temor me trajo una ola de nostalgia.

—Vas a dignarte a salir y aunque sea dar una ridícula excusa para justificar otra estupidez.

¡Boom!

Wow. Ni siquiera me dejó hacer la cuenta regresiva antes de este detonante.

—¿Qué diablos sucedió? —insistió.

Ni siquiera yo estoy seguro que sucedió.

Tal vez un día y unas horas antes del desastre

Al estacionar el auto frente a un lujoso edificio Seth y Audrey se bajaron del auto. Y tras ellos estuve yo.

Caminamos un par de metros hasta llegar frente al portero que sólo giro la cabeza hacia nosotros para preguntar a quien buscábamos. Luego de decírselo consultó a la pareja del octavo piso si nos estaban esperando. Y sí, sí lo hacían. Pero nosotros no éramos lo importante. Si no el pequeño perro que cargaba entre mis brazos.

Des se iría. Y esos minutos eran los últimos en los que estaba junto a mí.

—¿Saben? Los Pritchard son amigos de unos sujetos que son conocidos de un compañero mío. Y el me dijo que no son de fiar porque...

—Sigue hablando y juro que... —empezó a decir Audrey pero se quedó callada cuando Seth empezó a buscar las llaves de su auto.

—Creo que —Tocó sus bolsillos—. Dejé las llaves en el auto.

Audrey puso los ojos en blanco y me propuse a ir a tomar las llaves antes de que alguien se lleve a la bella Dorothy y Seth se suicide por perder al amor de su vida.

Cuando subí al auto la mente se me iluminó. Fue como si el camino brillara y el ruido del motor haya sido el sonido más glorioso que he escuchado en 23 años.

O creo que sólo era el efecto de la marihuana.

Sea lo que sea Des era mi coopiloto y la bella Dorothy arrancó como si de un auto de rally se tratara.

El error más grande de esta situación era que el joven Gustave Lewis, su servidor, nunca asistió a su curso de manejo. Y que la única vez que ha conducido fue con su padre (por lo que notarán la situación se dio hace muchísimo tiempo) en un estacionamiento en donde el idiota arruinó la pintura del auto cuando lo estrello en un poste de luz.

La mejor pesadilla de GusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora