CAPÍTULO 22

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 Hubo una vez un chico y una chica, ambos hacian los mismos gestos en las mismas ocasiones, eran demasiado parecidos, demasiado perfectos para el otro, y ya se sabe, lo perfecto no existe, así que uno se vio obligado a desaparecer...

La mente se me quedó en blanco, no sabía cómo continuar la historia porque ni siquiera sabía que final quería.

Las opciones las tenía claras, podía acabar bien, mal o regular.

El camino que siguiera determinaría el mensaje de la canción pero, ¿qué quería expresar?

El móvil sonó como si fuera una especie de señal.

Atendí la llamada. Era Kristin.

-¿Estás muy ocupado ahora mismo?-me preguntó

-Soy todo tuyo, se me ha cortado la inspiración.

Dio un suspiro de sorpresa antes de volver a hablarme, la imaginé de una manera exagerada, con la mano delante de la boca abierta y unos ojos castaño oscuro enormes.

-Si acabáis de alcanzar el primer puesto con el último álbum.

-Lo sé, pero yo siempre estoy creando, o medio creando en este caso.

-¿Necesitas ayuda?

-Di mejor un milagro.

-Ese es mi segundo nombre, ¿dónde estás?

-En casa.

-Voy para allá.

La esperé sentado en el sofá delante del papel a medio escribir.

Leí una y otra vez lo que estaba escrito.

Era obvio que empezaba mal, dos enamorados separados, ¿pero quería continuar así o darle un vuelco a la historia?

Pau habría escogido un final feliz y me habría dado millones de ideas, pero yo no habría usado ninguna.

La imaginé sentada a mi lado mirando conmigo el papel, estaba frustrada.

-No puede ser tan difícil-decía la imitación de su voz.

-Si mi trabajo fuera fácil no sería especial.

Siempre hablaba así conmigo mismo, desde el momento de su entierro, al menos no era de esos locos que hablaban solos por la calle, a mí nadie me podía oír.

-Ya lo tengo, que encuentre a su otra alma gemela.

-En este mundo solo hay una para cada persona.

-Pues que se enamore otra vez.

Me di tan buena conversación que antes de darme cuenta estaban llamando al timbre de manera impaciente.

-¿Que estabas haciendo?-me preguntó enfadada con los brazos en jarra.

-Pensar.

Entró y se sirvió un vaso de agua, me miró y al momento siguiente se avergonzó de su propio acto.

Yo me senté en el sofá y miré como bebía, me miró de reojo y se sonrió.

-¿Te gusta ver como bebo?

-Supongo.

Se sentó a mi lado sin dejar su vaso de agua y miró la hoja muy concentrada intentando parecer profesional, me hizo gracia.

-Arthur esto es precioso.

-¿Enserio?-pregunté mirando mi creación con cara extrañada.

-Si, es profundo y sincero.

-¿Pero de que me vale eso si no sé cómo continuar?

-Te sirve de base para prosperar y construir algo realmente brillante.

Lo leímos en alto muchas veces, de pronto se me ocurrió.

-Estoy expresando que la echo de menos, acabo de describirlo, ahora tengo que describir mi prosperidad, estoy prosperando o eso pienso.

Me miró orgullosa y muy sonriente, le correspondí intentando ocultar lo incómodo que estaba.

-Eres un genio, escribe antes de que se te olvide.

Escribí deprisa y sin pensar, solo escuchaba a mi cabeza y escribía lo que me decía aquella voz desconocida.

Acabé con la mano destrozada y agotado, me dejé caer en el sofá negro y pasé mi mano por la frente para evitar que las gotas de sudor siguieran bajando.

-Exagerado-dijo riéndose.

-Quizá, pero he acabado-le respondí triunfante elevando los brazos con las palmas de las manos abiertas.

Se incorporó para leerlo, volvió a beber.

-Me encanta.

Lo dijo de una manera extraña, pensé en las escenas de las películas donde los protagonistas se hablan así, si estuviéramos reproduciendo un guión nos habríamos besado o reído tímidamente, o por qué no las dos cosas.

-Bueno... debería irme ya hemos terminado.

-Podemos ver una peli o algo si quieres.

-No sé, ¿quieres tú?

Aquello parecía una comedia romántica, necesitaba salir de ese bucle, tenía que salir de ese bucle.

-¿Por qué no? No serías la primera persona con la que lo hago, ni la última.

Evité las de miedo y las románticas, al final terminamos viendo El Abuelo  una de mis películas favoritas.

He de admitir que bebimos alguna que otra cerveza de más pero no llegamos al extremo de estar borrachos, nunca había pasado el límite y no iba a empezar ese día.

Cuando acabó dijo que tenía que irse que era tarde, me pregunté si no era más que una simple excusa.

Cómo era un caballero la acompañé a la puerta.

-Gracias por tu ayuda-le dije.

-No hay de que, para eso están las amigas.

No disimulaba muy bien pero me hice el tonto, cosa no muy difícil en mi caso.

-¿Por qué lo has dicho así?

Respiró profundamente y cerró los ojos, me puse nervioso.

-Me voy a arrepentir de esto-dijo con los ojos todavía cerrados.

Me besó y se fue corriendo.

El beso más caro del mundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora