Me tumbé en el suelo al lado de la cuna de Kristin, donde mi mujer se pasaba el día torturándose, supongo que también nos parecíamos en eso.
Escuché My Little Princess una y otra vez, ahogando todos los recuerdos que me venían a la cabeza.
La veía felíz, sonriente, llena de vida, después nos vi abrazados y engañándonos pensando que seríamos felices para siempre, pensando que estaríamos juntos eternamente pero,¿qué es la eternidad?¿Qué significa para siempre?
Tal vez no sea nada, solo recordar a alguien muerto hasta que te reúnes con él o ella, pero cuando todos los que te recuerdan fallezcan nadie te recordará,por tanto, puede que la eternidad o estar con alguien para siempre solo sea un mito o algo mal dicho.
También recordé las veces que la encontraba en esa sombría habitación, mirando la cuna vacía mientras tarareaba una nana.
—Deberíamos llevar todo esto al trastero—le decía.
—Eso significa admitir que no está, no me siento preparada.
Sus ojos brillaban cuando decía eso, entonces no podía evitar abrazarla, consolarla sin palabras, mirar esas mantas que no taparían a nadie jamás.
—¿Piensas que eso significa olvidarla?
—Es que no quiero admitir que está muerta, por eso quiero dejar esto como está.
—El primer paso para superar algo es admitirlo.
—Pues no quiero superarlo, por favor déjame sola.
Ese fue su día a día durante mucho tiempo, cada vez se encontraba mejor pero nunca logró deshacerse de los muebles y ahora yo tampoco.
Sonó el ruido de unas llaves,posiblemente las mismas que me había dejado el otro día en el estudio y habían entrado en conflicto con quién las estaba usando.
—¡Joder! Siempre se me quedan enganchadas.
Trevor había venido a verme pero no le di importancia, quería seguir en aquella burbuja eternamente.
Oí las escaleras, pero eran más de dos pasos, a lo mejor Mark venía con él.
—Hola Arthur.
—Trevor.
Bajé la mirada para saludar a Mark pero vi a una chica a su lado.
—Sabía que te gustaban las mulatas pero nunca creí que engañarías a tu mujer.
—No seas tonto, es tu nueva psicóloga.
Volví a mirarles, pero pronto centré mi mirada en el techo, dejándome llevar por los angustiosos recuerdos.
—No la necesito.
—Sí, sí la necesitas.
Me levanté y me sentí mareado, me sequé las marcas de mis mejillas y mostré interés por la idea de mi amigo.
—¿Pero tú cuanto cobrás?—Le pregunté con las manos en los bolsillos del pantalón.
—La primera sesión es gratis—me respondió.
—Pues probemos ya que no pierdo dinero.
Trevor se fue y le deseó suerte a la chica que acababa de traer.
Me tumbé en el sofá y le tendí una silla para que se sentara.
—Bueno... ¿Qué te pasa?—
Le eché un vistazo, llevaba una camiseta de mi grupo.
—Apuesto a que lo sabes.
—Quiero que me lo digas tú.
Respiré hondo y cansado, esa era la primera vez que hablaba sobre eso.
Los periodistas lógicamente me preguntaron por ello, todavía lo hacen, pero yo no decía ni una palabra.
—Mi mujer murió en un accidente de tráfico y no lo he superado.
—¿Por eso le escribes canciones? ¿Para comunicarle lo que sientes?
—Más bien lo mucho que lo siento.
Apuntó en la libreta que llevaba encima, muy seria, en ese momento me pregunté dos cosas: Que apuntaba y si siempre era tan seria.
—¿Qué es lo que sientes?
Respiré profundamente y reuní fuerzas.
—Haberla matado.
Me dijo algo pero no la escuché, seguí hablando solo.
—Si no hubiera estrellado el coche seguiría viva.
Mi voz sonó más triste de lo que pretendía, me tendió una caja de pañuelos para que cogiera uno.
—Gracias.
Siguió consolándome, sus palabras resultaron bastante gratificantes.
Cerró su libreta, le pregunté por qué y me dijo que se había pasado la hora.
—Ah, vale.
Se levantó y yo la copié, le hizo gracia.
—¿Se te ha pasado rápido?
—Me tienta decirte que no, pero se me ha visto el plumero.
Volvió a sonreirme, yo también le sonreí.
—Puedo volver si quieres.
Me hice el interesante, me sentí como un adolescente con las hormonas disparadas.
—Como quieras, me da igual.
—Vale, vale—me dijo tonteando con su sonrisa traviesa.
La acompañé a la puerta, se sorprendió.
—Hasta luego, si quieres—me dijo volviendo a ser traviesa.
—Sí, sí quiero—Respondí siguiendo el juego.
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El beso más caro del mundo
Cerita PendekArthur es un músico que tiene todo lo que puede desear:fama,amigos, una novia de la que está locamente enamorado... Pero todo por un pequeño despiste se tuerce y Arthur debe hacer frente a sus mayores retos: superar todo lo que se le viene encim...