My Only Love Song

Océano de lagrimas dulces

[Katara]

—Es imposible—replicó Katara al instante, sin permitirse titubear.

Lo que Aang acaba de decir, no tenía ninguna clase de sentido. Él nunca había tenido una hermana; algo como eso era una cosa que compartiría con los otros y sobre todo, con ella.

El chico se volvió hacia Katara en cuanto la escucho decir esas palabra. Sus ojos grises estaban llenos de compasión y en sus labios revoloteaba la sombra de una sonrisa.

—Es difícil de aceptar, lo sé—declaró, con la voz más suave que Katara había escuchado en su vida—, pero es real, tan real como tú y yo lo somos; Chiasa fue mi hermana, aunque yo nunca lo supe.

No tiene sentido, no tiene ningún sentido.

—No me crees—declaró el Avatar, después de leer la verdad en su rostro. Un suspiro de escapó se sus labios y sus hombros bajaron con abatimiento, reflejando su cansancio.

—¿Como podría ser verdad?—Katara se abrazó a si misma, asustada y confundida. Se sentía tan perdida como seguro el chico se había sentido al despertar sin memoria.

Aang se volvió hacia ella y tomo sus manos entre las suyas, provocándome un escalofrío a la morena. Él la miró directamente a los ojos, suplicante y durante un segundo, sus pupilas le parecieron marrones en lugar de grises.

—Katara—su nombre entre sus labios era como música dulce y armoniosa que la tranquilizaba—, necesito que me creas, por favor.

¿Como es que Katara podría resistirse? ¿Como es que Aang sabía exactamente como someterla a su voluntad? Era una duda que permanecería hasta ahora en el misterio para ella.

Casi de forma inconsciente, asintió, dispuesta a escucharlo. Él le dedicó un silencioso agradecimiento a modo de sonrisa, antes de soltar sus manos.

—Todo empezó aquí, en el sur—se sentó de cuclillas frente a ella y Katara recordó la tarde tormentosa en la cual Aang, hace muchos años, le contó la razón por la cual escapó al saber que era el Avatar—. Roku acaba de morir, así que los monjes estaban en la búsqueda del nuevo Avatar. Mi padre venía del Templo Aire del Norte y mi madre del Templo Aire del Este, pero cuando la fecha de parto se aproximó, acudieron al Sur para que madre pudiera dar a luz. Habían prometido que de ser un niño, llevaría el nombre de Aang, pero si era niña, se llamaría Chiasa, por suerte para ambos, no tuvieron que descartar ninguno de los dos nombres—hizo una mueca, que de cierta forma parecía una sonrisa—. Fui el primero en nacer, inmediatamente seguido de Chiasa, quien me sujetaba con fuerza del tobillo en el momento en que nací. Fue una auténtica sorpresa para todos.

Una ráfaga de viento sopló entre los altos postes verdes, pero Aang estaba tan perdido en sus recuerdos, que ni siquiera lo sintió.

—Como dicta la tradición, mis padres tuvieron que dejarnos atrás. Mi madre me regaló su planeador y mi padre le regalo un collar de cuencas de colores a Chiasa. Luego, claro está, los monjes tuvieron que preguntarse quién de nosotros era el Avatar—hizo una mueca, disgustado ante lo que iba a decir—. Una vez que las pruebas determinaron que yo era el siguiente Avatar en la línea de reencarnación, me dejaron bajo el cuidado del monje Gyatsu y a Chiasa la asignaron al Templo Aire del Este, bajo la protección de la monja Yasuda. Gyatsu nunca me dijo, ni siquiera cuando ella y yo nos reencontramos cuando cumplimos seis años. Supongo que sería más fácil para mí ser el Avatar si no tenía vínculos mortales. Recuerdo que yo estaba ahí para escoger un bisonte volador y ella vivía en aquel Templo. Fue la primera y ultima vez que ambos nos vimos.