Capítulo 11: APARICION

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 -No me lo creo

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-No me lo creo...

-Pues hazlo, porque es la verdad- me crucé de piernas.

-Pero, ¿en verdad el señor Cronos le ha dicho que le gusta?

-Eso y más.

-Cronos resultó todo un casanova.

Nos carcajeamos.

Dae y Taeyang habían venido esta mañana a mi habitación a traerme el desayuno hasta la cama, pensando que quizá estaría muy cansado por lo de ayer, lo que infinitamente agradecí, pues había despertado con un intenso dolor de cabeza y estaba algo pálido.

Les ofrecí una disculpa por haberles gritado ayer y después, como si no pudiera contenerme, les conté todo acerca de Cronos y de mí. A fin de cuentas, ya había prometido decirles que había ocurrido durante el mes que se ausentaron.

Evadí algunos detalles muy personales, como nuestro beso, los abrazos, esas palabras cargadas de amor y sinceridad... En fin.

-¿Pero usted que piensa, señor Ji Yong?- preguntó Dae, sentándose en la alfombra. Creo que era la primera vez que se portaba con tanta informalidad, y eso me encantaba.

-Bueno, que debe acostumbrarse- terminé mi desayuno –Y que no es correcto que me trate así si tiene esposa.

Tae retiró la bandeja de mis piernas.

-Creo que la pregunta correcta aquí es, ¿qué sientes tú por él?- enarcó una ceja.

-Eso no tiene importancia- negué.

-Yo creo que es el aspecto más importante en esta situación. ¿Lo rechazas porque no te gusta? ¿Es eso?. Me miró fijamente.

-No, no, no. Nada de eso- respondí sin dudar.

-¡Entonces también está enamorado de él!- exclamó Dae, sorprendido y feliz.

-¡Oh! Yo...no dije eso- me sonrojé.

-Sólo sea honesto- se encogió de hombros -Está bien si lo dice, no es malo. ¿Sabe? Por lo que he visto en el mundo humano, el amor es el sentimiento más bello que puede embargar a las personas, les hace bien, más felices.

-Yo...

-Lo quieres, GD. Y mejor quedamos así, porque si esperamos a que lo digas con tus propias palabras, van a pasar siglos- se burló Youngbae. De nuevo me sonrojé.

-Bueno, ¿y ustedes que piensan?

-Nosotros solo somos tus guardianes. Estamos para servir y escucharte, nada más- declaró.

-¡Oh, vamos Tae!- Daesung se puso de pie -¡Tienes que decirle algo!

-Ya he dicho cuanto he podido- le respondió.

-¡Siempre hablas de más! Pero esta vez, en que necesita que le des un consejo...

-Lo más que puedo agregar, es que sigas tu instinto.

Daesung puso lo ojos en blanco y yo solté una carcajada. Sorprendentemente, actuaban ahora como todo lo contrario a lo que solían hacer.

-Si quiere saber lo que yo pienso...

-Si, si quiero Dae- supliqué.

-Haga lo que crea correcto. A fin de cuentas, no puede actuar como un humano impulsivo. Lo que decida es lo que va a quedar el resto de su eternidad- me miró seriamente, pero con una sonrisa.

-¿Qué clase de consejo basura es ése?- le recriminó Taeyang.

-¡El que yo quiero! Pero...si deseas darle tu opinión...

-Buena esa, pero ya dije lo necesario- y comenzó a caminar hacia la puerta. Dae suspiró.

–Medítelo bien, y recuerde que sea lo que sea que decida, lo apoyamos- me guiñó un ojo y salieron.

Me dejé caer de espaldas, un poco frustrado y a la vez aliviado por contar con alguien para contar mis ideas tontas.

Me quedé echado un poco más, pues aun me sentía cansado.

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Ya han pasado unos días. No ha habido más pistas de Perses, pero nadie se confía.

No me he sentido muy bien que digamos. Tengo constantes dolores de cabeza y mi cuerpo no parece sentirse como propio.

Cronos se comportó como siempre al día siguiente, y retomamos las lecciones como si nada.

Pasábamos bastantes horas al día en la Biblioteca, y siempre trataba de no fastidiarme o enfadarme, más porque los dolores de cabeza estaban comenzando a ser frecuentes.

-¿Necesita un té o tal vez alguna infusión?- me preguntó preocupado Daesung una tarde, mientras estudiaba a solas. Negué con la cabeza.

-Solo tráeme un poco de comida. Estaré bien- le sonreí débilmente.

La tarde siguiente, Taeyang apareció con medicamentos que había traído del mundo humano.

-Me preocupas, GD... ¿Seguro que no quieres decírselo a Cronos?

-¡No! Estoy bien, ya se me pasará- sacudí la cabeza y tomé las aspirinas. No hacía falta decir que ambos guardianes estaban ansiosos por decírselo al Padre Tiempo, pero yo no se los permití.

Los días pasaron, y extrañamente, los dolores disminuyeron, aunque siguieron apareciendo.

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-...Después de leer esto, vas a hacer una lista de todo lo que consideras importante, como un resumen o quizá una lista. Yo tomaré al azar una cosa de lo que escribas y te pediré que me expliques el porqué lo consideras necesario- me dijo Cronos, entregándome el grueso libro. Lo tomé con firmeza con una mano, y con la otra sobé mi sien ante el insistente mareo.

-Está bien. Lo haré en cuanto pueda- mi vista se fijó en unas hojas dispersas cerca de él -¿Y eso que es?- antes de que siquiera pudiera echarles una ojeada, las tomó rápidamente entre sus manos y las metió dentro de un libro.

-Investigaciones inconclusas. Es mío. No quiero que lo leas- y puso el objeto lo más lejos de mi posible.

-¿Porqué? Anda, déjame ver, puedo ayudarte- le sonreí.

-Dije que no. No me gusta que andes de fisgón, lo sabes- resoplé.

-Bien, como quieras- me puse de pie, un poco tambaleante. Me dirigí a unos estantes y comencé a colocar algunos libros con los que ya había terminado. Había uno que necesitaba, pero estaba bastante alto. Me puse de puntillas y estiré el brazo todo lo que pude, intentando alcanzarlo. De pronto sentí una respiración en mi nuca.

Cronos colocó una mano en mi torso y la otra la deslizó a lo largo de mi hombro, avanzando por el codo y llegando hasta mi mano, donde alcanzó el objeto por mi.

-Si necesitabas ayuda solo debías decirlo. Siempre estaré encantado de echarte una mano- y traviesamente sus dedos comenzaron a realizar trazos sobre mi estómago, enviando pequeñas descargas a mi espina dorsal.

Luché por no estremecerme y mantener mi voz neutra cuando dije:

-Que conveniente y amable de tu parte...

Su risa me sacudió algunos cabellos y entonces de un movimiento rápido me dio la vuelta. Paseó su nariz a través de mi mejilla, avanzando por mi mentón y descendiendo hasta mi cuello, donde depositó un suave mordisco que me hizo dar un brinco de sorpresa.

Claro, Cronos aprovechó esto y envolviendo sus manos en mis muslos, me hizo enredar mis piernas en torno a su cintura, y yo tampoco puse mucha resistencia que digamos. Presionó mi espalda contra la pared y sus labios comenzaron a hacer un recorrido sobre mi cuello, barriendo la cordura y logrando que me perdiera en esa gloriosa sensación. El dolor de cabeza quedó en el olvido.

Inconscientemente, pasé mis dedos por su oscuro cabello, fundiéndolos en sus mechones suaves. Me sentí perdido cuando su lengua se deslizó arriba y abajo. Tenía que decir algo, sabía que así era, pero no podía concentrarme en nada.

-No te soy indiferente...- susurró. Sus manos apretaron el agarre y un suspiro se me escapó de los labios –Dime, Yongie, ¿cómo podría esto sentirse tan bien si es que no me quieres, si no te atraigo en lo absoluto?

Mis manos se deslizaron hasta su cuello y avanzaron hasta su duro y bien formado pecho, acariciándolo. Con extraña habilidad, desabotonó mi camisa y dejó al descubierto uno de mis hombros, donde no hizo más que dejar besos y mordiscos.

-Mentiste hace unos días, cuando dijiste que yo para ti no era nada más que el Padre Tiempo. De ser así, no estarías sucumbiendo ante mis caricias.

Eso me hizo abrir los ojos de golpe y reaccionar ante lo sucedido.

Desenredé mis piernas, y una vez en el suelo, lo empujé.

-¡¿Qué te crees que haces?!- grité, histérico.

-Nada que no hayas disfrutado, Ji Yong- sonrió, con los ojos rosas. Jamás le había visto ese color, por lo que lo miré confundido -Ahora veo que ciertamente, no te soy indiferente en lo absoluto. Te gusto.

-¡NO! ¡No lo haces!- negué apresurado, mientras que con torpeza comenzaba a acomodar mi camisa.

-Estás nervioso.

-¡Mentira!

-Pues déjame decirte en que todas mis décadas, jamás vi que alguien se abotonara la ropa de esa manera, ¡y vaya que he vivido bastantes!- dijo burlón. Entonces miré mi camisa, donde había metido incorrectamente los botones en los orificios, de modo que ahora me faltaba uno. Comencé de nuevo, con la cara caliente y roja por la vergüenza.

-¡Vete! Tengo que estudiar- me giré, con bochorno.

-Está bien. Te dejo solo porque tienes razón, aún tienes mucho que leer. Pero ya te lo dije antes, no siempre te me vas a escapar. En algún momento vas a admitir lo mucho que me quieres. Esa cabecita tuya tiene que aceptarlo, y estoy convencido de que será más pronto de lo que te imaginas.

-¡Que te largues!- grité, ya ansioso y confundido.

-Bien. Vendré en dos horas para mirar tu progreso- respondió, y pude ser capaz de sentir como una gran sonrisa traslucía en su voz. Una luz brillante y azul llenó el espacio y después de eso el silencio reinó en la biblioteca. Me atreví a girarme y el ya no estaba ahí.

Respiré hondo, y caminé con pesadez hasta el escritorio, llevando entre mis manos el libro que Cronos me había "ayudado" a alcanzar. Enterré mi rostro entre mis manos. ¿Cómo se suponía que iba a alejarlo si respondía de esa manera ante sus caricias? Él tenía razón, no me era indiferente en lo absoluto. Aunque me propusiese separarme y herirlo con palabras, no podía evitar que mi cuerpo actuara ante su presencia.

Sacando fuerzas de quien sabe donde, comencé a leer y a hacer mi trabajo, hasta que algo llamó mi atención.

Era el libro que él tanto estuvo escondiendo hace un rato. De su pasta superior sobresalían las hojas que había metido dentro, ocultándolas de mi. Mordí mi labio inferior, pues el bicho de la curiosidad estaba comenzando a picarme. Ya llevaba varias semanas intentando descubrir que era eso en donde Cronos se pasaba horas escribiendo con tanto ímpetu. ¿Qué sería todo eso que no quería que viese?

"Investigaciones inconclusas. Es mío. No quiero que lo leas". "No me gusta que andes de fisgón, lo sabes" había dicho.

Tenía que respetarlo. Dijo que no quería que me acercara a esas hojas.

Aunque...

¡Yo le pedí que no se me acercara y no respetó mi petición en absoluto! Entonces, ¿porqué debía hacerlo yo? Además, eran solo unas simples hojas. Investigaciones. Era un buen momento para demostrarle que yo también podía con las cosas que requerían utilizar la cabeza.

Sin pensármelo más, estiré la mano hasta el libro, y lo coloqué sobre mi regazo. Abrí la pasta superior y tomé las hojas. Comencé a desdoblarlas, pero me detuve al escuchar como la puerta se abría y Cronos avanzaba dentro del lugar.

Con los nervios de punta y el miedo traspasando por todo mi cuerpo, arrojé el libro al otro lado del escritorio e hice una pose despreocupada, fingiendo que estaba sumamente concentrado en otro libro.

-Sé que dije que te dejaría solo, pero debemos marcharnos pronto con Deméter. Se le ha ocurrido una cosa y dice que quiere mostrártela cuanto antes- caminó hasta posicionarse a un lado mío -Recoge tus cosas, quizá pasemos un par de días allá, no estoy muy seguro. Lleva tus apuntes y los libros en que estés trabajando- hasta ese momento me percaté de que llevaba otra ropa.

-Claro, empacaré lo necesario- le eché una mirada fugaz al libro, proponiéndome a leerlo cuando regresara.

-No hace falta. Ya todo está en su debido lugar- sonrió.

-Parece que ya lo tienes todo preparado, como siempre- Me puse de pie para seguirlo hasta la puerta, pero se detuvo abruptamente, palpando en sus ropas. Buscó algo con la mirada.

-¡Ah! Ahí está- regresó hasta el escritorio y tomó uno de sus muchos relojes y el libro, metiendo ambos objetos dentro de su abrigo.

"Maldición".

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