Capítulo 30: MEJORES AMIGOS

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  "Mírame, mírame, mírame, mírame".

-Después puedes hacer un resumen, en donde no solo escribas lo más importante, si no, algunas dudas que tengas- dijo, entregándome un libro. Asentí.

"Mírame, mírame, mírame, mírame".

-Vendré luego de un par de horas para responder a tus preguntas y ver tu progreso.

-Claro- murmuré. Comenzó a alejarse.

"Por lo que mas quieras en el mundo, ¡Sólo mírame!".

Pero no lo hizo. Salió por la puerta sin más.

La situación entre nosotros estaba volviéndose insoportable. Ya llevábamos 2 semanas sin vernos a la cara o hablar de otra cosa que no fuera estudiar y entrenamientos.

Fuera de eso, lo había perdido.

Sé bien que había dicho que no quería saber nada de él, pero estaba desesperado.

¿Como se suponía que iba a vivir sin tenerlo a mi lado? Cada día que pasaba era mas frustrante, y me sentía muy abandonado.

En ocasiones, moría de ganas de correr hacia sus brazos y hacerle entender que estar separados no era la mejor opción.

Yo sé que me quiere.

Me lo dicen sus ojos.

Nadie nunca me ha mirado como él lo ha hecho. Y también sé que una cosa así de fuerte no puede desaparecer de la noche a la mañana, así como yo tampoco he dejado de amarlo.

A regañadientes, realicé mi trabajo y estudié un poco. Una vez que transcurrió el tiempo acordado, entró elegantemente a la biblioteca, con el bastón en una mano y su reloj de bolsillo en la otra.

-¿Has terminado ya?- preguntó, utilizando el mismo tono condescendiente de siempre. Suspiré con pesar y tristeza.

-Sí, mis apuntes están en esta libreta- se la pasé y él hizo lo de siempre, sentarse frente a mi y analizar mi trabajo.

Mientras tanto, yo me dediqué a mirarlo sin pudor.

Una de las cosas que me encantaban de él, era que se sumergía con facilidad en la lectura, sin importar de que se tratara el libro en sus manos. A tal grado, que se absorbe por completo y se olvida de lo que hay a su alrededor.

Miré su rostro, que estaba concentrado en lo que leía. Se había colocado los lentes, y sus ojos tenían ese brillante tono azul claro, como el cielo. Sus labios y su ceño estaban ligeramente fruncidos, mientras leía con detenimiento.

Sin evitarlo, suspiré enamorado, deleitándome con su belleza natural.

-Jamás había conocido a un hombre tan guapo como tú- musité, y como me esperaba, no me escuchó. Estaba demasiado ensimismado en la libreta –Te extraño.

Y desvié la mirada a mis zapatos, alejando las lágrimas que comenzaban a querer salir.

Yo no quería esto. Y hubiera dado lo que fuera con tal de que no se me hubiera arrebatado a mi familia. Porque ese día no sólo me quitaron a mis bebés, también Seung se fue de mi lado, a pesar de que lo tenía a medio metro de distancia.

-Veo que te centraste mucho en la teoría, pero casi no hay ejercicios resueltos- dijo luego de un rato, hojeando el cuadernillo.

-Esas son mis dudas- respondí, dispuesto a proseguir con la fachada de frialdad, de la que ya me estaba cansando y de la que no podría vivir por mucho más tiempo.

Las horas pasaron, y yo me encerré en mi habitación.

Me la paso mirando por la ventana, esperando a que entre repentinamente por mi puerta y me diga que me ama, pero no lo hace.

EL NUEVO PRECEPTORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora