Capítulo 3: DESPEDIDAS

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¿Alguna vez se han visto en la penosa necesidad de querer llamar al mismísimo Padre Tiempo, y no saber cómo hacerlo?

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¿Alguna vez se han visto en la penosa necesidad de querer llamar al mismísimo Padre Tiempo, y no saber cómo hacerlo?

¿No?

Que terrible...

Tenia ya dos días sumido en mis pensamientos, analizando la mejor y posible manera de llamar a Cronos para hablar con él. Sin embargo, nunca tuve una idea decente.

¿Llamarlo a gritos? ¿Charlar con un reloj? ¿Meter uno al microondas?

Resoplé con fastidio e hice otra entrega a una de las mesas.

-Su orden- intenté sonreír, pero no salió tan natural como otras veces.

Ese día había llovido mucho, y tuve que cargar con una chaqueta extra.

-Ten una buena noche, Ji Yong. Nos vemos mañana- dijo mi Jefe, mientras cerraba la cafetería y todos los otros empleados comenzaban a marcharse en diferentes direcciones.

-Igualmente, señor Tablo.

Caminé con la mirada gacha algunas cuadras, aun perdido en mis pensamientos. Cuando llegué a mi departamento, tomé una ducha, preparé la cena y me quedé sentado a mitad de la sala, con Gaho y Jolie en mi regazo.

Los dejé descansar sobre el sofá y comencé a dar varias vueltas por la estancia, cruzándome de brazos. La lluvia aún podía escucharse golpetear insistentemente en las ventanas.

-Vaya que es difícil...- murmuré, sentándome a mitad de la sala y aún tratando de pensar en algo que hacer. Me había estrujado los sesos recordando si él había mencionado alguna manera de llamarlo, pero nunca encontraba nada.

De pronto, mi mirada se topó por casualidad con el reloj que estaba colgado en la pared. Aquél que misteriosamente se había detenido cuando Cronos estuvo en mi departamento hace ya varios días, y que había echado a andar normalmente después.

Era antiguo, una adquisición que había hecho cuando mi abuelo murió. De esos que al marcar las doce, un pequeño pájaro salía y emitía un "cucú". Siempre me había gustado, incluso desde muy pequeño.

Me puse de pie y lo descolgué con cuidado.

-Esto es lo mejor que se me ocurre para llamarte...- suspiré y lo levanté por encima de mi cabeza, con culpa -Mas vale que vengas o no valdrá la pena.

Cerrando los ojos, tomé un poco de fuerza para arrojarlo al suelo, pero la puerta del balcón se abrió de golpe, con un sonido estremecedor. La lluvia aún caía con fuerza y una fuerte ráfaga de viento se coló por todo el departamento.

Ahí, de pie a mitad del balcón y entrando a mi hogar, se erguía una figura alta y encapuchada. Reconocí el bastón casi al instante. No supe cómo, pero de un segundo a otro ya estaba de pie a mi lado, sosteniendo mis manos con fuerza, y arrebatándome el reloj.

EL NUEVO PRECEPTORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora