Capítulo 22.

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Antes de que me asesinen de modo masivo y cruel, estoy escribiendo (alza ambas manos) y voy a continuar. Ahora tengo más tiempo libre, al fin, para escribir.
Sin embargo tardaré posiblemente en actualizar hasta diciembre, tal vez lo haga antes de eso, pero aviso porque debo rendir un examen importante y tendré que estudiar.
Quiero agradecer a todos por estar allí y lamento no haber respondido a todos los momentarios, para ser sincera no lo hice porque no tenía fecha precisa de actualización y eso me avergonzaba. En mi defensa, he editado toda la historia :)

Disclaimer:
Los personajes de la siguiente Historia no me pertenecen, son propiedad exclusiva de Marvel Comics y Stan Lee, pero su trama es completamente mía. No autorizo la reproducción, ni la publicación de esta historia en otro sitio sin mi consentimiento, sea parcial o enteramente.

Capítulo 22.

«Se miró a sí mismo. Desde sus manos el azul avanzaba, invadiendo su piel, recordándole su nefasto origen mientras los patrones de símbolos extraños se dibujaban como un relieve.
Despertó sobresaltado, en un grito horrible, con la piel sudada, mirándose las manos que poseían ahora un evidente color azul.»

Sif dormía placidamente. Las noches de cama compartida ya no eran algo extraño ni incómodo, sí lo era el encontrarse a sí misma pensando en las ocasiones previas al sueño en la posibilidad de que esa fuera la noche en que el dios volviera a buscar un tipo más íntimo de cercanía. No había sido así esa noche, como ninguna de las anteriores a pesar de los besos diurnos y públicos en los que ambos solían parecer prolongar esos contactos, a pesar de la relación amena que parecían llevar ahora en una convivencia calma que hasta incluía interesantes charlas, cosas sin número que aprendía de él y por las que comenzaba a entender la tendencia de Loki a tener siempre un libro cerca. Las sombras aún se cernían en el cielo de la madrugada, unos pocos rayos lumínicos intentaban abrirse paso en el cielo cuando la guerrera se volteó de golpe para sentarse en la cama ante el grito que la despertó, haciendo que tanteara bajo la almohada en busca del puñal, olvidando que no estaba en su habitación y que hace tiempo ya que no dormía sola. Se giró para ver a su compañero de cama y sus ojos se abrieron ampliamente, oscilando entre el terror y la sorpresa. Alargó la mano con cautela para dirigirla al antebrazo de Loki, como hipnotizada por la azulina apariencia, sin embargo se detuvo en el camino cuando la exigente voz le asustó con su aspero grito.

—¡No me toques!— En los ojos rojos y casi húmedos podía leerse la ira, el auto-desprecio, la verguenza y la desesperación.

Sif se sobresaltó y su extremidad quedó suspendida en el aire, sus labios se abrieron pero nada salió de ellos. No podía definir si él iba a dañarla o no, algo dentro de sí le dijo que no. No sabía qué había sucedido, pero la forma agitada en que los hombros del pelinegro subían y bajaban le daban la pauta de había tenido una pesadilla. Él giró el rostro al costado opuesto, entonces ella lo supo, «se estaba escondiendo», estaba tan asustado como ella.

—Sólo fue un sueño...

Si había algo que caraterizaba a la guerrera, ello era la persistencia y la valentía. Volvió a alzar su mano y, como si lo advinara, el dios se encogió en su lugar, el esfuerzo por recuperar el control de la respiración era evidente.

—No te acerques.— El murmullo herido le hizo retorcer el estómago, los recuerdos de su travesía en Jotunheim llergaron a ella. «Temía herirla.»

Sif conocía el riesgo, las quemaduras que la piel de un gigante de hielo causaba podían ser realmente terribles, dolorosas, destructivas al punto de ser capaces de hacer añicos la carne. Tragó en seco y buscó el coraje que le faltaba, preocupada por él sin reparar en porqué le importaba tanto lo que Loki pudiera estar sintiendo. Cerró los ojos al momento en que estiró la mano lo suficiente como para tocarle, las puntas de sus dedos rozando el antebrazo desnudo en un tanteo arriesgado, esperando la segura quemadura de la que serían víctimas sus extremidades. Sif sonrió, no había habido efectos dañinos a su tacto a pesar de que sintió al otro tensarse instintivamente. Pero su pequeña victoria no duró mucho, de golpe Loki se giró, brusco y con un aspecto salvaje, furioso, el rojo llameante de sus ojos pareció incrementerse al verla sonreir.

—Ésto es lo que soy. ¿Te regocija el verlo? Búrlate, te has casado con el monstruo con que los padres asustan a sus hijos. Ahora puedes ir. ¡Ve! ¡Busca protección del Gigante de Hielo en tu amado Thor!

El estado salvaje de él se contagió a ella, cuya mirada se encendió también y sintió rabia, impotencia, una puntada de culpabilidad en el pecho por saber que era cierto que durante tanto tiempo había esperado secretamente a que el Príncipe caído volviera a sumergirse en la desgracia, por haber atribuido innumerables veces al alma de herida de Loki la cualidad de malvada afirmando que nunca cambiaría porque la crueldad estaba en su naturaleza, en la sangre Jotun que corría por sus venas. La expresión de Sif se cotorsionó y se mantuvo tiesa, petrificada por la increpación, reaccionando sólo cuando el le apartó de un manotazo rudo al que respondió por impulso cambiando el ángulo de su cuerpo, abalanzandose imprudente hacia él, acunando con ambas de sus manos el rostro de afiladas facciones y dermis azul, paseando sus iris por los intrincados relieves de esa piel mágica para acabar posandolos en esos rojos ojos.

—Vas a quemarte.— Fue la única reacción del Jotun que intentó forcejear para apartar su cara, alarmado por la idea de herirla, sin embargo ella no se lo permitió, afirmando el agarre de sus palmas en las mejollas heladas  de él.

—No vas a dañarme.

Un intento agrio de risa burlona sonó más bien como un triste y gutural gruñido.

—Hey, Loki.— Él aún se negaba a mirarla. —No estoy burlándome y... No eres un monstruo.— Los dedos de Sif se aventuraron a tocar, a recorrer con el pulgar la sinuosa línea de esos relieves que llevaban el sello del mundo de hielo. —Eres hermoso...— Había caído nuevamente en una especie de hipnosis, embelezada por la intimidad de tocarle, de contemplarlo de tan cerca de un modo que podía jurar que nadie más había hecho antes, sintiéndose privilegiada por la certeza de que él no se mostraría así ante nadie, avergonzado de su origen.

Loki chasqueó la lengua, confundido, enojado y ardoroso bajo su tacto, aún sintiendo en su cuerpo el estremecimiento de la pesadilla, tan real como una visión de un futuro que no deseaba.

—Te mofas de mí.— Le acusó en un siseo de advertencia.

—No es así.

—Alejate o voy a...

—No.

La determinación llameaba en los ojos de Sif, Loki conocía esa mirada a la perfección, ella no retrocedería, pero en su inusual vulnerabilidad, inseguro de sí mismo, no podía determinar si la sinceridad aparente en los ojos oscuros de ella eran un engaño. «¡Oh, cuánto deseaba creerle!»

—¿Es venganza?

Sif no respondió, su boca acortó la distancia provocadora, arrancándole un suspiro helado al príncipe de dos reinos. Ella se embriagó de su frío aliento y le demostró la verdad de sus palabras al sellarlas con un beso. El contacto suave murió lentamente, la guerrera se apartó y exhaló el humo fresco que absorvió de Loki.

—¿Te sabe a venganza?— Ella preguntó, y Loki olvidó que era azul, que era un Jotun en Asgard, olvidó su pesadilla y las cuentas pendientes con seres oscuros, aferró su mano a los cabellos sueltos de su esposa y atrapó sus labios, la luz despuntando de la mañana como téstigo cuando la piel brillante retornó a su aspecto habitual bajo las manos de Sif, en medio de un beso tan intenso que los precipitó abrazados en el lecho.





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⏰ Última actualización: Sep 09, 2017 ⏰

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El Dios del engaño y Lady Sif. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora