VEINTISIETE

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Lloré hasta caer en el sueño.

Me revolví en mis sábanas y solté un gruñido al despertarme en mitad de la noche. Mi almohada seguía un poco húmeda por todas las lágrimas que habían caído sobre ella.

Miré a la mesilla junto a mi cama esperando encontrar mi iPhone, para chequear la hora, pero mi padre aún no me lo devolvía.

Sentí algo chocar contra la ventana, sobresaltándome del susto. El ruido se escuchó repetidamente.

Me quedé sentanda sobre mi cama, con la duda si asomarme o no. Acababa de despertarme, por lo que estaba algo confundida.

El ruido se detuvo por un momento y me levanté lentamente, con mi corazón casi saliéndose de mi pecho. Me asomé por la ventana y vi a August, cubriéndose la cabeza con la capucha de su sudadera gris. Le quedaba tan bien.

"¡Sarah!" Dijo en voz baja, pero lo suficientemente claro, como para que yo lo entendiera.

Me escondí de manera inmediata y apoyé mi espalda contra la muralla fría.

"Mierda, mierda, mierda" Mis manos me temblaban de los nervios.

Cómo se suponía que lo viera como el August de siempre, después de haber sabido lo que me hizo.

Una piedra pequeña volvió a chocar contra mi ventana. Respiré profundo antes de volver a asomarme para pedirle que se detuviera antes de que despertara a mi padre.

"¿Podemos hablar?" Se veía desesperado.

Suspiré y asentí. Caminé hacia el espejo de mi habitación y me eché un vistazo.

Mis ojos se veían cansados e hinchados. Mi cabello estaba desordenado e hice mi mejor intento para disimularlo con una cola de caballo.

Abrí la puerta de mi habitación intentando no hacer ruido. Caminé en puntillas por el pasillo y bajé las escaleras con cuidado.

Salí por la puerta de la cocina y ahí estaba él.

Estaba de espaldas con las manos en los bolsillos.

Se dio la vuelta y me miró de arriba abajo.

Cruzé mis brazos al sentir el frío de la noche.

"Te eché de menos" Dijo sin soltar su mirada sobre mí. 

 Yo permanecí en silencio.

"Yo más" Contesté en mi cabeza.

"Sarah" Intentó poner su mano sobre mi brazo, pero yo me aparté.

"¿Qué quieres August?" Intenté disimular el nudo que tenía atascado en la garganta.

"Te fui a ver en el hospital, pero ese hijo de puta... Todo se fue a la mierda tan rápido. Debes decirle a tu padre que..." Negué con mi cabeza.

"No"

"¿A qué te refieres?" Se veía confundido por mi actitud.

"No te quiero ver, August. Nunca más" No podía creer mis propias palabras.

Mentira. Puta mentira.

"No comprendo" Frunció su ceño y yo intenté parecer lo más firme posible.

"¿Recuerdas lo que me ocultaste?" Mi voz se quebró con tan solo referirme a ello. "Me destrozó por dentro. He tenido pesadillas las últimas semanas. Despierto temblando, me asusto cuando la gente se acerca demaciado, me doy asco a mi misma. Antes eran solo imágenes borrosas pero ahora todo es tan..." Fue entonces cuando me quebré frente a él.

"¿Quién te ha dicho?" Se veía triste.

"Se que es mi culpa, siempre lo es" Mi estómago dolía al recordar.

"No digas eso, no es fue tu culpa. Y nunca lo va a ser"

"Siempre estuve convencida de que sería algo inolvidable pero, ¿por qué mierda se siente como lo contrario? ¿Por qué mierda cada vez que intento pensar en ello, me duele el pecho?"

"Sarah" Yo lo ignoré.

"Creo que es mejor que no nos veamos" Susurré lo suficientemente alto como para que me escuchara.

"Pero..."

"Vete" Respondí sin querer escucharlo.

"Bien" Se veía molesto. 

Sacó un sobre de su bolsillo y me lo arrojó sobre mis pies descalzos.

Sin despedirse, se marchó en un vehículo que nunca le había visto.

Me quedé ahí sin moverme, observando como se alejaba, dejandomé ahí, en pedazos.

Miré el sobre de papel que se encontaba en mis pies y me agaché para tomarlo.

Entré a la casa y caminé hacia mi habitación dejando un recorrido de gotas saladas sobre la madera del piso.

Me acosté en la cama y observé el sobre que tenía en mis manos.

Decía "Sarah" en la parte trasera, con la típica letra cursiva de August.

La presioné contra mi pecho y lloré.

"Lo peor de todo es que aún te sigo amando" Susurré.

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