Había pasado un mes.
Un mes desde que me había enterado de la verdad.
Vivía cansada, había vuelto a la rutina de tomar píldoras para "sentirme mejor, y no como una mierda".
Tenía que visitar a un anciano que se suponía que me ayudaba, pero lo único que hacía era escucharme y escribir en su puta libreta.
Siempre me preguntaba qué demonios escribía. Habían veces que yo no decía ninguna palabra durante toda la sesión, pero aún así, el no dejaba de escribir.
No fui a la escuela por tres semanas y Axel me decía los rumores que se inventaban sobre dónde me encontraba y qué me había sucedido. La creatividad de algunos chicos para inventarse cosas era increíble.
Mi padre puso una denuncia en contra de Thomas y limpió el nombre de August. Echaba de menos a mi amigo, pero el estaba convencido de que yo estaría mejor sin verlo.
Pero se equivocaba.
"Sarah" Me llamó el anciano con su cuaderno entre sus manos. Estaba sentado sobre su silla de cuero, con una pierna cruzada.
"¿Ah?" Respondí saliendo de mi trance.
"¿Quieres decir algo?" Preguntó con una voz solemne.
Tenía arrugas alrededor de sus ojos, su cabeza era calva y tenía una nariz perfecta. Sus rasgos iluminaban su rostro. Debió haber sido apuesto cuando era joven.
"Sí" Mi garganta estaba seca y tomé por primera vez, el vaso de vidrio lleno de agua que estaba sobre la mesa, en el mismo lugar, en todas las sesiones. Tomé un sorbo y sentí como el líquido frío refrescaba mi garganta. "La verdad es que no sé que..." Mis manos sudaban y temblaban. Intenté ocultarlo pero vi como sus ojos se desviaban hacia ellas y luego volvían hacia su cuaderno, donde volvía a escribir.
"¿Cómo te describirías a ti misma?" Su pregunta me hiso atragantarme con el agua que estaba bebiendo. Miré la pared llena de estúpidas frases motivacionales y suspiré negando con la cabeza.
"Esto es absurdo" Comenté con amargura.
Sabía que estaba siendo maleducada, pero estaba irritada. No quería contestar su pregunta y pareció haberlo notado. "Yo..." Mi cabeza me daba vueltas por la variedad de insultos que pasaban por mi mente, abofeteándome. "Soy débil" El anciano dejó su cuaderno sobre la mesa y me miró sin cambiar de expresión.
"Explícame" Su voz era tan serena que me sacaba de quicio. Verlo sentado ahí, sin expresión alguna, queriendo escucharme a mi, una patética y miserable adolescente, víctima de bullying y abuso sexual.
Le envidiaba por tener una vida normal y no sentirse como una mierda en el mundo, o al menos por ser capaz de aparentarlo.
"Estoy harta de esto. ¡Odio esto! ¿Cómo me describiría a mi misma? ¿Qué clase de pregunta es esa?" Me levanté bruscamente de mi asiento. "¿Quiere ver cómo me siento ahora mismo?" Alcé mi voz sin conseguir ninguna reacción por parte del sicólogo, quién no quitaba su mirada sobre mi. Tomé el vaso de vidrio en mi mano y lo solté, dejándolo caer y destrozarse en pequeños pedazos, esparcidos por la madera. "Así me siento todo el puto tiempo" Pisoteé violentamente los pedazos de vidrios con mi bota y salí de la oficina. Sentí miradas sobre mi al salir por el recibidor, caminando directamente hacia la salida que daba hacia la calle.
Las puertas de vidrio se abrieron automáticamente y caminé llorando por el pavimento. Las bajas temperaturas me pusieron la piel de gallina y crucé mis brazos, cuando comencé a tiritar.
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Electricity
Teen Fiction¿Qué sucede si uno se enamora de la persona indicada, en el momento incorrecto? Sarah, una chica por cumplir sus dieciocho años, vuelve a su secundaria, después de un poco más de un año bajo controles médicos, para finalmente graduarse. Quiere volve...