Capítulo 35 -La despedida-

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La noche seguía inundando Stayville cuando la fiesta terminó. Claire y Nick caminaban por la calle, cansados de tanto bailar y cantar.

—Menuda fiesta. —rio Nick pasándose una mano por la frente y limpiándose el sudor.

—Ha estado genial. —afirmó Claire exhausta. Estaba feliz, pues aunque aquello no había sido nada romántico de pareja, era feliz siendo amiga de Nick. Sabía que él no sentía nada por ella, y no era justo que ella intentase algo con él, pues no tenía ninguna esperanza de que aquel sentimiento fuese correspondido.

—Te acompaño a tu casa. —se ofreció Nick tratando de ser amable y Claire se lo agradeció en silencio.

Llevaban un buen rato caminando cuando comenzó a llover, al instante los truenos y los rayos hicieron acto de presencia.

—¡Qué mala suerte que llueva justo ahora! —Claire habló alto, intentando que su voz se oyese a pesar de aquellos truenos tan fuertes. Su vestido comenzó a empaparse y notó como se le pegaba al cuerpo. En un suspiro, trató de recogérselo, mientras con otra mano se quitaba los tacones de sus dolidos pies. No los aguantaba. ¿Qué era esa tontería que decía todo el mundo de que para presumir hay que sufrir? Los zapatos de tacón podían ser muy bonitos, pero eran un infierno lleno de dolor y ampollas.

Cuando se incorporó observó a un Nick que no dejaba de mirar a su alrededor.

—No es una tormenta normal, es Charlotte Hunter. —explicó rápidamente Nick—. Corre, se está enfrentando contra alguien.

El chico plateado avanzó rápidamente hacia el bosque que se alzaba a su izquierda y comenzó a correr. Claire le siguió el paso corriendo, pero apenas podía con aquel vestido. Se detuvo, y agarrándose un trozo de tela, lo rompió. Sabía que Leisy la regañaría por aquello, pero necesitaba cortarse el vestido si quería correr más rápido. Era por una buena causa.

Nick se detuvo cuando se encontró a una Charlotte Hunter furiosa que no dejaba de lanzar rayos contra su propio hermano, dejándole cada vez más debilitado, ya que se transportaba tratando de esquivarlos, y le costaba cada vez más esfuerzo. En cambio, Charlotte no parecía debilitarse a cada rayo que lanzaba. Claire no vio detenerse a Nick y se chocó contra la espalda de él, ambos cayeron al suelo saliendo fuera de su escondite, y descubiertos por una Charlotte sorprendida.

—Vaya, vaya, vaya... —sonrió Charlotte—. Justo lo que quería, a mi queridísima prima.

Nick ayudó a Claire a ponerse en pie, y rápidamente se colocó delante de ella, protegiéndola con su cuerpo. Claire se sintió inútil al sentir que tenía dones poderosos, pero que no podía emplearlos si siempre la estaban protegiendo. No sabía cuáles eran los dones de Nick, sólo sabía que uno era la velocidad. ¿Pero cuáles eran los demás? Nick nunca se lo había dicho ni tampoco los había visto. Sabía que tenían que ser muy poderosos para que nunca los utilizase.

—No la tocarás. —defendió Nick. Y Charlotte miró hacia Edmund Rhodes.

—¿A cuál de los Rhodes debo matar primero? —rio Charlotte en una fuerte carcajada. Alzó la palma de su mano contra Nick, y lanzó su rayo. A lo que Nick apartó a Claire rápidamente, simplemente se habían movido unos metros, y parecía que había sido en una velocidad sobrehumana. Cuando Charlotte volvió a apuntar contra Nick, no disparó, si no que movió rápidamente su mano hacia a Edmund, sorprendiendo a este y disparando su rayo, que le dio de lleno. Edmund abrió los ojos como platos al sentir como el rayo invadía su cuerpo, destrozándole por dentro.

—¡NO! —gritó Nick lleno de pánico. Pero no se apartó de Claire. Charlotte sonrió orgullosa.

—Lo siento. —murmuró Edmund mirando a su hermano, y cayó de rodillas. La sangre le salía por la boca a borbotones. Pero antes de caer al suelo, desapareció. Se había transportado a otro lugar. Claire deseó que allá donde se hubiese ido, fuese un lugar en el que pudiesen curarlo.

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