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21 de abril.

Acabo de recordar cómo fue que nos conocimos, así que, escribiré un poco sobre ello con la esperanza de que mi recuerdo vuele hasta ti. 

Todo sucedió hace dos inviernos atrás, una semana antes de nuestras vacaciones para las fiestas. Estaba en la escuela, realizando un segundo examen de recuperación para álgebra y necesitaba obtener al menos un 90 o suspendería el curso. Sin embargo, a pesar de que había estudiado muchísimo, estaba tan nerviosa que olvidé todo lo que sabía. Me quedaban quince minutos para entregar mis respuestas y tenía más de la mitad de las preguntas sin resolver. Los demás estudiantes, quienes me acompañan en la misma situación en la que yo estaba, comenzaron a marcharse hasta que, de pronto, el salón de cincuenta personas se redujo a tres: el profesor, tú y yo.

El reloj hacía tic y mi corazón se sincronizaba con el tac. Iba a perder, mi madre me matarían era mi fin.

Un «psst» se coló entre mis pensamientos. Al principio, pensé que lo estaba imaginando, luego me di cuenta de que provenía de ti. Intentabas decirme que intercambiáramos nuestros exámenes. Tú ya habías terminado y el espacio de tu nombre era lo único que estaba en blanco. Te creí loco y pensé que se trataba de una broma de mal gusto, pero el brillo en tus ojos denotaba honestidad y supe que era algo en serio. 

—El profesor se dará cuenta, no puedo hacerlo. —Fue lo único que pude decir. No era inteligente, pero tampoco me gustaba copiar. 

—Lleva dormido desde hace veinte minutos, tómalo, insisto. 

Estaba tan preocupada en mi examen que no me di cuenta que lo que decías era cierto, el señor García dormía sobre el escritorio como nunca lo hubiese imaginado. ¿No podría darse cuenta si hacíamos ese pequeño cambio, o sí? Con la desesperación corriendo por cada vena de mi cuerpo, acepté tu ayuda. Escribí mi nombre en el examen y, en cuanto pude, salí apenada del salón. 

Iba a marcharme a mi casa, pero justo antes de salir de la escuela, tú llegaste hasta mi encuentro y preguntaste si quería acompañarte a ti y a tus amigos a comer algo. Yo solo podía pensar en cómo habías terminado tan rápido el examen. Aunque te supieras las respuestas de memoria, no había tiempo suficiente para entregarlo completo. Nunca lo supe realmente, pero lo cierto es que, eras una persona muy insistente y yo ni siquiera recordaba lo que sentía salir con otras personas, así que, terminé accediendo.

Yo no lo sabía, pero aquel encuentro fue tan solo el primero de muchos que estaban por llegar. Los escenarios de estrellas, se juntaron a nuestro favor en el universo durante varias ocasiones, y en menos tiempo de lo esperado, te convertiste en mi gran confidente.

Hablábamos todos los días, por largas horas, hasta que alguno de los dos se quedaba dormido. Siempre había algo nuevo por decir y cuando se nos acababan los temas, solo contábamos cualquier chiste sin sentido que se nos ocurriera.

Jamás podría aburrirme de ti. Te convertiste en mi mejor amigo, algo que nunca había tenido antes, al menos no que yo me recordara y, para serte honesta, se sentía bien tener a alguien en quien confiar, con quien reír, con quien amar. 

Es una lástima no poder tenerte ahora. Te extraño muchísimo, pero las constelaciones no pueden hacer nada para cambiarlo. Lloro en tu ausencia, me lamento en tu silencio. No puedo retroceder el tiempo, no puedo decirte que te quiero.

Ya no puedo pasar por tu casa, tu madre y hermanas se mudaron hace un mes. No puedo llamar a tu teléfono, alguien más ya tiene tu línea. No puedo esperarte en el autobús, otro ya ocupa tu asiento.

El mundo siguió girando, cada vez más rápido y sin ti. A veces me preocupa que se estén olvidando de que, hasta hace un año, tú también respirabas nuestro mismo aire.

Quizás eres polvo cósmico, quizás aún buscas tu hogar.

Ojalá hubieses sabido que siempre tendrías uno en mi corazón.

Lo siento, ya no puedo escribirte más. Es todo por hoy.

Te extraña,

Hailey.

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Gracias por leer ❤.

Ruta 133: el último adiós | Terminada |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora