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28 de junio, 20--.
Hablemos de nosotros. Sí, «nosotros» porque en un pasado, no muy lejano, aún existíamos como pronombre personal en plural.
Nunca tuve muchos amigos, conocía a varias personas de la escuela y los campamentos a los que había ido, pero, después de todo, solo eran eso, conocidos. Por eso casi siempre estaba sola, porque las relaciones con las personas y conmigo nunca funcionaban. Me empecé a acostumbrar a la soledad, sin darme cuenta que eso alejaba a todas los demás que podían interesarse en mí.
Después de todo, me había acostumbrado a que fuera así y cuando alguien, por un mísero instante siquiera, se enfocaba en mi persona, tenía ese presentimiento de que se marcharía pronto.
Así sucedió contigo y conforme fue pasando el tiempo, algo en mi interior intuyó que nos estábamos acercando al final. Comencé a contar los días que hacían falta para que se cumplieran dos dos meses exactos desde nuestro primer encuentro, ya que, ese solía ser el límite de tiempo en que las personas y yo podíamos interactuar.
Cuando los sesenta días pasaron, volví a tomar el autobús a la escuela, a sentarme en mi antigua mesa en la cafetería y caminar sola por los pasillos. Aguardé a que todo regresara a la antigua normalidad, pero nunca lo haría.
En la salida, estabas aguardando por mí con los brazos cruzados y la gorra que le habías robado a mi padre unos días antes. Me preguntaste si estaba enferma y por qué no me habías visto durante todo el día. Respondí que se me había hecho tarde, así que, tuve que tomar otras rutas. "¿Y qué pasó el resto del día?" Inquiriste de pronto. "Estuve por ahí, ya sabes". Contesté extrañada.
Algo no cuadraba. Tal vez había contado mal los días, a lo mejor me había confundido y los dos meses no se cumplirirían hasta la mañana siguiente. Bien, en ese caso, aún tenía unas cuantas horas extra con amigos.
Al día siguiente, hice lo mismo pensando que esta vez, el adiós era definitivo. Sin embargo, de nuevo, estabas esperándome en el mismo lugar que hacía veinticuatro horas atrás.
"¿Y hoy dónde estabas? Ayer hice donas con mis hermanas, insistieron en que te trajera una, pero me dio hambre y me la comí, lo siento."
De nuevo, supuse que se trataba de un error. Quizás, el final era el día siguiente... Definitivamente lo era.
Me preparé para todo, pero no fue así. Continué corriendo los días esperando a que te marcharas, ¿sería a los tres meses? Me obsesioné tanto con ello hasta que te diste cuenta que algo no estaba bien. Nos encontrábamos en casa de Joel, uno de tus amigos y estábamos esperando a que trajeran la pizza que habíamos ordenado. Entonces, me llevaste a otra habitación y preguntaste por todo.
No sabía cómo explicarlo, ibas a pensar que estaba loca. Me tomó unos minutos hacerlo y, al terminar, noté que estaba llorando. Las cosas son más profundas cuando las dices en voz alta, ahora lo sé.
Pensé que reirás, que se lo contarías a los demás. En su lugar, me tomaste entre tus brazos y me prometiste no marcharte jamás. Dijiste que era tu amiga, que no podrías abandonarme nunca.
Seguí llorando, pero en ese momento, tenía otro motivo para hacerlo. Al fin tenía un amigo, uno de verdad. ¡Qué bien se sentía eso!
¿Te confieso un secreto ahora?
Fuiste el mejor amigo que pude tener y no me arrepiento de nada.
Ojalá aún estuvieras aquí, gracias por todo.
Tu amiga,
Hailey.
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Ruta 133: el último adiós | Terminada |
Short StoryPrimer lugar, premios Chicos tinieblas 2019. ☆☆☆ Fuego y gasolina. Hielo y combustión. El universo los creó juntos, las galaxias cuidaron de su luz, pero una inesperada explosión cósmica, les arrebató el estrecho destino que lograron construir. ☆☆☆ ...