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16 de mayo.

Tú y yo siempre fuimos muy diferentes, tal vez no lo he dejado en claro en las cartas anteriores, pero lo intentaré hacer en esta.

Tú, un metro ochenta, piel morena y ojos jazmín. Yo, un metro cincuenta, piel blanca y ojos canela. 

Sé que fuimos creados para habitar en galaxias distintas, nuestro encuentro debió ser planificado como un mísero instante, siendo separados por millones de años luz.

Tenerte en mi vida, fue el mejor deseo que pude pedir a las estrellas fugaces. No lo pude ver desde un principio, pero, a tu lado, me convertía en una mejor versión de mí misma. Me mostrabas el mundo desde otra perspectiva y abrías mis ojos ante la aventura. Solías invitarme a perder el control y asumir retos de los que no me sentía capaz de realizar, aunque de todas formas, lo hacía porque me sentía viva. 

Conocer a tus amigos, invitarme a sus clubes e incluirme en sus juntas era como adentrarme a un mundo donde, por fin, lograba encajar y me sentía segura, querida y especial.

Todavía si los demás se sumergían bajo el alcohol y estaban tan ebrios que no podían hablar; aún si tenía miedo de verlos perder el control y cometer actos impuros; encontraba un lugar contigo, cuando a media noche, nos fugábamos a los patios traseros y reposábamos sobre el césped viendo al cielo brillar, como si se tratara de la mejor obra inédita de Vincent van Gogh.

Por primera vez, lograba sentirme como lo que se supone que una adolescente debe sentirse. Una chispa crecía en mi interior, la tiniebla comenzaba a disiparse. Eso me  maravillaba.

Yo era la deprimida, gorda y solitaria adolescente que amaba el humor negro antes que creer en cuentos felices. Tú eras el alma de la fiesta, el que decía "sí" a todo, el que nunca se rompía. 

¿Quién iba a imaginar que nuestro "yo verdadero" estuvo invertido por todo ese tiempo?

Resultó que yo no estaba tan maldita como creí. Pero tú tampoco eras tan feliz como todos decían.

Me hiciste descubrir que también podía ser luz, a cambio, yo llegué demasiado tarde para darme cuenta que tú aún ocultabas un poco de oscuridad en tu interior y que mientras más intentaste salvarme, más ayuda pedías.

Perdona por no haberme dado cuenta de eso antes, merecías mucho más. 

Ojalá me hubiese interesado en preguntar más veces sobre cómo te sentías. Ojalá me hubieras respondido con sinceridad. Ojalá todo fuese distinto.

Pensándote mucho,

Hailey. 

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Ruta 133: el último adiós | Terminada |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora