⋆ 1:03 ⋆

38 4 0
                                    


☆☆☆

18 de agosto, 20--

Una parte de mí, siempre quiso ser del tamaño de las estrellas. Quizás, en el pasado, solo así hubiese podido cuidar de ti.

Cuando tu madre tuvo una recaída y se alcoholizó tanto que pasó días enteros en cama y noches en la nubes, fui yo quien estuvo presente para levantar cada pedazo de ti que se desvanecía al verla en aquel estado. 

Cuando el Gobierno le quitó la temporalmente custodia de tus hermanas y se la concedió a tu abuela, quien vivía a miles de kilómetros de tu casa, estuve ahí para calmar tu dolor de su partida y prometerte, falsamente, que todo estaría mejor.

Cuando regresaste a la oscuridad, que creíste haber abandonado hacía mucho tiempo atrás, pensé que sería lo suficientemente fuerte para sacarte de ella, como tú lo hiciste conmigo.

Quise reconstruirte porque no soportaba verte tan triste, tan gris, tan humano.

Pero la verdad es que, durante todo ese tiempo, lo que yo sabía de ti era una nada a comparación del daño que habías ocultado.

Tu madre no trabajaba en el supermercado, ni en el almacén de ropa que me dijiste. Ella trabajaba en la prostitución, era alcohólica, drogadicta e infeliz. Tu padrastro, del que habían huido cuando eras niño, solo era un cliente posesivo del que intentaban huir, como el que alguna vez fue tu padre.

Tus cicatrices nunca fueron a causa de caídas o quemaduras cocinando, eran la evidencia de lo mucho que amabas a tu madre y de lo costoso que era defenderla cuando los hombres que hacían negociosos con ella y terminaban maltratándola. 

Intenté curar tus heridas, pero la distancia que se interponía entre los dos, era cada vez mayor. Me sentía tan impotente, tan molesta, todo iba cuesta abajo contigo.

Comenzaste a beber también y tu cabeza se centraba en las copas, aunque tu mente estaba en mi corazón. 

Nunca podría borrar los problemas familiares, la agresión, ni el abuso. No podía ignorar tus moretones, tu actitud negativa o tus rechazos. Tu armadura se quebraba ante mis ojos. Ardías en llamas de auxilio. Quise hacer tanto por ti, pero tú no me dejaste hacerlo y, cada vez, hablábamos menos. Tal vez, ese solo fue el inicio del fin de nuestra relación.

En la lejanía, solo éramos dos rostros abstractos buscando reencontrarse en el abismo del olvido.

Lamento no haber sido suficiente como tú lo fuiste para mí; no haberme dado cuenta de que necesitabas más [amor] de lo que podía entregar.

Debí estar ciega durante mucho tiempo, creyendo que los monstruos solo me afectaban a mí. Pero el mal está en todas partes y daña a todos por igual, pedir ayuda o no es un dilema, aceptarla o dejarse morir, es la perdición.

El tiempo ha volado, tu ausencia es indescriptible y es demasiado tarde para vivir de nuevo.

Perdóname, al menos lo intenté.

Hailey.

☆☆☆

Ruta 133: el último adiós | Terminada |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora