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31 de diciembre.

Es el último día del año. Las campanas están a punto de tocar.

Es tan curioso ver a las personas a mi alrededor que van de un lado a otro, lucen agitadas y muy ansiosas. Este es un renacer para todos, una nueva oportunidad para convertirse en todo aquello que siempre desearon, casi puedo escuchar cómo susurran sus propósitos del nuevo año a mis oídos.

La euforia los toma en sus brazos. Debería festejar con ellos, pero esta celebración nunca me gustó. Solía llorar en brazos de mi padre cada 31 de diciembre, me negaba en aceptar que algo de mi vida iba a cambiar. Papá ya no quiere que llore ahora y el cambio no me asusta más, creo iba en serio cuando te dije que me hacía más madura.

Hay ciertas cosas que jamás voy a poder comprender en su totalidad. Por qué te fuiste tan pronto, por qué sufriste tanto, por qué a mí me lastimaron o por qué no estábamos destinados a tener nuestro felices por siempre.

Éramos dos adolescentes intentando sanar sus heridas entre sí. Uno que las ocultaba bajo capas de orgullo, popularidad, fiestas y amigos, otra que las cubría con su ropa negra, sus kilos "de más", sus dibujos misteriosos y su silencio.

Al final de todo, estábamos rotos, Teníamos una historia, igual de triste, igual de certera e igual de injusta. Y quisimos salvarnos, ahora lo sé. Lo intentaste tanto como yo, porque también querías liberarte. Es una lástima que las cosas no siempre salgan como se esperan.

Sin embargo, nos amamos. Aún si el tiempo fue poco o mucho, realmente no importa, porque cuando hay sentimientos de por medio, todo es relativo. Y sé que nos quisimos tanto como pudimos hacerlo, de eso no me arrepiento.

Ahora entiendo cuánto tuviste que mentir cada vez que decías estar feliz, cuando era todo lo contrario y que hiciste todo eso y mucho más, para que personas como yo pudiéramos vivir, porque sentías que ya no había más esperanza en ti.

Siento tanto que te hayas marchado sin tener la oportunidad de ver lo maravilloso que puede ser el mundo cuando dejas ir tu dolor; pero pienso que, de todas formas, lo lograste, porque ahora eres polvo cósmico, ahora eres libre, ahora eres todo lo que siempre anhelaste.

En un minuto y treinta segundos las personas a mi alrededor gritarán "Feliz Año Nuevo", se tomaran en brazos y tal vez hayan lágrimas de emoción.

Con ese acto, cerrarán un capítulo de su vida, por siempre, para abrir otro lleno de aventuras.

Con esta carta, yo termino una historia. Nuestra historia.

Desearía que pudieras decir que estás feliz de mi persona, que me quieres o que me extrañas, pero sé que no importa donde estés, siempre estarás ahí. 

Solo quiero pedirte que dejes de preocuparte por mí,  estoy bien. Esta vez, lo digo desde el fondo de mi corazón y es verdad, estoy bien.

Feliz Año Nuevo. Besos y abrazos,

Hailey.

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La chica lo dijo todo ya, ¡Feliz año nuevo lectores míos! Gracias por hacer de este año lo mejor que me ha pasado en la vida. He crecido más de lo que esperaba en este tiempo, yo también estoy orgullosa de mi misma, de las cosas que he hecho, dicho y pensado y no puedo arrepentirme de nada, todos los actos y decisiones que te tomado —sean buenas o malas— forman mi carácter y personalidad.

Atrévanse a probar cosas nuevas, a ir por el cambio, a ser lo mejor de ustedes mismos. No de den por vencidos, luchen si es algo que vale la pena, sean felices.

Y lo más importante: amen. Sí, amor es lo que necesitamos todos, el mundo estaría mejor con eso.

Los amaré hoy y siempre,

Elisa.

Ruta 133: el último adiós | Terminada |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora