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18 de noviembre, 20--

Han pasado tres meses desde que comencé a ir con la psicóloga. Tres meses desde la última vez en que te escribí. Las primeras dos sesiones me limité a llorar y balbucear sobre lo que sentía, quería e imaginaba. Pero ahora, creo que me estoy sintiendo un poco más cómoda con la idea de contarle mi vida a una extraña.

Un día, le dije que no me gustaba ir a su consultorio porque era muy gris y me hacía sentir abrumada; así que, para a la siguiente sesión, había colgado una bella imitación de la Noche Estrella en una de las paredes. Después fue un da Vinci, seguido de un Rembrandt y un Picasso. Sé que lo hizo porque quería que me sintiera mejor con ello, para ser honesta, realmente lo logró. Fue especial entrar a aquella habitación y ver cómo el color empezaba a reinar sobre aquel sitio tan lúgubre y callado. Fue una manera de hacerme saber que podía confiar en ella, aunque fuera de a pocos.

Creo que debe hacer muy bien su trabajo porque comienzo a sentirme bien, pese a que me asusta hacerlo. Me ha pedido que deje de recordar los malos momentos y piense sobre todo lo bueno de ti y de nosotros. Incluso, me sugirió que te escribiera una carta, si tan solo supiera que, a este punto, esta es la duodécima que te escribo; sin embargo, creo que es la primera donde, invocar a tu recuerdo, no me duele demasiado.

 No imaginas cuánto ansío tenerte de vuelta, pero quiero pensar que ahora estás salvo, que todo es mejor. Extraño al chico que decía amarme, que recitaba poesía de William Blake a mis oídos y que me daba conciertos con las canciones de The Fray. Pero no siempre tenemos lo que deseamos. 

De ahora en adelante, te pensaré como una estrella, quizá la más grande de todas, porque sé que ahí es donde debes estar, en la luz,  brillando y siendo feliz.

Ya no siento la culpa de lo que sucedió sobre mis hombros, quise ayudarte e intenté con todo lo que estuvo a mi alcance para hacerlo; pero que tú no estés aquí, hoy, no significa que lo que hice no fue útil. Tampoco justifica que lo que hiciste fuese lo correcto. Tan solo implica que somos libres para curarnos de nuestro pasado y levantar la frente para aceptar el futuro.  

Somos libres. Eso es magnífico.

Hasta las estrellas,

Hailey.

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Ruta 133: el último adiós | Terminada |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora