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10 de junio.

A veces pienso en tus hermanas, porque sí, también las recuerdo a ellas. Las dos dulces y hermosas hermanas gemelas tuyas.

Según un rumor de la escuela, ellas eran tus hijas. Al parecer habías embarazado a una chica en el pueblo donde anteriormente vivías, vivieron juntos por un tiempo, pero las cosas no funcionaron y te llevaste a las niñas contigo. Te mudaste con tu madre a este lugar, pero quisiste regresar a la escuela y por las noches trabajabas en un restaurante para pagar los gastos.

No sé cómo pude creer aquella historia, cada vez que vuelvo a pensar en ella, suena tan poco creíble que me sorprende lo fácil que es manipular la verdad.

Jamás embarazaste a una chica, tampoco huiste con tus supuestas hijas. Pero lo que sí pasó fue que tu padrastro embarazó a tu madre y, al enterarse de que esperaban, no a uno, sino a dos bebés, la amenazó con asesinarte si no abortaba de inmediato. 

Escaparon de casa mientras tu padrastro aún no regresaba de una borrachera con sus amigos. Salieron con una sola maleta y lo dejaron todo, sin siquiera ver atrás.

No pudiste decirle adiós a tus compañeros de salón, ni volviste a ver a la maestra de la que estabas enamorado desde segundo grado. Tu madre tuvo que conseguir dos empleos para intentar mantenerse y cuando tuvo a las gemelas, fuiste tú quien se encargó de cambiarles los pañales, alimentarlas y hasta bañarlas porque ella jamás llegaba a casa.

Hasta la fecha, seguías cuidando de ellas, incluso cuando ibas de fiesta..., yo no me había dado cuenta y dudo que los demás lo hicieran, pero nunca dejaste que algo malo les pasara.

Lloré durante media hora en cuanto me lo contaste todo. Te había juzgado tan mal. En la escuela ni siquiera aparentabas eso. Muy en el fondo, tenías un corazón lleno de amor y bondad pura y eso lo evidenciabas en el gran cariño que le tenías a esas criaturas.

Cada vez que me hablabas de ellas era como si su vida dependiera de ti, debías protegerlas y estabas dispuesto a lograrlo. Decías que eran tu pequeño tesoro, tú las mantendrías a salvo.

Les trazabas mundos con sueños y esperanzas; siempre fuiste muy cuidadoso y responsable.

Probablemente, de alguna forma u otra, sabías que chicos como tú (u hombres como tu padrastro) podrían dañarlas y no querías que alguien pudiera acabar la inocencia y la felicidad que las caracterizaba.

A lo mejor querías que ellas tuvieran lo que tú no tuviste nunca. Que crecieran siendo lo que no lograste ser.

¿Fue eso amigo?

¿Fue por eso que desapareciste, porque creíste que no serías tan especial como ellas lo merecían?

¿Es que acaso creíste que ya no podrías protegerlas de todo?

Justo ahora, solo quisiera pedirte una cosa.

Espero que estés donde estés, cuides de ellas por siempre y que algún día, cuando sean mayores y logren comprender cosas como estas, les hables de mí a través de sueños, de estrellas, del viento o de lo que sea y les digas lo mucho que las quise también y de lo mucho que las voy a extrañar.

Porque eso es lo que yo haría en tu lugar.

Sé libre,

Hailey. 

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He llorado escribiendo esto.


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