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1 de diciembre, 20--
Volví a leer Romeo y Julieta y no había dado cuenta de la persona que me he convertido en todo este tiempo, hasta que repasé la última página tres, cuatro o cinco veces y noté que no podía detener a las lágrimas corriendo por mis mejillas.
La primera vez que leí Romeo y Julieta no pude entender por qué las personas admiraban a Shakespeare por sus obras. Tenía más expectativas en la historia y creí que encontraría la magia que todos decían hallar a través de las letras de alguien tan reconocido como él; pero, no pude hacerlo. Todo era vacío, una ilusión, un final incierto, dos corazones roto, todo era negro.
Lo leí una segunda vez y, en lugar de estar decepcionada, me sentí muy enfadada, ¡había desperdiciado otras cuatro horas de mi vida leyendo algo que nunca me haría sentir nada! Mi enojo tenía tal grado que lo notaste de inmediato y preguntaste qué me pasaba. Entonces te dije que estaba segura que yo podría ser mejor escritora que ese tal William, ni siquiera se merecía toda la atención que recibía. Por supuesto, yo no sabía que ese era uno de tus libros favoritos, tampoco sabía que, después de hablar con tanto detalle por qué esa obra no valía la pena, tú ibas a refutar cada argumento que construí a la perfección, para terminar convenciéndome de que ese libro necesitaba una tercera oportunidad.
"Sí, te prometo que lo voy a leer", fue lo último que dije luego de pasar discutiendo por horas sobre el clásico romántico. En el fondo, solo lo decía porque ya estaba aburrida de oírte alabar a ese hombre y porque, en secreto, envidiaba el talento que tenías para persuadir a los demás con tanta facilidad.
Una semana después me preguntaste si ya lo había leído de nuevo, pero me excusé diciendo que había estado muy ocupada, pero lo haría en nos días. A la semana siguiente, volviste a preguntar, de nuevo, intenté otra mentira. Pasamos así durante meses, yo, como siempre, aplazando la fecha en que leería ese libro, tú, como siempre, creyendo que lo haría.
Un día, cuando fui a tu casa, me entregaste un regalo. Era Romeo y Julieta, en pasta blanda con ilustraciones preciosas, aunque un poco antiguo. Era el primer libro que habías tenido en tus manos y ahí, me lo estabas dando a mí.
No lo quise aceptar, pero insististe tanto que no tuve otra opción que llevármelo a mi casa y ponerlo en lugar que lo hiciera ver especial. Prometí que lo leería el fin de semana, esa vez, te juro que lo decía en serio. Pero yo no sabía que, dos días después, te marcharías y aquel Romeo y Julieta fue lo último que quise ver.
Había pasado todo este tiempo acumulándose de polvo, quedando en el olvido, hasta que, esta mañana, decidí cumplir mi promesa y leerlo.
Ahora, es la tercera vez que leo Romeo y Julieta y lamento mucho que sea demasiado tarde para decirte que me encantó, que estaba equivocada, que tenías razón.
La realidad es que, estoy cambiando y eso es algo que nadie puede evitar, así como tampoco puedo pretender que soy alguien más. Sé que te prometí que intentaría no crecer, pero es hora de tomar un nuevo tren.
Fuiste lo mejor que pudo pasarme, pero quizá, ya es momento de cerrar bajo llave las páginas de este libro.
Solía tener miedo por el mañana, vivía preocupada en él, pero creo estar más segura de lo que me espera.
Aun si tú no estás en él.
Besos,
Hailey.
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Les anuncio que el fin está por venir, quizá por eso estoy muy sentimental. De cualquier manera, esta es de mis cartas favoritas.
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Ruta 133: el último adiós | Terminada |
Short StoryPrimer lugar, premios Chicos tinieblas 2019. ☆☆☆ Fuego y gasolina. Hielo y combustión. El universo los creó juntos, las galaxias cuidaron de su luz, pero una inesperada explosión cósmica, les arrebató el estrecho destino que lograron construir. ☆☆☆ ...