Capítulo 2

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Los días pasaban rápido para la pequeña Artemis. Desde aquella charla que había tenido con la Señora McGregor, se había dedicado a acelerar su vida, aunque en el fondo deseaba que esta fluyera con mayor lentitud.

Cada vez que se sentía ansiosa o preocupada, solía organizar su habitación una y otra vez, deshacía su cama para después rehacerla con mucho más cuidado que la vez anterior. Ordenaba sus libros por color y orden alfabético, formando una estantería con preciosas combinaciones coloridas, concentrándose totalmente en que aquello estuviese perfecto. Tal y como debía estar su vida.

Pero lo peor era cuando pasaba horas sentada en el piano color caoba que decoraba la enorme sala de estar de la casa. Aquel precioso instrumento que, en su momento, fue comprado exclusivamente para Carisa, la madre de Althair, pero que finalmente quien llegaba a postrar sus dedos disfrutando de la calidez que las teclas le brindaban, era Artemis.

Althair era el único en saber que la música servía como escape para su hermana menor. Aquella era la forma que tenia de alertarle cuando algo andaba mal con sus pensamientos. Pero amaba tanto verla de esa forma, tan perdida en la melodía, perfeccionando y afinando su voz a cada momento. No quería detenerla, admiraba aquella facilidad con la que plasmaba su alma en cada canción. Aun sabiendo que algo preocupaba a la pequeña, el jamás la detenía. Se quedaba observándola por horas, recargando su cuerpo en el pasamanos de las escaleras, para que no le viera. Pero no era el mejor intentando pasar desapercibido, pues Artemis siempre se daba cuenta de que la miraba, lo sentía. Y no le desagradaba en absoluto.

Pero esa tarde, tuvo que sacarla de aquella hipnosis que la consumía. No parecía ser la misma, esa no era su pequeña.

—Issy, bonita... ¿Qué sucede? — Susurro sentándose a su lado, con la mirada fija en su pequeña quien soltó un suspiro antes de responder.

—No quiero hacerme cargo de la escuela de música, Al. No estoy lista para eso.

—Entonces no lo hagas y ya.

Artemis lo observo con el ceño fruncido, sabía que él no entendía, no le había hablado de su conversación con la maestra de música.

—Ella dijo que iba a morir, ¿puedes creer eso? ¿Quién sabe con certeza cuando morirá?

—Tranquila, pequeña. Si ella te dio el puesto es porque sabe que estas lista, ¿si? Los niños te adoran, Issy, y eres fantástica con el piano.

—Lo dices porque soy tu hermana. — Su nariz se arrugo con suavidad, provocando que su hermana besara la punta de la misma.

—Lo digo porque te quiero, ¿vale? Y porque confío en que podrás resolver eso.

—También te quiero.

—Deja de preocuparte tanto, bonita. — Le susurro, abrazándola con cariño. Un escalofrío recorrió la espalda de la pelirroja al escuchar esas palabras, allí estaban otra vez, rondando por su cabeza. No podía dejar de preocuparse, y eso se estaba volviendo un problema.

Tenía tantas cosas por hacer, tanto en que pensar. Y aquello se quedaba en esa parte de su cerebro que quedaba encendida las veinticuatro horas de cada día. ¿Qué no se preocupará? Debían decirle con exactitud como hacerlo. Su vida consistía en preocuparse y ocuparse. Nada más.


SallowDonde viven las historias. Descúbrelo ahora