Capítulo 7

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—Papá no me dejo salir, Cam.

—¿De verdad? ¿O es solo otra excusa?

—Es en serio, Cam. Quiere que vayamos a cenar o algo así­.

—Bueno, espero que después podamos hacer algo divertido.

—También yo. Debo irme, nos vemos mañana.

—Hasta mañana.

La pelirroja colgó el teléfono, agradeciendo que le hubiese creído aquella mentirilla, aunque si no era así­, ¿Qué importaba? No era la primera vez que le mentí­a. 

En realidad, no tenía ningún plan para esa tarde, lo cual era un tanto deprimente, pues Althair aún no habí­a regresado y comenzaba a hacerse tarde, además de que su padre se la pasaría en la oficina hasta altas horas de la noche, algo común en él. 

Escuchó el timbre y con sumo cuidado y lentitud abrió la puerta, dejando ver a un chico alto y castaño, con una amplia sonrisa adornando su rostro de piel blanca. 

—Hola, Artemis, ¿cierto? Soy Elliot, tu tutor. 

—¿Comenzaremos hoy?

—Esas fueron mis indicaciones, aunque, si tienes algo que hacer podemos dejarlo para después. Se que es tu cumpleaños, no quiero arruinarlo.

Sus palabras fueron interrumpidas por la pequeña Artemis, quien abrió la puerta para dejarle pasar.

—Descuida, pasa, comencemos.

—Que hermosa casa.— Susurró el castaño, admirando el lugar.

—Eso me han dicho.

—¿Estás sola? Creí que Althair estarí­a contigo.

—No lo he visto en todo el dí­a.

—Bueno... ¿Tienes tus libros listos?

—Un segundo...— La menor se apresuró a subir las escaleras, mientras sus cabellos se mecían al ritmo de su andar. Al bajar, encontró al muchacho mirando las fotografías que se encontraban en la sala de estar, al lado de su amado piano.

—¿Eres tú? ¡Que linda! Los cabellos rojizos siempre te han sentado bien.

—Gracias, si, soy yo. Esa foto fue tomada cuando tenía cuatro años.

—Sigues siendo igual de linda.

La muchacha lo miro, con un rubor subiendo por sus mejillas y una sonrisa asomando por su rostro.

—Traje mis libros.

—Perfecto. Empecemos, entonces.

Así paso Artemis la tarde de su cumpleaños, con la compañí­a de un muchacho que la hací­a sentir cómoda y en confianza, además de hacerla reí­r cada que tenía la oportunidad.

Elliot se fue de casa de los Sallow aproximadamente a las nueve de la noche. Hací­a algo de frio, a pesar de ser verano. Artemis no comprendía como era que las estaciones muchas veces no concordaban. 

Se dio una ducha rápida para luego meterse en la cama. La casa le parecía tan solitaria que daba algo de miedo. Se sentía tan frio que lo único que pudo hacer fue abrigarse por completo. Extrañaba tanto a su hermano, más de lo que extrañaba a su padre. Althair siempre la habí­a protegido, habían sido solamente los dos cada vez que Matthew los dejaba solos. 

Artemis se había quedado dormida entre sollozos, hasta que ruidos extraños la despertaron de su profundo sueño. 

Escuchaba algunas voces que se fundí­an en la oscuridad acompañadas de suspiros y jadeos. Issy aún se encontraba adormilada, por lo que no reaccionaba ante aquellos sonidos. Su ceño se frunció mientras se levantaba de su cama, creyendo que finalmente su hermano habí­a llegado a casa, a pedirle disculpas por haberse portado tan arrogante con ella, por no haber pasado su día de cumpleaños a su lado. 

Pero su sorpresa fue aún más grande cuando, bajando las escaleras encontró precisamente a su hermano, desnudo, sobre el cuerpo de una muchacha que no lograba reconocer. 

Las nauseas comenzaron a hacerse presentes en el estómago de la pelirroja quien no dejaba de observar, no podí­a apartar su mirada de aquel acto repulsivo que jamás en su vida imagino. Su hermano, tan perfecto y tan suyo, adentrándose en el cuerpo de la castaña de manera ansiosa y rápida. Escuchaba la voz chillona de la muchacha retumbándole en los oí­dos, haciéndola sentir asco, mientras que con una mano cubría su boca ahogando los sollozos que estaban próximos a salir.

—Althair... ¡Joder!— Las palabras de la castaña eran interrumpidas por lo labios de Althair, besándola con ambición. 

—Issy...— Aquello había sido solo un susurro. Suave, con esa voz que tanto le caracterizaba, pero su hermana pudo escucharlo.

Artemis no pudo más, corrió al baño y se inclinó en el retrete, vaciando lo poco que habí­a comido ese día. Las lágrimas recorrí­an sus mejillas de manera rápida, sintiéndose tan pequeña y asqueada. Agradecía que no se percataran de su presencia, de otra forma no hubiese podido siquiera poner alguna excusa. Sus manos le temblaban y su estómago se sentí­a cruelmente vacío, la garganta le ardía, sin saber si el dolor lo había causado el vómito o el llanto, pues ambos la consumí­an.

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N/a: Lis here(? Espero que les este gustando esta novela, la verdad es que a mi me gusta mucho escribirla, aunque aun no se me va por completo el miedo de hablar sobre incesto y esas cosas xD. Por cierto, este capítulo ha sido el más incomodo que he escrito, disculpen si no quedo del todo bien. ¡Los amo!
>>Lis.


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