Capítulo 22

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Ese beso dejo más que confundido a Althair. Estaba roto, decepcionado de sí mismo y de lo que había provocado. Observo a su hermana de pies a cabeza, examinándola. ¿Acaso era verdad lo que le había dicho? ¿Ella tenía los mismos sentimientos prohibidos que él? Sólo existía una manera de saberlo. Pero preguntárselo podía esperar.

La tomo por el cuello con suavidad y cerró sus ojos, acercando su rostro hasta el angelical de Artemis. La besó, moviendo sus labios a un ritmo lento, cálido y lleno de todo aquello que le era difícil expresar. Artemis no lo detuvo, ansiaba que continuará llenándola de vida y energía. Lo amaba. Estaba segura de amarlo por completo, pero seguía pareciéndole una locura. Se aferró a la cintura de su hermano con fuerza, temiendo que la dejara ir. Y, cuando finalmente ninguno logró respirar con calma, se alejaron apenas unos centímetros.

Althair acariciaba con su pulgar las mejillas sonrojadas de Issy, observando la forma en la que sonreía alzando las comisuras de sus labios, el cómo sus dedos jugaban con los bordes de su camiseta negra y sus ojos lo buscaban con desesperación. El corazón del muchacho latía con fervor, lo sentía en la garganta, y no tenía la certeza de que aquella emoción fuera buena.

—Issy...— Susurró y trago saliva, intentando deshacer el nudo en su garganta. — ¿No lo amas?— Peguntó. Intentaba mantenerse fuerte, seguro, aunque por dentro una parte suya ya estaba rota.

La pelirroja negó con la cabeza, frunciendo los labios. Althair noto esa simple acción que ella hacía cada vez que estaba nerviosa y no pudo evitar sonreír.

—No lo amo, Al. — Respondió con franqueza, sintiéndose por primera vez segura de lo que decía, aunque seguía teniendo miedo. —Pero tampoco puedo amarte a ti.

Fueron justo esas palabras, las que hicieron que todo dentro de Althair terminara roto y lastimado. Había intentado ser objetivo al respecto y hacerse esa idea en su cabeza una y otra vez, prohibiéndose sentir algo fuerte por su hermana pequeña. Pero que fuera ella quien estuviera diciéndoselo y no la molesta voz de su conciencia, fue lo que hizo de todo eso algo real, prohibido y doloroso. Y cómo le dolía.

—Lo sé. Pero yo lo hago. Yo te amo con cada parte de mí ser, Artemis Sallow. Pero me duele verte con alguien más. Duele saber que no puedo ser yo quien toma tu mano o te besa en público, ¿lo entiendes?— Se detuvo, desvió su mirada y se alejó. Todo en su interior estaba volviéndose un desastre, ni siquiera lograba pensar con claridad y hablar sin hacer sentir mal a la persona que más le importaba. Pero le era inevitable expresar lo que sentía.

—Lo entiendo. — Soltó un suspiro, comenzando a jugar con sus dedos mientras veía a su hermano pasar los dedos por su corto cabello rubio, frustrado. —Me siento igual... Aquella vez que te vi con esa chica, en la biblioteca, algo dentro de mí se rompió. Pero esto es demasiado malo, Althair. ¿Y si se enteran? ¿Qué pasaría con nosotros?

—¿Y si dejas de preocuparte y me permites amarte, Artemis? Dios, no sabes lo mucho que había deseado besarte así como lo hice. Porque con las otras chicas los besos significan nada. Contigo lo es todo, preciosa. Y sé que está mal y que quizás vaya al infierno por esto pero ya no me importa. Porque tengo la certeza de que tú eres lo único que yo quiero.

Artemis no supo cómo responder, se quedó allí, parada junto a las escaleras. Su corazón se estaba volviendo ansioso, las palabras del chico quedaron grabadas en su cabeza sin querer salir. Ya no sabía qué hacer, tampoco tenía forma de huir, se había cansado de escapar de sus propios sentimientos. Pero el ver a Altahir allí, tan enamorado de ella le hizo saber que quizás no todo estaba perdido. Que posiblemente podría encontrar un poco de luz en su inmensa oscuridad. Al fin y al cabo, él había sido quien la había salvado, quien la había cuidado y amado de una forma indescriptible. Habían sido siempre ellos dos desde muy pequeños, y por más que intentara hacer que su enamoramiento por su propio hermano fuese una mentira, sabía que era más real que cualquier otra cosa. Y no era justo para ninguno de los dos entregar sus corazones a personas que no lo merecían. 

SallowDonde viven las historias. Descúbrelo ahora