Instinto omega

Capítulo 2

El estereotipo omega estaba increíblemente marcado.

Un omega debía ser naturalmente sumiso, preferir dialogar que discutir, sentir afinidad por la tareas sencillas y hogareñas, poseer una actitud delicada y siempre guiarse por su instinto.

Claro, todas esas características dependían del omega y su personalidad, de su edad, de que tan desarrollado estaba su instinto.

Era completamente diferente ser un omega de quince años a uno de treinta, entre más cercano estuviera un omega a dejar de entrar en celo, menor era el instinto, la mayoría de los de la casta tenían niños entre los dieciocho y veinticinco años, para los treinta ya debían estar felizmente emparejados e integrados a una manada.

Todo esto porque un omega debía seguir su instinto, ese impulso interior e irracional que provocaba conductas que sin estar conscientes se obedecían, si, instinto que con los años supuestamente iba menguando.

Ese instinto es el que suele dirigir a un omega a buscar la aprobación de un alfa molesto; esa sensación de sentir haber hecho algo incorrecto y querer suplicar perdón, tomando una postura sumisa en el suelo para ladear el cuello y buscar la tranquilidad del alfa, esa acción inconsciente provocada por el instinto que justo en ese maldito momento Tony trataba de suprimir. Y que con todo su autocontrol lograba.

—¿Bebé? —inquirió Steve, dejando abruptamente de lado la diversión que antes marcaba su voz.

La ira del alfa lo trastoco, Steve no se había movido ni un milímetro, simplemente permanecía ahí, frente a él en una postura rígida con el ceño fruncido, la desaprobación y enojo que desprendía hacían que Tony deseara caer de rodillas para calmarlo, se sentía obligado a buscar una solución que alejara la inquietante sensación de haber hecho algo mal. Algo demasiado molesto.

Soltando un suspiro, dejó el desarmador en la mesa junto a él, rascó su nuca con incomodidad, no recordaba tener esa necesidad de actuar sumisamente por sentir la desaprobación del alfa, ningún alfa fuera el caso, pero el rubio no era un alfa cualquiera, por lo que quizás su rara respuesta se debía a eso, no sería la primera vez que su cuerpo se mostraba extraño frente a Steve Rogers.

Al parecer era el momento para que su hasta ahora oxidado instinto, reaccionará. Jodidamente gracias, pensó irritado, que el título omega defectuoso sea añadido a la lista de defectos de Tony Stark. Su padre debía estar carcajeándose en el más allá.

—La inseminación artificial está realmente avanzada en nuestros días, además... mírame podría decirse que se me acaba el tiempo —se apresuró a explicar.

Observó cómo la tensión abandonaba el cuerpo de Steve tras lo dicho, e inmediatamente soltó sin entender un bajito suspiro de alivio.

—Probablemente no lo entiendas, en tu época eso ni siquiera era una posibilidad. ¿Un omega criando solo, sin manada de respaldo y a mi edad?, que horror —dijo en un intento de broma, pero su voz sonó claramente nerviosa para la desconcertante satisfacción del alfa que pudo percibir en el aire.

Steve se relajó, la clara impresión de ser amenazado desapareció al entender a que se refería el omega.

Una clínica; aun así, sin comprender del todo, la idea de Tony llevando al niño de un extraño hacía más que molestarlo, fijó su mirada en el de ojos café, quien se mostraba incómodo y casi temeroso. Steve lo conocía desde hacia tres años, para él, Tony al principio había sido la última conexión viviente de su pasado, hijo de Howard, un amigo, uno de los hombres que había logrado que Steve pasará de beta a alfa, brindándole lo físicamente necesario para luchar por su país. Hasta hacia poco ante sus ojos Tony solo había sido eso, el hijo de Howard, con una excéntrica y arrogante personalidad, pero a medida que lo conoció y comprendió, se dio cuenta que era más parecido a la hermosa María que a Howard.