Capítulo 22

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—Viernes, nena, necesitamos revisar nuevamente tu protocolo de seguridad, ¿cómo es que ese idiota logro entrar? —preguntó Tony con irritación, mirando a Deadpool.

—Le recuerdo, señor, que usted desactivó parte del sistema de seguridad para poder ingresar a la torre la noche que trajo consigo al joven Parker.

—Gracias por recordármelo hasta ahora.

—Usted ha hecho caso omiso de esos recordatorios.

Tony frunció el ceño, y contempló a Wade, con lo que esperaba fuera una mirada reprobatoria como las que Steve le solía lanzar.

—Cuando Viernes dijo que el Capitán América se estaba peleando a golpes creí que había llegado el momento de rediseñar —dijo mirando los ojos azules, Steve parecía ligeramente apenado—. Digo, el correcto héroe de américa destruyendo una mesa de cristal de veinte mil dólares en mi sala de estar, no sonaba muy creíble.

—Fue un malentendido... lo siento, Tony —susurró Steve.

Soltando un suspiro, observó el desastre en la sala.

—No importa, Pepper quiere cambiar las cosas por aquí de todas formas.

—Es que él dijo que... —su voz estaba cargada de resentimiento.

—Yo dije que venía por Peter —debatió Deadpool.

—No quiero saber —interrumpió Tony, levantando las manos—. Sea lo que sea, no creo que valga la pena discutir por ello.

—Tienes razón —murmuró Steve, notó la mirada que le lanzó a Peter.

—Tony, lo siento —dijo Peter.

Tony relajó su expresión, Peter no era quien debía disculparse.

—Solo, ve a tu habitación y haz que se largue —sonrió a Peter intentando tranquilizarlo, entonces notó la pierna herida de Steve—. Llévatelo rápido —masculló conteniendo las ganas de entrar en la armadura para dañar a Wade.

Tomó la máscara de Deadpool y se la lanzó a Peter sin ofrecer una segunda mirada.

Peter salió hacia su habitación seguido por Wade, antes de irse, los alfas compartieron una extraña mirada, solo puso los ojos en blanco ante eso.

Tomando la mano de Steve lo llevó con cuidado hacia uno de los sofás al otro lado de la sala, el rubio tomó asiento, Tony lo siguió, extendió su mano hacia su pierna, intentando tocar la herida en el muslo.

Steve lo detuvo.

—Sabes que en algunas horas desaparecerá.

—Reconfortante —bufó.

—Lo siento.

Tony se relajó cuando Steve comenzó a acariciarlo sobre su muñeca con el pulgar.

—Bien, sólo tranquilo, no quiero ver la sangre del tipo salpicando mis paredes.

Steve sonrió divertido y Tony suspiró sin querer.

—Realmente te he extrañado —espetó Steve, antes de atraerlo hacia sus labios.

Tony lo besó, ansioso, repentinamente necesitado, sintió la mano de Steve sujetar su nuca.

Al liberarlo llevó la nariz hasta el cuello de Steve y tomó una profunda respiración para tranquilizarse.

—¿Tony? —murmuró Steve.

—Cállate.

—Cielo. ¿Estas bien?

—Vamos a mi habitación —pidió sobre la oreja de Steve.

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