Desde ese día comenzamos a hablar mucho más. Me escribías todos los días para darme los buenos días y preguntarme si podías venir a recogerme. Yo estaba en el mismísimo cielo.
Ella no había vuelto a hablarme desde aquella vez. Me esquivaba en los pasillos y se ponía en una mesa alejada mientras miraba el teléfono y sonreía. Era la primera vez que la veía sonreir.
Tú me mirabas desde lo lejos y me dedicabas sonrisas. Me dabas fuerza al ver que ella se había alejado.
Pero, ¿por qué no te acercabas?
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Cartas para él
Short StoryTreinta y nueve cartas para el que parecía el amor de su vida.