18.

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Los meses pasaron y mi mejor amigo quiso visitarme. No te lo dije, sabía que te ibas a enfadar conmigo y podías dejarme. 

Estuvimos toda la tarde en mi casa y tú no dejabas de llamarme. Él me quitó el teléfono y lo apagó, mencionando que eras un pesado. Me enfadé con él.

Le ofrecí quedarse a dormir en mi casa y aceptó. 

Tú apareciste en mitad de la noche aporreando la puerta mientras gritabas mi nombre. Le pedí que se escondiese debajo de la cama. Me dijo que lo haría, pero no lo hizo.

Mi madre ya te conocía y te abrió la puerta cuando yo estaba bajando las escaleras.

Dijiste que estabas preocupado. Apestabas a alcohol.

Quisiste subir a mi habitación, aunque te pedí varias veces que no lo hicieses porque estaba todo desordenado.

No dejabas de repetir lo mucho que te habías preocupado y yo me sentía culpable.

Él salió de debajo de la cama antes de que pudiese hacer nada. 

Cartas para élDonde viven las historias. Descúbrelo ahora