Unknown number

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El tiempo pasaba, y yo no faltaba ni una vez a mi encuentro rutinario con Jimin. No dejaba de ser especial y único, y a cada día que pasaba descubría algo nuevo, tanto de él como del mar. Aunque estuviese solo una hora con él no me escapaba por nada del mundo de su compañía, y llegó un momento en el que perdí totalmente la vergüenza a la par que el otoño helaba más y más. Quería hacerle preguntas, pero cada vez que lo intentaba mi corazón se atoraba con mi propia confusión y no era capaz de decir más que lo que ya había preguntado, o sea, que qué hora era y que si tenía frío. Por un momento pensaba que era de otro mundo, pues su inocencia y todo lo que irradiaba parecía ser sacado de un cuento de hadas, como si nuestro encuentro de una serendipia se tratase. Tenía miedo de mirarle por si estropeaba su belleza, pero a la vez no podía dejar de hacerlo.

Aquel día abundaba un viento voraz, capaz de congelar rascacielos, pero como de costumbre no me importaba. El agua apaciguaba su sonido colocándose por encima de él, y aunque el ruido de la espuma chocando contra la arena fuese una de mis salidas del mundo ordinario, no dejaba de tenerle miedo.

El de cabello naranja jugaba con un folio doblado por la mitad, examinando cada centímetro blanco que en él se encontraba, pero en cuanto me vio lo dejó totalmente apartado y esperó que le contase cómo había ido mi día. Él nunca hablaba del suyo, siempre decía que pasaba allí sus horas, y aunque una parte de mí decía que era imposible, otra me susurraba que era innegable.

—¡Jimin! —Dejé caer la mochila cuidadosamente a un lado para que no estorbase entre nosotros. —¡He sacado un noventa y siete en el examen de historia! Me había pasado días estudiando, estaba muy nervioso pero al final lo he conseguido. En cuanto se lo diga a mi madre seguro que me da dinero, si quieres te invito a algo que te guste. —Estaba demasiado eufórico, y aunque no pensase lo que decía soné seguro y decidido. Sin embargo, no recibí la felicitación que quería. Jimin siempre me alababa por mis logros-no-académicos como podía ser aprender una nueva técnica con el dibujo, batir mi récord en bici o conseguir hacer malabares con una mano mientras escribía con la otra, por lo que por un momento algo me dijo que la había cagado.

—¿Eso es bueno? —Se llevó las dos manos a la boca para intentar calentárselas con su propio aliento. Los guantes que llevaba no eran precisamente cálidos y dejaban ver que tiritaba un poco, por lo que respirando hondo me quité una de las dos bufandas que llevaba atadas al cuello y le cubrí los dedos despacio mientras me preparaba para volver a hablar.

—Claro que es bueno, el máximo es cien. Desde primaria es así, si no recuerdo mal. —Cuando sus ahora bien tapadas manos estuvieron a salvo del tiempo al que solo nuestras caras estaban expuestas nos miramos a los ojos, y como siempre, hubo un espacio de silencio que caracterizaba nuestras conversaciones a merced del océano, con la diferencia de que sus piedras preciosas café se fijaban en todos y cada uno de los puntos en mi iris. Sentir que estaba siendo observado de esa manera tan intensa hizo que el temor se apoderase de mi ser, por lo que rompí el hilo que conectaba nuestras miradas para llevar la mía a los botones de su abrigo.

—Ah... —En efecto, no tenía ni idea de lo que estaba hablando. Entendía que no cursase lo que yo pues no era obligatorio, pero, ¿ni primaria? Esos años eran obligatorios para cualquiera, incluso los primeros del instituto. Volví a mirarle, y esa vez dirigía su vista al mar.

Vamos, Taehyung.

—Jimin... —Le llamé, y aunque asintió no dejó de ver el punto en el que se retenía. —¿Has ido a la escuela alguna vez?

Silencio.

—... No... —Agachó el rostro, y la escondió sobre sus rodillas. Siempre que estaba algo decaído hacía eso, pero no podía darme por vencido. Había hecho una pregunta coherente, una pregunta acerca de él, de su vida, y no podía echarme atrás. Le di leves toques en el hombro para que me mirase, y lo hizo en un giro de cabeza aún apoyándose sobre sus rodillas. Sus mejillas y nariz rosadas, sus ojos entrecerrados y sus preciosos labios me derritieron una vez los pude apreciar, y por un momento me quedé sin habla.

—Vaya... ¿Puedo saber por qué?

—Mi padre no ha querido que vaya. Él me enseñó lo básico, pero nada más...

De nuevo, nos quedamos callados.

Entonces, una idea vino a mi cabeza. Y después otra, y luego otra. Si quería que conociese a mis amigos no podía arriesgarme a que no supiese algo y quedase mal delante de ellos. Odiaba verle sin su sonrisa y no estaba dispuesto a perderla más veces. Además, no estaba de más que aprendiese cosas nuevas, y seguro que sería una oportunidad para acercarme otro paso a él.

Oh, Taehyung, ¿en qué estás pensando, idiota?

—¿Quieres que te enseñe?

—¿Eh? —Por un instante se le iluminaron los ojos, como si una chispa brotase de ellos, mas del otro lado se vislumbraba una pizca de inseguridad. 

—Te puedo enseñar lo que sé, quizá tu padre no sabe muchas cosas y por eso no te ha podido enseñar.

—Pero... ¿Y tus exámenes y deberes? —Había recuperado su posición inicial, en la que estaba sentado con las piernas colgando hacia abajo, moviendolas como si fuese un niño pequeño.

—Bueno... Los fines de semana no hago mucho, así que podré estar contigo el tiempo que quieras. Además, cuando llegues a mi nivel me servirá para repasar. ¿Qué dices?

—¡Sí! O sea, me gustaría mucho, pero se lo tengo que preguntar a mi padre. Aún no se cree que tenga un amigo.

—Bien, entonces ¿mañana nos vemos, como siempre?

—¡Claro! —Se levantó de un brinco, y esa inseguridad en sus ojos había desaparecido de un momento a otro. Yo le seguí, y cuando me intentó devolver la bufanda que le había prestado negué con la cabeza y se la envolví, esa vez, en el cuello.

Quizá me estaba tomando muchas confianzas, pero su mera presencia me bloqueaba y liberaba a la vez, y hacía que mi mundo se pudiese patas arriba. Le quitaba el sentido a lo que lo tenía y se lo daba a lo que carecía de ello, e inevitablemente me enamoraba a pasos agigantados de lo que creía que era un simple deseo platónico sin sentido.

Pero a veces lo que parece salir bien acaba resultando un desastre, una tumba, un agujero que no tiene salida.

Y me di cuenta de aquello en el momento exacto en el que no vi a Jimin el día siguiente a la orilla del mar.

Orange waves - Vmin [PAUSADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora