Nameless meeting

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Me quedé con los pies clavados en el suelo, hasta que me di cuenta de que el más bajo se estaba acercando hasta a mí. Instintivamente retrocedí hacia atrás, intimidado por su mirada que a penas se podía ver por la luz de la luna, hasta estar al borde de caer al agua. Él no decía ni una palabra, y pensé que si se seguía moviendo caería al mar y me ahogaría. No sabía nadar, por lo que era bastante arriesgado tirarme así como así, a esas horas, sin cuidado alguno.

Sus pupilas me calaron tan profundo que por un momento no me importó fundirme con ellas, pero las perdí el rastro en cuanto se agachó para coger la nota que le había escrito, la cual estaba a mis pies. Fue demasiado tarde para mí el querer quitársela. Cuando fui consciente de mi alrededor ya había terminado de leerla, y me volvió a mirar en silencio. Entonces, se apartó de mí para rodearme y sentarse como lo hacía siempre, mirando al horizonte, a esa línea que hacía el mar con el cielo que en aquellos momentos era invisible, y suspiró. No supe bien cómo interpretar lo que hacía, y solamente le observé sin moverme. Estaba clavado al suelo de todas las maneras posibles, pensando en las mil y una formas en las que escaparía de allí debido a la vergüenza que llevaba a las espaldas, pero todo aquello se disipó como la niebla cuando una voz tan suave como la espuma del mar me habló calmada.

—Gracias, Vante.—Estaba a punto de tirarme al agua, cuando volvió a hablar.—Me llamo Jimin. Puedes sent... ¿Vante?

Me aseguré de haber escuchado su nombre antes de salir de allí. Pedaleé lo más fuerte que pude, llevando los ojos peligrosamente cerrados. Lo último que me esperaba era que me respondiese, que fuese amigable, incluso que me dijese su nombre, ¡Y su voz! Oh, si el sonido de las olas muriendo en la orilla era placentero, su agudo tono lo era aún más. Contrastaba a la perfección con el mío, era más perfecto de lo que podía haber llegado a imaginar días atrás.

Cuando llegué a casa me inventé millones de excusas para no asistir a clases aquel día, y solo pude cubrirme con las sábanas para intentar olvidar inútilmente lo que había pasado esa madrugada.

 .  •  º  •   .   •  º  •   .  •  º  •  .

Tenía miedo de coger la bicicleta, porque sabía que le volvería a ver. Con resignación no me quedó más remedio que prepararme para hacer la rutina diaria, esperando de corazón que el chico hiciese como si no hubiese pasado nada, pero para mi infortunio, no fue así. Pensé en coger la ruta que no pasaba por la playa, la que tomaba antes de quedarme embobado con el cabello naranja que tanto me absorbía la vista, pero cuando llegué a la puerta del instituto me encontré con un destello de ese color. Estaba allí parado, mirando al suelo, con las manos metidas en los bolsillos de sus pantalones, escuchando música. Cada vez que alguien entraba volvía la vista pero cuando no obtenía lo que quería la devolvía como al principio.

Si quería entrar, debía pasar por su lado.

Aparqué donde siempre lo hacía y rápidamente me puse en marcha. Pasé lo más alejado que pude, pero no fue suficiente pues extrañamente me vio llegar, y no me dio tiempo a cruzar la puerta antes de que se me encarase de la misma manera en la que lo había hecho el día anterior a orillas del océano.

—Ven luego, por favor.

Me miró, y le devolví la mirada. ¿Cómo había encontrado mi instituto? ¿Por qué? No sabía ni mi verdadero nombre, y tampoco asistía a él. Todo fue muy confuso, pero no le di importancia hasta que me encontraba solo parado delante de nada.

No quería decirle nada a mis amigos, no podía, pensé que todo aquello era demasiado personal como para compartirlo con alguien. En cuanto finalizó el periodo escolar volví a por mi vehículo de dos ruedas y esperé antes de tomar una decisión. ¿Realmente debía ir? Tenía curiosidad por saber cómo había sido capaz de verme ese día, y mis ganas por descubrir fueron mayores que la vergüenza y el temor que podría manifestar, por lo que tomando mucho, mucho aire, más del necesario, me puse a bajar la cuesta que llevaba al paseo marítimo.

No tardé en exceso en llegar, y en efecto, él estaba allí, dejando que todo a su paso se meciese con la brisa arrastrada por el agua.

Me acerqué ligeramente temblando, y cuando escuchó mis pasos se volteó para mirarme, y me sonrió.

Me sonrió.

La curvatura de sus labios, el conjunto que hacía con su rostro, pensé que estaba entrando de bruces en el paraíso. No comprendía cómo alguien podía ser tan sumamente bello, y yo tenía ni más ni menos la suerte de poder hablar, e interactuar con él, o simplemente mirarle. Me indicó con la cabeza que me sentase a su lado, y así hice.

—Toma.—Me tendió un papel doblado en cuatro partes con algo escrito dentro.—No lo abras hasta que llegues a tu casa.

—Vale...

—Oh. —Abrió los ojos, algo sorprendido.—Qué voz más bonita.—No había hablado las veces que le había visto, por lo que era normal que se sorprendiese con mi tono. Era algo más grave del común, al menos en chicos de mi edad. No era el primero que lo hacía.

—G-gracias. —Subí las rodillas para abrazarlas y mirar hacia el frente, no sin antes guardar el papel en mi bolsillo, esperando a que él dijese algo. No podía creer que esa persona me estuviese dando algo, quizá le tenía demasiado idealizado pero el mero hecho de hacerlo solo hacía más bonitas las cosas.

—Al principio me asusté. Este es un sitio bastante importante para mí, y cuando te vi pensé que le había perdido. —Miraba al mismo punto que yo, sin moverse, inmerso en la línea que estaba ligeramente perturbada por el oleaje. —Pero cuando te vi por alguna razón sentí que no eras malo.

—Eh... —Por mucho que lo intentase, el nudo que mi garganta tenía no se iba de ninguna manera, y el valor que había reunido se había esfumado hacía tiempo.

—Fui al instituto más cercano desde aquí, y te encontré. Sigo emocionado por la carta que me escribiste. —Ahí estaba de nuevo su sonrisa, cálida y tímida como el sol que nos acariciaba la piel. Dudaba en que podría ser una alucinación mía, pues alguien así no podía ser real de ninguna de las maneras posibles.

—Lo siento. No soy bueno con estas cosas, y...

—No pasa nada. Me alegro de que seas tú. —No aguanté más, y finalmente escondí mi sonrojo entre mis rodillas. —¿Estás bien?

—Sí...

Nos quedamos callados, hasta que pude volver a mirar al mar. En ese momento entendí el por qué él estaba allí tanto rato. El sonido, el agua moverse, el sol brillar, todo aquello era el conjunto perfecto como para calmar cualquiera de mis posibles nervios. No supe contar los minutos que nos quedamos, pero repentinamente, el chico que tenía a mi lado se puso en pie, dispuesto a ayudarme a levantarme.

—Tengo que irme ya. ¿Nos veremos mañana...?

Asentí sin más y nos despedimos cuando me monté en mi bicicleta.

En cuanto llegué a casa me caí como si a mi cuerpo le afectase la gravedad más de lo normal, y saqué a toda prisa el papel que me había entregado para averiguar lo que tenía escrito su interior.


"Gracias, Vante.

Tus ojos son bonitos también.

Quiero conocerte.

No sé por qué saliste corriendo, pero no tienes que tener vergüenza. Espero poder haber hablado contigo hoy, al menos un poco.

PD: Recuérdame que te traiga mi liberta.

  —Jimin" 


Doblando de nuevo el papel, lo pegué a mi pecho, y dejé soltar todos mis problemas de una vez. Lo acabé guardando en mi mesilla, dentro de una cajita en la que ponía las cosas importantes que quería recordar. Cuando volví a tumbarme boca arriba, solo me vino una cosa a la cabeza.

Tenía que decirle mi nombre de verdad.

Orange waves - Vmin [PAUSADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora