Learning issues

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Avancé unos pasos pero no llegué a estar al borde entre la tierra y el agua. Siempre que Jimin se ausentaba me avisaba con antelación, por lo que sabía que algo no andaba bien. Agarré de nuevo mi bicicleta por el manillar y di pedales, sin saber muy bien dónde iba o cuándo tenía que parar. Hice memoria, pero por mucho que pensase mi amigo no me había dicho el lugar en el que se encontraba su casa, aunque él supiese dónde me hospedaba yo. Bajé cuestas, subí rampas, derrapé curvas pero no di con la cabellera que tanto amaba. Piensa, por el amor de dios Taehyung, piensa. Agotado, paré a descansar, y entre tanto ajetreo había perdido mi ubicación en la ciudad. Por suerte no me iba a ser difícil volver a casa ya que estaba en segunda línea, llegar a la costa no era tarea complicada. Giré mi cabeza buscando alguna tienda para comprar bebidas y me topé de lleno con unos ultramarinos.

¿Venderán bebidas?

Aunque viviese en una ciudad no había mucho turista, y menos en invierno. La mayoría de tiendas de regalos cerraban, bazares y algún que otro bar se mantenían todo el año pero no era común verles abiertos, por lo que antes de ponerme a buscar algún establecimiento que me brindase un poco de agua recurrí a probar suerte con la tiendecucha humilde y menuda.

—Buenas. —Murmuré, llamando la atención del anciano que miraba la televisión desde la silla que tenía detrás del mostrador. Ambos intercambiamos miradas confusas, la verdad era que ninguno se esperaba al otro, pero no me quedó más remedio que hacer mi pedido. —¿Tienen agua, o alguna bebida? —El señor me miró, arqueando una ceja, y después se giró hacia la puerta que tenía tras de él, la que ocultaba el pasillo por consecuencia de unas cortinas anchas.

—¡Jimin, trae una de agua pequeña!

Jimin.

No podía ser.

Ese hombre era demasiado mayor como para ser el padre del Jimin que yo conocía. Podría ser su abuelo perfectamente, y eso era imposible ya que me dijo que no tenía más familia además de su progenitor. Esperé golpeando mis dedos contra la tabla de madera maltratada por el tiempo, y al tiempo que vi una mano apartar las cortinas me agarré con fuerza a ella.

En efecto, era mi amigo.

Nos quedamos mirando, y él pareció asustarse.

—¡Jimin! —Casi grité, provocando que se enderezase y se quedase clavado al suelo. El hombre nos observó a los dos, primero a mí y después a él, y finalmente volvió a mí.

—¿Os conocéis?

—Eh... —El de pelo naranja no dijo más que eso, por lo que yo hablé en su lugar.

—Soy amigo de su hijo. Me llamo Kim Taehyung, encantado de conocerle. —Puse toda la buena cara del mundo pero no fue mutuo, al menos por parte del anciano. Pese a todo, me invitó a pasar, aunque el más bajo y yo nos fuimos directos a su cuarto.

Nunca imaginé que una habitación podía ser tan majestuosa.

Si el cuaderno blanco era una perla, esa habitación era aún más brillante. Todo tipo de caracolas en las estanterías, muchos libros de vida marina apilados, un escritorio enorme ordenado y pulcro, y miles de hojas, conchas pequeñas y demás objetos que se ocultaban bajo el agua pegados a su pared. Manualidades a rabiar, alguna que otra cosa colgada del techo y finalmente una cama tan grande como para tres personas, con una manta nórdica blanca extendida sobre las sábanas del mismo color. Me indicó que me sentase a su lado en ella, y no supe por dónde empezar.

—¿Ese es tu padre?

—Sí.

—Ah... ¿y... por qué no has venido hoy...?

—Pues... —Tragó saliva, y se tumbó como solía hacer en nuestro lugar, con las piernas hacia abajo, colgando, y los brazos extendidos. —Le conté que me querías enseñar, y... se enfadó, y después no me dejó salir.

—¿Por qué? ¿Qué te dijo? —Tímidamente le imité, aunque yo no estiré los brazos. Él estaba boca arriba mientras que yo estaba girado apuntando hacia su cuerpo.

—Me dijo que no era necesario, que él me había enseñado todo lo que tenía que saber y que era una pérdida de tiempo. Que aprender no me servía para nada, en resumen. —Pensé que era una broma, pero la manera en la que respiraba indicaba lo contrario. Entonces, giró la cabeza y se encontró conmigo mirando cada una de las expresiones que hacía al hablar. Por suerte, actué demasiado rápido como para que mis pensamientos no deseados me controlasen y de un salto me puse en pie, dispuesto a decirle cuatro cosas bien dichas al autor de esas afirmaciones. —¿Dónde vas? ¡Tae! —Ignoré su llamada y a paso rápido me coloqué al lado de su padre, que seguía viendo la televisión.

—¿Por qué no deja que Jimin aprenda? Si es por dinero no se preocupe, no voy a cobrarle nada.

—¿Cómo? —De una vez dejó de escuchar el dichoso aparato para mirarme, y aunque flaqueé cuando le sentí amenazarme con los ojos, no retrocedí ni di señales de ello. —Jimin está bien como está, no necesita saber más de la cuenta. Estudiar es para quienes realmente van a darle uso a lo que aprenden, y él no lo hará.

—¿Por qué lo sabe? ¿Es que no piensa ir a la universidad?

—Lo sé porque soy su padre, y no me hables así, niño, porque esas no son formas de tratar a tus mayores.

—Tae, déjalo ya... —Jimin estaba detrás mío, tirando de mi chaqueta para que volviese dentro, pero me negué y seguí insistiendo.

—¿Y aunque él quiera no le va a dejar? ¡No es como si quisiese fumar, o beber alcohol! ¿Por qué no? ¡No lo entiendo! Jimin es un chico muy inteligente, y nunca deja de interesarse por las cosas. ¿Es que no piensa en lo que disfrutaría aprendiendo? ¡Usted no tiene que hacer nada! Ojalá fuese tan fácil hacer feliz a los adolescentes.—Estaba muy nervioso, pero ya había empezado una guerra y tenía que terminarla. Momentáneamente su expresión cambió, y tono con ella.

—¿Cuánto sabes de él? ¿Acaso conoces lo que es su felicidad?

—Quizá no sepa tantas cosas como usted, pero estoy seguro que eso sería algo con lo que disfrutaría. —El de pelo blanco miró a su hijo, y suspiró.

—Jimin, ¿tanto quieres hacer esto? —Parecía cansado de discutir, dispuesto a aceptar si se lo pedía como era debido.

—Sí, quiero saber todo lo que ellos aprenden... Por favor... —Estuvo pensándoselo unos segundos hasta que finalmente aceptó.

—No hagas que me arrepienta de dejarle a tu cuidado. Te estaré vigilando, que lo sepas. —Aunque no parecía muy convencido, me dejó volver con el mayor a su dormitorio.

En cuanto Jimin cerró la puerta se puso a dar saltos milimétricos y a celebrar por lo bajo. Yo solo sonreía, y me daba cuenta de que cada vez, por su culpa, hacía algo que nunca pensé que podría hacer. Ese chico me estaba volviendo loco, pero no me arrepentía de dejarle hacerlo.

A partir de ese momento las cosas se pondrían mucho, mucho más interesantes, tanto, que antes de lo esperado me estaría topando con que no podía estar sin él mucho tiempo.

Orange waves - Vmin [PAUSADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora