Bright night

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No respondí.

Tampoco tuve tiempo de hacerlo, pues Jimin continuó caminando bajo el cristal de la gigantesca pecera para continuar con la visita. No estuvo tan hablador, ni tan animado, pero siempre que le miraba sonreía, aunque fuese tímidamente y con vergüenza.

Nos aventuramos en busca de la cafetería de la estancia tiempo después, pues era cierto que la juventud estaba más hambrienta que de costumbre, con intención de merendar algo. Mi amigo me había dicho que amaba una cosas dulces con "cuadraditos" y chocolate por encima, que era marrón y la servían caliente, que no se acordaba del nombre porque solo se lo dijeron una vez de pequeño, y se había olvidado. Siempre que su padre le traía uno, le llamaba "galleta", así que tampoco se molestó por buscar su verdadero apodo. Ese día, aprendió que los gofres eran su postre favorito.

Por desgracia y sin ser de extrañar nos topamos con las puertas cerradas, y no nos quedó más remedio que irnos fuera a buscar alguna tienda que sirviese alguno. Ya habíamos recorrido todo el edificio cuando nos había entrado el hambre así que decidimos dar por finalizado el recorrido entre los peces. Aunque me repitiese que le había encantado, vi algo en sus expresiones que me decía lo contrario, o al menos que no había estado del todo conforme, y debió ser por culpa del momentáneo parón que hicimos para que me dejase congelado en el sitio, mudo ante mis pensamientos.

"Lo que hay más allá de las olas".

Más allá de las olas había agua, mar, islas, más personas, continentes e incluso hielo. ¿Qué quería decir? Algo estaba obviando, algo no encajaba en todo aquello, y por el momento me llevaría ese recuerdo azul de entre las cristaleras del acuario.

Tras llenarse los mofletes con azúcar y chocolate, volvimos a hablar como antes de haber entrado, y Jimin pareció estar un poco más distante sin motivo alguno.

—Nunca he estado aquí. —Me confesó, mirando a todas las partes para no perderse ningún detalle de los edificios, al igual que había hecho dentro del acuario.

—Claro, siempre estás en la costa. ¡Te tengo que llevar de compras al centro!

—¿Qué quieres comprar?

—Ropa. —Le contesté, casi sin dejarle que me formulase la pregunta. Había ahorrado lo suficiente como para renovar algunos pantalones y sudaderas, por no hablar del nuevo juego de Assasin's Feed... Solo de pensarlo se me ponía la piel de gallina.

—Yo me compro la ropa en la tienda de mi vecina. Más bien, me la hace ella. Es muy amiga de mi padre, se llevan demasiado bien. Una vez me contó que, de más jóvenes, habían estado a punto de casarse, pero no lo hicieron porque... —Miró a un lado, como si hubiese recordado algo de golpe que no le resultase agradable. —Conoció a mi madre...

—¿Ah, sí?

—Sí, bueno... Ella falleció, o eso me cuenta él. Yo no la recuerdo. —Su voz temblaba, pero no de tristeza, sino de inseguridad. Había algo mal ahí, pero como siempre pensé que estaba sacando conclusiones erróneas, que mi mente me estaba jugando una mala pasada.

—Lo siento mucho. —Hablé, pensando que eso era lo mejor que le podía decir.

—No pasa nada, al fin y al cabo yo no la conozco. —Estuvimos dando vueltas a lo tonto por allí hasta que divisamos una parada de autobus. Jimin me miró, y movió la cabeza para señalarla. —¿Volvemos? Está haciendo frío y ya no hay luz.

—Vale, prometo llevarte a más sitios el próximo día. —Asintió, y por un momento fue sincero con su expresión. Nos dirigimos al banco, y en menos de lo que creímos vimos al vehículo venir por la derecha, vacío excepto por el conductor, un par de ancianas que charlaban entre ellas, un chico con los cascos puestos y un hombre de mediana edad.

Se hizo la noche cuando el conductor apagó las luces del interior, y estuve a punto de relajarme cuando noté que un frío invernal me helaba los huesos. No había calefacción, y era extraño. Normalmente ya la tendrían activada en general, y más a esas horas, pero pareció ser que el responsable de encenderla tenía una estufa interna, porque no se había dado cuenta. Jimin estaba tiritando al igual que yo, y le vi frotarse las manos con furia.

No pude evitar sujetarlas y conducirlas a mi bolsillo en el lado izquierdo de mi abrigo, mientras que las atrapaba con la mía tratando de darlas todo el calor de mí mismo. Su cara estaba roja, probablemente por el tiempo, pero no pude evitar notar cómo se acurrucaba a mi lado encontrando en él un lugar donde cobijarse.

Y en una posición en donde pensé que no me importaría morir, pasamos toda la vuelta a casa.

De no ser porque alguien prendió las luces, me hubiese dormido y saltado de parada.

—¿Mañana nos vemos? —Me preguntó, sabiendo la respuesta.

—Sí, pero es un poco pronto para despedirnos, ¿no crees?

—¿Por qué?

—Porque no voy a dejar que vuelvas solo a casa. —Aunque se negase, le iba a acompañar. Era tan pequeño bajo el gran cielo estrellado que me aterraba que le pudiese pasar algo en el camino. Yo no corría tanto peligro; era más grande y caminaba a una velocidad de vértigo cuando me lo proponía.

—¿Seguro? Es mucho camino...

—Seguro. —Le sonreí, como él me hacía, y por su reacción pude ver que me había visto hacerlo.

Todo estaba en calma cuando comenzamos a pasear. La gente estaba en sus casas, el mar causaba un pequeño estruendo cuando chocaba contra la arena, las gaviotas no estaban. Solo existíamos nosotros dos a la deriva entre un futuro incierto.

Sin embargo, no fue pasadas muchas calles cuando reconocí a dos caras conocidas, demasiado conocidas, y pasamos a ser cuatro en medio de las farolas y el asfalto que pisábamos.

Seokjin y Hoseok estaban al igual que nosotros abriéndose paso frente a la oscuridad, con la diferencia de que parecían estar paseando al mastín napolitano del más pequeño. Se llamaba "Hope", y era de un color grisáceo oscuro que embellecía su pelaje corto. Por un momento juré que estaban cogidos de las manos, hasta que se separaron cuando la mascota tiró de su dueño para acercarse a mí, pues nos llevábamos de maravilla.

—¡Tae, te echaba de menos! —Seokjin corrió a mi lado para abrazarme mientras yo acariciaba al perro. Yo también le echaba mucho de menos, pues teníamos mucha confianza y estar con él siempre me tranquilizaba cuando tenía problemas.

—¿Cómo estás? ¿Cómo van las clases?

—Demasiado fáciles para mi gusto, pensaba que la carrera traería cosa más complicadas. ¿Y a ti?

—Como siempre, aunque sí noto que ha aumentado la exigencia. —No quería hablar de estudios con él, nos veíamos poco y quería aprovechar para contarle otras cosas de mi vida.

Pero había olvidado un detalle muy importante...

—Oye, Tae. —Me llamó Hoseok, haciendo que le devolviese la mirada. —¿Quién es tu amigo?

... y ese detalle se llamaba Jimin.

Orange waves - Vmin [PAUSADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora