Capítulo 34.

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Era un día completamente normal, se levantaba como hacía siempre para ir a estudiar. Llevaba una vida completamente normal para un chico de su edad, la vida de todo niño a sus 7 años. Era feliz. Caminaba hasta su escuela. Era pequeña, pero por muy pequeña que fuera se divertia estando allí, tenía amigos, amigos bastante cercanos. Tenía un amigo en especial, era su mejor amigo. El nombre de aquel chico era Mark, su cabello rojizo y ojos azules hacían una combinación demasido  peculiar, peculiaridad que aumentaba hasta el punto de llegar a extrañesa por la forma en que el chico vestía, siempre usaba tonos oscuros y mangas largas. Su cabello largo que llegaba hasta los hombros hacía que tuviera apariencia de alguien fanatico al rock.

-- Estás demasiado distraído -- Comentó su amigo, haciendo que regresara a la realidad. Su amigo susurró puies ambos estaban en clases, su maestro intentando explicar un tema normal para año que cursaba. Agitó su cabeza levemente intentando regresar a la realidad, miró a todos lados hasta fijarse en su amigo. -- Perdona, estaba concentrado en otra cosa --

-- ¿Otra cosa?~ ¿tanto te gusto como para que te pierdas pensando en mi?~ -- Golpeó levemente el hombro de su amigo.

-- Deja de decir esas cosas, idiota -- Su rostro estaba levemente enfadado, pero sólo era por vergüenza de oir aquellas cosas, no acostumbraba a oirlas seguido.

-- Tranquilo, sabes que sólo bromeo -- Reía levemente mientras sobaba su hombro, fingiendo que le había dolido.

-- ¡Ustedes dos!, ¡Guarden silencio! -- Les gritó aquel profesor, parecía que no escucharon pues nninguno había echo caso y seguían riendo, ambos. El profesor enfadado se acercó a ellos. -- Fuera de clase.-- Ésta vez si lograron escuchar, asintieron con la cabeza y salieron. Empezando a reír nuevanmente al salir del aula de clases.

En esos instantes pasaba otro chico, su cabello era negro y un poco largo, su miraba era fría. Podría decirse que ni siquiera notó su presencia  pero era todo lo contrario para aquel chico de cabello castaño, no podía retirar su mirada de aquel chico, parecía no ser de esa escuela, estaba allí de visita y eso hacía sentir mal al castaño. Quería correr tras él, por alguna razón se sentía demasiado atraído hacía ese chico, sentía que no debía dejarlo ir.

Su amigo hizo que regresara a la realidad, nuevamente. Puso una mano sobre su hombro impidiendo que siguiera caminando, pues este chico ya había empezado a caminar en dirección al de cabello negro.

-- ¿Pasa algo? -- preguntó su amigo levemente preocupado, nunca lo había visto de esta forma, tan desconcertado, distraído e hipnotixado.

Dejó de caminar y se giró a ver con una gran sonrisa a su amigo -- Sí, estoy bien --.

Los días fueron pasando, aquel chico no había vuelto a hacer aparición por aquella escuela, cosa que hacía que el castaño se desanimase, no entendía por qué pasaba eso. No era de los que creían en el amor a primera vista, y para empeorarlo todo era demasiado joven para entender que era el amor. Faltaban pocas horas para que el día de clase acabara, pero este era un día especial, era su último día de clase, estaba nervioso y emocionado a la vez. Le alegraba saber que podría pasar mayor tiempo con sus cariñosos padres, dormir hasta más tarde, jugar todo el día.  Los deseos normales de cualquier chico, pero su amigo no parecía estar feliz, se notaba preocupado y triste. En cuanto sonó la campana indicando que ya hora de salida el castaño caminó al instante hasta su amigo mientras sonreía.

-- ¿Qué pasa?, ¿no estás feliz de salir a vacaciones? -- Le pregunró mientras sonreía, algo le hizo preocuparse de verdad. Su amigo no había respondido su pregunta, parecía estar mucho más desanimado.

-- Me iré del país... mejor dicho mi familia me obligará a irme con ellos... Iremos a Francia, cosas del trabajo de mi padre-- El castaño lo abrazó con levedad intentando hacer que se calme.

-- No te preocupes... cuando puedas volver hazlo, seguiremos nuestra amistad... --  Dijo con voz tranquila, quería calmarlo. Pero en su interior no podía estar más triste, tenía ganas de llorar pero no podía hacerlo, no quería hacer sentir peor a su mejor amigo.

Se fue a su casa bastante desanimado, su día no podía empeorar, era su único amigo desde hace años y ahora lo ha perdido. Al llegar a su casa se sorprendió un poco al ver a sus padres llorando, entró a la casa preocupado.  -- ¿Q-que pasa? -- Preguntó con miedo a la razón de su llanto.

-- Eres un Doncel -- Se quedó paralizado, el problema no era ser doncel, el problema era las concecuencias que serlo traía, tendría que dejar a sus padres, dejar su vida perfecta e ir a una de esas "tiendas". Empezó a llorar, no quería ir, se negaba a hacerlo pero tenía. Sino le traería problemas a sus padres, y no quería eso.

Pasó en la tienda varios años, hasta que el dueño de esta le había enviado un mensaje avisando que iban a comprarlo. Ahora el castaño llamado Akio le pertenecería a alguien, que al parecer se llamaba Kirtash. La primera vez que lo vio sintió una extraña sensación de que ya lo conocía, que ya lo había visto antes. Aquel chico pelinegro con una expresión fría le parecía demasido conocido.

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