Capítulo 12

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Mi vida es una rutina pero no siempre lo había sido, no antes de que mi madre muriera y ahora sigue siéndolo, aunque no tanto… lo sea o no, soy feliz, soy realmente feliz y eso se lo tengo que agradecer a Brenda, única y exclusivamente a ella. Aunque haya tenido en un corto y loco periodo sentimientos por su prima Cassie, creo que eso ya queda en el pasado, de todos modos no la he vuelto a ver desde esos enfermos deseos de besarla en la plaza cuando le había agradecido por lo que hizo por mí. Eso nunca lo voy a olvidar… creo que lo que me atrajo a ella fue su enorme parecido a Brenda, no sé si me he vuelto loco pero se parecen bastante, realmente lo hacen y creo que las dos me conocen tan pero tan bien que no sé si sentir miedo o felicidad, miedo por ser acosado y felicidad porque al fin he encontrado a una persona que me entienda o comprenda, bueno, a dos y eso es bueno, ¿cierto? En todo caso no creo que me haya acosado nunca, aunque es muy probable que lo haya hecho esos dos años, quiero decir, se ha mantenido dos años al margen sin nunca hablarme o siquiera decirme un hola o algo parecido. Vale decir que estoy pensando en Brenda al tener estos divagues y no en Cassie. Me hace reír la idea de ella acosándome, eso ni nunca, ni siquiera me conocía… según ella… pero creo que lo hacía más o menos porque de seguro Brenda le había hablado de mí o algo parecido. Agg, qué más da. Lo importante es que estoy con la chica que amo y no creo que nunca nos separemos. Nunca.
Aunque ella tenga millones de secretos, aunque todo lo que me diga no encaje de todas formas creo en ella sin importarme que hay muchas cosas dudosas sobre su vida y sobre su persona. No creo que me mienta de esa forma.
Me siento en el césped del campo de juego y miro arriba, al sol, por fin salió después de lo que me pareció años y por fin vengo a practicar, también después de años, es que solía dormir como a las dos o las tres de la madrugada y me resultaba tremendamente difícil despertarme a las siete para estar aquí a las ocho. Mi horario de abrir los ojos era siempre las once o las doce, aunque raras veces me despertaba a las diez y sólo porque mi hermana menor se pasaba gritando y corriendo por toda la casa. Esa niña necesita disciplina, me río, miren quien habla…

- Pensé que habías abandonado el equipo – el entrenador Roger aparece frente a mí.

Es el típico gordo, feo y calvo entrenador. Ahora que lo pienso se parece bastante a mi padre. Vuelvo a reír. Roger lleva puesto una camiseta negra con un short del mismo color, suspiro… se viste del color de su alma y humor.

- Me tomé unas largas vacaciones – digo – pero ya estoy de vuelta.

- Sabes que puedo echarte – me mira con resentimiento.

- Puedes… pero no lo harás. Soy el mejor – me río.

- Ni siquiera es por ti que te voy a dejar seguir en el equipo, pedazo de imbécil, es por el bien de mi equipo y nada más, ¿me oyes? Pobre de ti si uno mejor que tú aparece.

Asiento divertido. Este viejo es un miserable amargado aunque tiene razón en odiarme.

- Sabes que no habrá uno mejor que yo. Lo sabes – me pongo de pie y lo enfrento, soy mucho más alto que él y eso me hace sentir con poder.

- Puede que lo haya, es más, hay un jugador mejor que tú – apunta a todos los jugadores – todos ellos son mejores que tú por el simple hecho de que son responsables y aman lo que hacen.

- Amo lo que hago – aprieto la mandíbula – tú sabes que he tenido problemas… antes de que mi madre me dejara siempre fui responsable. Siempre.

- Eso no te justifica, deberías reponerte hace tiempo, tu madre murió hace años…

- Cállate – le grito.

Lleva todo de mí no golpearlo. Es una mierda. Una verdadera mierda.

- Mejor empecemos – es lo último que dice y empezamos el juego.

Detrás De EllaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora