II
Poder recorrer la ciudad caminando es algo más que imposible. No pude negarme a firmar autógrafos a los que se nos cruzaban en el camino, por lo que tuve que llamar a mi hermana para que se acerque con mi vehículo. El tiempo vale oro y estamos a un par de horas de la final de hombres. Aún no almorzamos y mi estómago pide alimentarse. Nos retiramos disculpándome, pero mi cuerpo apenas soporta su propio peso como para mantenerme de pie... No estoy dramatizando.- Estás muy callada.- Gonzalo rompe el silencio y trato de no desviar la mirada del camino- ¿Ocurre algo? ¿No te gustó la cita?- mi respiración se entrecorta al raíz del contacto de su mano en mi muslo derecho.
- Solo quiero llegar a un restaurante y alimentarme con lo que pongan delante de mis ojos.- suspiro y mi estómago ruge- Ahora sabes el motivo.
- ¿Qué te parece si rompemos la rutina?- lo miro de reojo que señala un Mc Donalds a unos minutos y desacelero- Sabía que no me ibas a fallar, llevo tiempo con unas ganas de comer una hamburguesa. Ramiro me tiene cansado con el de no alimentarme con comida chatarra.
- No se va a enterar...- disminuyo la velocidad y giro hacia la izquierda, al estacionamiento del local- También llevo tiempo de no comer una buena hamburguesa con papas fritas. Ya lo estaba extrañando.- beso su mejilla. Desciendo del vehículo en busca de la silla de ruedas y se acomoda en la misma.
Muchos padres han consentido a sus hijos al traerlos aquí, más un domingo en el que disfrutas del día libre de trabajo. Tanto ellos como los empleados nos reconocen y me sorprende que me reciban con aplausos. Las manos de Gonzalo acarician las mías que se aferran a sus hombros... Nunca me imaginé este reconocimiento, ser aceptada por el público francés. No hago más que agradecer mientras lo llevo a una mesa vacía, le pregunto lo que quiere y me dirijo a la caja para pedir la orden. Dos cuarto de libra, dos fritas y un vaso de coca cola es lo que pido. Venimos por el mismo objetivo: quitarnos las ganas de alimentarnos de lo prohibido. Ya con la bandeja en mano vuelvo a la mesa y me acomodo a su lado, por lo que su brazo derecho rodea mi cintura y almorzamos en silencio. Antes de retirarnos, nos sacamos fotos con algunos clientes. Sí, incluso Gonzalo. La gerencia también hizo de las suyas y junto a los empleados obtuvieron una foto. Les agradecí por el trato y nos retiramos.
Recorrimos la gran ciudad por más de una hora, perdiéndonos entre las avenidas y pasajes sin salida. En algún que otro momento estacionaba a un lado de la calle porque no aguantaba la corriente que recorría mi cuerpo cuando su mano acariciaba mi muslo o mi brazo, excitándome hasta perderme en todos los sentidos. Mis labios se estampaban en los suyos, saciándome de él pero me frustra porque en vez de satisfacerme, necesitaba más.
Encuentro un estacionamiento libre y lo ubico antes de que otro ocupe el lugar. Mis labios se unen a los suyos antes de descender del vehículo. Abro el baúl para sacar la silla de ruedas cuando un par de manos me quitan la misma y lo abre. Levanto la cabeza para sorprenderme de reconocer a quien me está ayudando: Jimmy Hahn. Su cabello rojo, las pecas en su rostro que tanto lo caracteriza y sus ojos verdes es lo primero que veo. He tratado muy pocas veces con él, en los torneos nos cruzábamos ocasionalmente y nunca pasamos de un saludo. Su bolso raquetero lo lleva a su espalda y ya se encuentra preparado para salir a la cancha. Me acompaña hasta el asiento de copiloto y mover a Gonzalo desde el vehículo a la silla.
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Amor Sobre Polvo de Ladrillo ©
RomanceUna cita a ciegas preparada por sus mejores amigos cambiarán sus vidas para siempre... Ambos son tenistas profesionales, ella es una de las mejores del mundo y él sueña con ser el mejor del deporte adaptado.