Día Quince

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Último día en París. Estas horas que aún quedan antes de tomar el avión hacia Buenos Aires me la pasaré recorriendo la ciudad, rememorar la cita en la torre Eiffel... Hacer tantas cosas en tan poco tiempo pero no me importa, tendremos muchas oportunidades de visitar de nuevo. No compré el departamento por nada. Lo que más me importa ahora es tener el trofeo en mis manos y estar en Buenos Aires para conocer a la familia Levine. Gonzalo habla tan bien de ellos que tengo muchas ganas de conocerlos, como también quiero saber que es lo que la hace tan especial a la hermana de Oscar. ¡Dios! Ya estoy imaginándome la vida después de tenis. Después de todo, planear vivir en Buenos Aires no es tan mal al final de todo. No tengo a nadie quien me arrastre a Italia... Bueno, si. Está mi familia, pero yo quiero ser feliz con el hombre que tengo a mi lado y me arriesgo ir por el hasta el fin del mundo.

Descansar en sus brazos es el mejor de los lugares donde no desearía nunca alejarme. El calor que emana de su cuerpo a pesar del clima caluroso, es la sensación más placentera que puedo sentir, no dejo de lado cuando hacemos el amor pero eso no es necesario dar explicaciones. Si fuese por mí, pasaría todo el día llenándome de él... Es una adicción a la que me tengo que abstener para no asustarlo al guiarlo a lo desconocido. Tal vez exagere, solo quiero hacer bien las cosas y no mandar todo al retrete por un capricho mío. Un ejemplo es cuando estamos desnudos, como ahora y sentir su erección en mi trasero. Me hace perder en todos los sentidos. ¿Qué es lo que me has hecho Gonzalo?

Se remueve en el lugar, sorprendiéndole al girarme hasta quedar frente a él y uno mis labios a los suyos. Sus brazos que no han dejado de rodearme, invade mi boca y me pega más a su cuerpo, gimo sobre sus labios al sentirlo en mi entrada. Me alejaría reclamándole por espacio personal, pero a quien miento... Me río cuando sus labios juegan en mi cuello y me observa divertido, esperando a que le de una explicación. Niego con una sonrisa, ruborizándome como si mis pensamientos fuesen más allá de lo prohibido y no por la cosquilla que hace su crecida barba.

- No me hagas caso, estoy en ese deja vu del que no caigo en el que soy campeona del torneo de mis sueños.- no es del todo una mentira, pero mi sonrisa crece al saber que estoy en el punto máximo de mi felicidad- Seguro que me estás viendo como una mujer loca...

- Solo te vería como la mujer con una personalidad única.- me responde besando la punta de mi nariz- También como la mujer que se fijara en un inútil discapacitado como lo soy...

- ¡Nunca te creas menos importante! Eres un hombre normal con un pasado por el que nadie quiere pasar, eres como cualquier otro que se ha enamorado de una mujer normal y que nadie te va a hacer sentir menos persona solo por usar una silla de ruedas.- me alejo aturdida buscando sus muletas y no dejo de admirar su cuerpo- Solo te pido que no arruines este último día en la ciudad. No querrás conocerme enojada, te aseguro que no te conviene.- y es cierto. Ni siquiera mis hermanos me soportan.

- Debería acostumbrarte a que siempre hablo de mí mismo Cecilia, es algo del que ni siquiera Micaela ha podido quitarme esta costumbre...

- ¿Y eso te agrada? ¿Hablar mal de tí mismo?- abre la boca para contestarme pero no le dejo hablar- Entonces si tan acostumbrado estás de que te ignoren, haré lo mismo hasta que aprendas que me lastimas cuando te menosprecias.- controlo que sus muletas se acomoden por debajo de sus axilas y me alejo.

Amor Sobre Polvo de Ladrillo ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora