El cumpleaños - Parte 2

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Capítulo 9


Parte 2


—¡¡Por quinta vez!! ¡¡Daos prisa!! ¡¡No nos va a dar tiempo!! —grité mirando con cara de muy pocos amigos a todos los que estaban en la cocina.

Me sacaba de quicio que las cosas no fueran a mi ritmo y que no estuvieran listas para cuando yo las pedía y menos, cuando había una fiesta de cumpleaños que preparar. Pero a veces, por mucho que quisiera, no podía controlar nada y eso, no me gustaba en absoluto.

Odiaba cualquier cosa que se escapara de mi control y en la que no llevara las riendas. Casualmente, aquello era muy frecuente en mi vida desde hacía unos meses. Si tuviera que decir el momento exacto en el que sucedió, diría que fue justo cuando Alexandra me rodeó con sus brazos y me alejó de aquel tipejo que casi estuvo a punto de matarme. Ése fue sin ninguna duda, el instante en el que sentí que perdía el control. Y luego, conforme la dejé entrar en mi vida y ella entró en la mía, fue acrecentándose. Dejé de mantener a raya mis sentidos y empecé a sentir algo que por mucho que lo intentara, no podía controlar. Pero lo que sí podía hacer era amurallarlo, disfrazarlo y, aunque doliera, rechazarlo.

No podía permitirme el lujo de enamorarme por mucho que Alex estuviera empezando a llenar ese vacío que tanto me había consumido por dentro. Un vacío que se llenaba cada vez que me miraba, me sonreía o me decía cualquier cosa con aquella voz tan sexy que tenía. Pero su voz -¡Santa María Benedetta qué voz!- no era la cuestión. La cuestión era que no iba a permitir que ningún sentimiento penetrara en mi interior. Por eso, luchaba cada día contra aquello con el fin de recuperar el control y atrincherar aún más a mi corazón ante cualquier cosa que pudiera despertarme la rubia.

Pero a veces, era sumamente difícil.

Sobre todo lo era cuando nos quedábamos a solas por la noche, cuando la veía sufrir -como aquel día cuando Aitana se puso mala- o cuando compartía momentos como el de la tarde en Milán. El corazón se me derretía y bajaba la guardia actuando sin pensar. Solo me guiaba por lo que realmente quería. Aquella tarde en Milán quise volver a sentirla cerca y cuando subimos en el tiovivo, no lo pensé. Me dejé llevar y cogí sus manos haciendo que me rodeara y agarrara las riendas junto a mi. En aquel instante, asumí de una vez por todas lo que me pasaba con ella. Pero al mismo tiempo, me di cuenta de que podría acabar sufriendo como nunca.

En ocasiones, dejaba volar mi imaginación y fantaseaba con la idea de cómo sería todo si me diera la posibilidad de sentir sin más. Lo que veía me gustaba mucho, pero también me superaba. No podía manejarlo.

Cuando eso sucedía, me distanciaba. Necesitaba un margen de tiempo para recomponerme y volver a mantenerme fuerte ante Alex. Sinceramente, muchas veces me sorprendía a mi misma porque no sabía de dónde sacaba toda aquella fuerza de voluntad para alejarme de ella.

Al fin y al cabo, todo se resumía en una palabra: miedo. Ese miedo que me paralizaba y que me impedía tener todo aquello que anhelaba. Si no hubiera tenido ese temor causado por las mala experiencias anteriores en más de una ocasión, hipnotizada por sus preciosos ojos azules, habría cometido una locura en forma de beso. Pero no podía. Por mucho que quisiera besarla, el miedo era superior a cualquier otra cosa.

Así que hacía lo único que me resultaba fácil: engañarme a mi misma y a mi corazón.

—Ya he acabado Ely —me dijo Aitana con su vocecita.

—¿Ya está piccolina? A ver cómo ha quedado... —dije acercándome para ver la decoración final de aquella tarta. —¡Pero Aitana! ¡Está bellísima amore! ¡Eres una artista! —dije cogiéndola en brazos y dándole un beso. Aquella niña me había robado el corazón con su ternura y cariño hacia mi desde el primer día. Era imposible no adorarla, era un amor.

A fuego lento - Blumettra (AU)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora