"Segundas oportunidades"

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Capítulo 5



No había sido una buena persona.

Lo sabía y aquella noche lo acababa de confirmar. Había conseguido desquiciar a Daniela después de un mes siendo una verdadera hija de ***a con ella.

—Recoged la cocina de inmediato e iros a casa. Cerraré yo —dije antes de desaparecer por la puerta de la cocina, atravesar el salón y encerrarme en mi despacho. Me senté en el sillón negro delante del escritorio, apoyé mis codos sobre él y reposé la cabeza en mis manos.

«Estarás sola el resto de tu vida...». Aquellas palabras pronunciadas por la rubia se repetían una y otra vez en mi mente desde que habían salido de su boca. No era capaz de pensar en otra cosa. Por más justas que fueran, no las hacía menos dolorosas. Daniela había sabido tocar el punto de mi amargura y mi peor miedo: la soledad. Había tocado mi fibra sensible y por eso, en el escritorio de roble macizo, se empezaron a formar pequeños charcos de agua procedentes de mis ojos. Necesitaba desahogarme y quitar de mi pecho aquella sensación tan horrible como asfixiante.

Me sentía el peor ser del universo. Era consciente de que me había portado de la peor forma con ella y que no se merecía para nada el trato que le había dado. Había sido cruel y despiadada cuando yo no era ni por asomo así. ¿Por qué lo había hecho? ¿Por qué le tenía tanta manía a alguien que solo buscaba hacerlo lo mejor posible para trabajar en mi restaurante? ¿Acaso no era lo que yo quería, alguien entregado que cocinara a las mil maravillas y fuera buen compañero? Porque Daniela cumplía cada uno de mis requisitos y los había despreciado, tanto a sus platos como a ella.

Reconozco que nuestro primer encuentro me había afectado demasiado. Había sido horroroso, curioso y muy pero que muy embarazoso. Me había resultado muy ridículo por mi parte. Verme descubierta cantando medio en bolas por una extraña después de regresar de Nueva York, no era para menos. De hecho, trataba de no pensarlo mucho. Cada vez que lo hacía, mis mejillas se teñían de rojo carmesí difícil de apaciguar. Sinceramente, me vi pequeña bajo su mirada y me avergoncé aún más de lo que ya lo hacía de mi misma cuando vi su sonrisa. ¿Se estaba riendo de mi? Aquello no me molestó muchísimo y me sentí completamente humillada.

Vale, está bien. Daniela no lo hizo a propósito y se disculpó de inmediato. De hecho, volvió a hacerlo muchas veces más pero aunque las acepté, le había hecho ya la cruz. Sobre todo después de que Irma y Emma me contaran como se había insinuado a Marco durante su primer día en el restaurante.

—Y salimos y ahí estaba ella bien abrazada Marco. Aunque él no se quedó atrás eh...

—Sí sí, tal y como lo cuenta Emma, Elettra. Nos quedamos estupefactas ante esa imagen que vimos y bueno, creímos que lo mejor era contártelo. No queremos que pase algo parecido a lo que sucedió con Aída. Porque claro...

—Gracias por la información —contesté cortando a Irma.

¿Qué pensaba, conseguir el puesto liándose con Marco? Pues no lo iba consentir. Por eso, la llevé al límite. Quería exprimirla y ver si era apta para trabajar en mi cocina. Si quería el puesto, que se lo ganara trabajando al máximo como hacían todos. Pero llegó un momento en el que me pasé tanto, que ya no supe como reconducir la situación. En lugar de eso, me desquicié aún más con ella. Mi manía hacia Daniela crecía conforme la veía interactuar con el resto y conforme hacía mejor su trabajo. ¡Qué rabia me daba! Todo lo que hacía me molestaba. Y lo hacía aún más cuando no se achantaba ante mi y cumplía todo lo que le decía por muy loco que fuera. «Encima es rubia como Dominika. ¡Vaffanculo!».

A fuego lento - Blumettra (AU)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora