"A prueba"

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Capítulo 4


Horrible.

Horroroso.

Horripilante.

Terrible.

Insoportable.

Espantoso.

Apocalíptico.

Mi peor pesadilla. La peor pesadilla de cualquiera.

De esa manera podría calificar aquellas primeras semanas en el restaurante junto a Doña Elettra Miura Lamborghini, el epicentro de todos mis males quien, como cada mañana, llegaba al restaurante con una seriedad tan fría que daba miedo.

—Buenos días... —dijo de forma cortante y seca. ¡De qué gran humor había llegado!

—Buenos días —dijeron al unísono mis compañeros con un poco más de alegría. Yo también contesté, pero mi susurro fue tan imperceptible que solo pudo ser captado por mis propios oídos. La seguí con la mirada, de reojo, temiendo ser descubierta por aquellos felinos ojos azules. «Un día menos...» dije mientras me ataba el delantal por delante y lo giraba hacia atrás.

Qué triste era todo aquello. Había pasado de contar los días que faltaban para que se cumpliera el mes y me contrataran, a contarlos para -muy a mi pesar- largarme de allí. No sabía que hacer ya para que las cosas cambiaran. Lo había intentado todo y nada había surtido efecto.

Me había disculpado con Elettra más veces de las necesarias y aún así, ésta seguía mirándome como si tuviera la peste. ¿En serio había sido para tanto? ¡Joder si solo le había visto las tetas de refilón! ¡Y yo tenía lo mismo que ella! No lo entendía. Tampoco entendía por qué narices seguía todavía allí. ¿Realmente merecía la pena trabajar en aquel lugar si me trataban así de mal? No lo hacía. No sabía porque estaba aguantando tanto en el restaurante. Quizá por mi paciencia infinita, por Aly, por mi nuevo mejor amigo Aless, por mi nueva mejor amiga Antonella, por todo el cariño que estaba recibiendo del resto de mis compañeros -excepto Emma e Irma- o quizá porque cada vez que veía a Elettra se me pasaba todo y me olvidaba de lo que me había dicho o hecho. Sinceramente, tenía la esperanza de que la italiana cambiara de actitud porque sabía que ella no era así.

Aquella mujer antipática, seria, arisca, insoportable e incluso cruel que me trataba como si fuese un despojo, no era la verdadera Elettra. A escondidas, había podido ver como era la joven chef con el resto de compañeros, sobre todo con Aless con quien se llevaba a las mil maravillas. Cuando me encontraba a ambos en la sala de descanso, me quedaba detrás de la puerta a escucharlos. Sí, vale, aquello no estaba bien pero no lo hacía con la intención de enterarme de algo y cotillear. Solo quería escuchar la voz de Elettra sin filtros, escuchar su verdadera voz. Con Aless hablaba tan relajada y se reía de una forma tan pura que me hacía sonreír a pesar de todo. ¿Ridículo, verdad?

En una ocasión, Elettra casi me pilló allí detrás cuando Aless le preguntó por mi. La chef quiso cambiar de tema pero Aless quiso saber el por qué me había cogido tanta manía. Elettra no respondió a la pregunta. Se enfadó mucho con Aless y tras decirle que no volviera a hablarle de mi nunca, salió escopetada de la sala de descanso. Menos mal que fui lo bastante rápida para esconderme y que no me viera. La italiana estuvo dos días sin hablarle al pobre Aless y éste casi se queda sin extensiones del estrés. No quería que Aless lo pasara mal ni se metiera en ningún lío por mi culpa por lo que le pedí que se olvidara de ayudarme con Elettra. Estaba segura de que si se le cruzaban los cables era capaz de despedir a su mejor amigo por mi culpa. Un peso con el que no podría cargar también. Era mi problema y el problema era yo. Elettra me odiaba y yo era la única que debía hacer frente a la situación. Una situación a la que le faltaba muy poco para saltar por los aires.

A fuego lento - Blumettra (AU)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora