"La fiesta"

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Capítulo 17



«¡Oppan Gangnam Style! ¡Gangnam style! Op, op, op, op ¡oppan Gangnam style ¡Oh! ¡Gangnam style! Op, op, op, op ¡oppan Gangnam style! Eeeeeeeeh sexy lady op, op, op, op ¡oppan Gangnam style! Eeeeeeeeh sexy lady, oh, oh...»

Mi cara era un poema.

La mueca de horror y estupefacción que tenía se podía a equiparar a la que hubiera puesto si Emma hubiese sido designada en algún momento empleada del mes en el restaurante. Jamás pensé que en mis recién estrenados veintiséis años de vida, iba a ver a Emma, Irma, Ivonne, Umberto, Tutto, Antonella, Luigi, Carlo, Sergio, Aless, Alonso y Marco bailando juntos aquella canción que estaba provocando un derrame sanguíneo en mis oídos. ¿Quién merda había contratado a aquel stronzo DJ? ¿Dónde estaba mi reggaeton solo solo reggaeton baby? ¡Vaffanculo!

-¡¡¡Vamos gatita únete a la PARTYYYYYY!!! -gritó Aless sin parar de bailar intentando que me uniera. No le contesté; solo le miré mal y me encaminé hacia la tarima superior donde se encontraba el goffo del DJ.

-¿Qué cazzo de música es esta? -exclamé con enfado. -¡Haz el favor de cambiar esta basura! Es mi fiesta y quiero escuchar reggaeton solo solo reggaeton, no esta mierda que estabas poniendo, ¿queda claro? -pregunté amenazante.

-Sí, sí...ya...ya la cambio. Lo...lo siento -dijo asustado, colocándose de nuevo los cascos.

Cuando los acordes de «Bien duro» de C. Tangana sonaron por el local volví a mirar al DJ. El chico me miró preocupado, como pidiéndome el visto bueno con la mirada. Finalmente, levanté el pulgar hacia arriba aliviando su expresión.

Aunque no me gustaba en exceso la canción, no me disgustaba en aquel momento ya que me venía como anillo al dedo. Y es que, a pesar de que era mi fiesta de cumpleaños, no lo estaba pasando nada bien. ¿Alguien había visto a mi novia? Porque yo hacía mucho rato que no y el nudo que tenía en la garganta y el estómago, comenzaban a asfixiarme.

Las cosas entre Alex y yo estaban raras, muy raras. O al menos así lo sentía yo. Sabía que algo no iba bien, que algo estaba pasando; sin embargo, no era capaz de saber el qué. Le había preguntado varias veces a Alex si estaba bien y siempre me contestaba que sí. Intentaba creerla pero desde la aparición del tal Andrés, sabía que no era así. Algo le había removido por dentro aquel chico y me sentía una niña pequeña indefensa, con un miedo atroz que debilitaba cada parte de mi cuerpo. Un miedo que fue en aumento cuando los mensajes y las llamadas de Andrés se hicieron una constante en nuestro día a día. Intenté que la desconfianza y los celos no se apoderaran de mi, pero me fue imposible. Más aún cuando en el restaurante, Emma e Irma no paraban de contar historias de infidelidades. Aquellos casos de los que hablaban en el restaurante, aumentaron mi paranoia hasta tal punto, que sentí la necesidad de alejarme de Alex. Por eso, desde la noche siguiente a la llegada de Andrés, no había vuelto a pisar su casa. Y de eso ya hacía cinco días. Ni siquiera iba para ver a Aitana, Doña Pepi o para dormir con ella. ¿Dónde quedaba aquella valentía que nos había hecho lanzarnos al vacío? Porque sentía que no quedaba ni rastro de ella. Pero lo peor no era disimular lo mal que lo estaba pasando; lo peor era que Alex parecía no darse cuenta de cómo me estaba alejando. Le ponía excusas absurdas para no ir y apenas las cuestionaba. Parecía no importarle. Parecía que yo ya no le importaba y eso me rompía por dentro.

Sin embargo, aquella afirmación que mi cabeza repetía a cada segundo del día, se tambaleó cuando llegó el 17 de mayo, el día de mi cumpleaños. Alex entró con sus llaves a mi casa, me preparó un desayuno continental digno de reinas y me sorprendió en la cama con un ramo de veintiséis rosas rojas que casi destrozo del susto que me dio al despertarme cantando el tanti auguri a te. Después de unos cuantos «Vaffanculo» y otras tantas «¡Santa María Benedetta qué susto!», Alex y yo nos reímos juntas como hacía días no lo hacíamos.

A fuego lento - Blumettra (AU)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora