"Entre la vida y la muerte"

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Capítulo 20


Las manecillas del reloj se clavaban en mis entrañas en una tortura interminable. Ya no sabía cómo ponerme, qué hacer, a quién preguntar...la desesperación me asfixiaba el alma. Mi corazón estaba en coma y la vida pesaba millones de toneladas sobre mis hombros.

—Elettra...voy a por un café, ¿quieres uno?

—No, gracias Alyson —respondí con un hilo de voz.

—Okay, si necesitas algo, dímelo —dijo acariciando mi espalda.

No le contesté. Seguí con la mirada fijada en el suelo reviviendo nuevamente lo que hasta hacía unas horas había sucedido con Aitana y luego con Alex. No se iba de mi cabeza; veía fotograma a fotograma todas mis acciones pero sobre todo mi mente repetía en bucle las palabras que le había dedicado a Alex en mi dolorosa conversación con a Aitana. Aquel «todo lo malo que le pase en esta vida se lo tiene merecido» me mataba a cada segundo un poco más, sintiéndome la única responsable del accidente que había sufrido la rubia. La veía tirada en el suelo, pálida, sin reaccionar y llena de heridas, moratones, sangre...y deseaba ser yo quien ocupara su lugar. De hecho, debería ser yo la que estuviera debatiéndose entre la vida y la muerte.

—Elettra tienes que comer algo... —susurró Fede.

—No tengo hambre...

—Me lo imagino pero tienes que estar fuerte y-

—Si como algo lo vomito Fede. No puedo —contesté y cuando la mujer fue a darme la réplica, su móvil sonó.

La conversación que mantuvo con Aless solo duró dos minutos, los mismos que tardó la buena de la italiana en contarme lo que le había dicho el rubio. Aless se había quedado en casa con Aitana a la cual se encontró de casualidad cuando ésta volvía a casa corriendo. La pequeña se había chocado con él y después de tranquilizarla y comer un helado, regresaron a casa. La noticia del accidente de Alex la pilló dormida en brazos de su bisabuela, ajena a la lucha que mantenía su tía. Sin embargo, quienes sí estaban al tanto de aquella tragedia eran Cristina, Deya y Uri.

—Han tenido bastante suerte al conseguir esos tres billetes en el primer avión que sale mañana por la mañana...

—Sí —susurré con la mente puesta en Alex.

—Disculpe, ¿es usted la acompañante de la chica del accidente de la bici? —me preguntó un hombre enjuto, de uniforme blanco y con gafas, que portaba una bolsa de plástico.

—Sí, soy yo, ¿por qué? ¿Qué sucede? ¿Ha empeorado? ¡¡Dígame cómo está!! —exclamé alzándome como un resorte.

—No, no lo sé señorita. Yo solo traigo esto —dijo mostrándome la bolsa—. Son los objetos personales de la chica.

—Oh...eh...—dije cogiendo la bolsa—. Gracias.

El hombre se marchó y yo me quedé observando la bolsa durante unos instantes. Su mochila, móvil, cartera, reloj, colgante y un objeto que no lograba identificar yacían amontonados en aquella prisión de plástico, ahogándose lejos de la vida que Alex les daba. Saqué su móvil y vi cómo la pantalla estaba hecha añicos. Pulsé el botón de bloqueo y comprobé como Alex seguía teniendo la misma foto de siempre, la que nos hicimos con Aitana meses atrás durante nuestra visita a la feria. Me mordí el labio reprimiendo el llanto y volví a meterlo en la bolsa.

—Toma Fede, deberías tenerla tú —dije entregándosela sin mirarla a la cara.

—Oh no Elettra, estoy segura de que Alex querría que la tuvieras tú —dijo y me retiré una lágrima.

A fuego lento - Blumettra (AU)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora