"Carnaval, carnaval...te quiero"

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Capítulo 10



—¿Me pasas la sal, por fa? —pregunté sin levantar la cabeza de la salsa que estaba preparando.

—Aquí la tienes —dijo Elettra mientras se situaba a mi lado.

—Gracias.

—De nada —dijo observando el contenido del cazo. —¿Puedo probar? —preguntó mientras se subía aquellas gafas negras que le daban un toque aún más sexy a su rostro.

—Claro —dije cogiendo un poco de salsa con la cuchara. Soplé y acerqué la cuchara a su boca. Elettra probó la salsa y se relamió. «Quien fuera salsa en estos momentos», me dije mientras la miraba embobada.

—¿Está buena? —dije sonriendo.

—Muy buena —dijo de la misma forma.

«Ay», suspiré. «Cómo me tiene la cabrona».

Habían pasado tres semanas desde mi inolvidable cumpleaños y todo marchaba a pedir de boca. Sin embargo, aquellos días habían sido un absoluto caos. Pero un caos feliz. Había pasado mucho tiempo con Uri, con mis amigas de Nápoles, había recompuesto mi casa por completo y había convivido durante una semana y media con Elettra.

¿Qué más podía pedir?

Vale, sí, muchas más cosas -empezando por que Elettra me comiera la boca-, pero todo iba muy bien.

La visita de Uri me había dado esa marcha más que no sabía ni que necesitaba. Pasar tiempo con mi mejor amigo, desahogarme con él, contarle todo lo que me perturbaba -excepto lo de Andrés- y que él lo hiciera conmigo fue como una terapia. No me despegué de mi querido Urito casi ni para ir al baño durante la semana que estuvo en Milán. Lo mejor fue sentir que aunque hacía tiempo que no estábamos juntos físicamente, todo era como si el día anterior hubiéramos estado en Barna paseando mientras comíamos pipas hablando de todo y de nada. En esta ocasión, hicimos lo mismo pero cambiando las pipas por un chocolate caliente y con Milán siendo el único testigo de nuestras confidencias.

En el paseo, le conté toda mi historia con Elettra hasta aquel instante y aunque yo no lo veía tan claro, según Uri, ella sentía lo mismo por mi. Aquella afirmación me puso tan jodidamente nerviosa que me dio un subidón de adrenalina frenético. Fijaos si fue grande que estuve saltando a la comba y haciendo largos en la piscina de la italiana durante tres horas. Luego, obviamente, caí rendida en la cama de la ex habitación de Aitana. Porque sí, mi querida sobrina se acopló en la cama de Elettra y no hubo fuerza humana que la sacara de allí. Durmió con la chef hasta que volvimos a casa.

La verdad es que estaba muy rallada. Había veces que veía claro que lo que sentía por Elettra era recíproco. Otras, veía que ni de coña sentía lo mismo por mi y otras estaba tan confusa por lo que percibía de ella, que me quedaba empanada mirando a la nada durante un buen rato.

Lo que más me fascinó durante aquellos días fue lo bien que Elettra y Uri congeniaron. Se llevaban a las mil maravillas. Aquello me flipaba y me daba aún más la razón. Era otra muestra de que la italiana era LA persona.

¿Os he hablado de la teoría del hilo rojo? Porque cada día estaba más convencida de que era real.

La leyenda japonesa del hilo rojo dice que las personas que están destinadas a conocerse, están conectadas por un hilo rojo invisible que no desaparece nunca. Además, dice que el hilo está atado siempre a sus dedos y que no importa ni el tiempo ni la distancia. Tampoco tiene importancia si se tarda mucho en conocer a esa persona, si vive en la otra parte del planeta o si no se ve nunca. ¿Y por qué? Pues porque el hilo jamás se rompe ya que, según dicen, su dueño es el destino.

A fuego lento - Blumettra (AU)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora