Capítulo 8

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Mirio

Decidí no preguntar nada, pensando que solo sería que Hikaru se conserva muy bien para su edad, incluso llegué a pensar que seguía teniendo diecisiete...

Los días pasaron pero lo que no cesaron fueron las visitas, de mi padre, Sir Nighteye con Eri, Midoriya de vez en cuando y los Dos Grandes. Ya podía moverme con facilidad, y según me había dicho la enfermera con alas de mariposas, pronto podría irme junto a los demás.

Me levanté de la camilla, decidiendo ir a ver a Tamaki e incluso puede que también a Nejire o a Midoriya. Abrí la puerta de la habitación y comencé a caminar por el largo pasillo, viendo una escena que no me esperaría.

-Tiene tus mismos ojos, pero tiene el pelo de su madre.-dijo la enfermera de alas de mariposa riendo suavemente.

-Sí, pero tenía mi quirk.-respondió mi padre riendo también.

No sabía si preguntar, ya que estaba bastante confuso ¿En serio se conocían? ¿Desde cuando?

-¿Me he perdido algo?.-pregunté decantandome por una de las varias opciones que tenía.

Ambos se giraron rápidamente para verme.

-No, nada.-respondió mi padre mientras que la enfermera le cogía del bíceps.

-Será mejor que me vaya para continuar mi trabajo, ha sido un placer volver a verte.-dijo sonriendo.

-Igualmente.-respondió el hombre que me dió la vida.-¿Y tú a dónde ibas?

-A ver a Tamaki.-respondí con simpleza mientras él asentía.

Me dejó en paz y conseguí llegar a la habitación de mi novio. Di dos golpecitos antes de abrir la puerta y ver a Tamaki tumbado en su camilla con Fatgum y Kirishima hablando con él al lado.

-¡Hey!.-dije saludando.

Tamaki sonrió, él no solía sonreír, pero cuando lo hacía, oh Dios cuando lo hacía... Mi corazón daba botes y parecía que se iba a salir de su sitio en cualquier momento. No me importaría que ese sentimiento me acompañara toda la vida, es más, lo deseaba.

-¿Necesitais intimidad?.-preguntó Fatgum levantándose.

-No, está bien.-dije acercandome al chico de pelo azabache y cogiéndole la mano levemente.-A no ser que Tamaki quiera.

-Me da igual.-respondió sonriéndome, a lo que tuve que responder con otra sonrisa.

Empezamos a hablar de que estábamos deseando salir del hospital y seguir con nuestros trabajos como héroes, aunque aún teníamos que recuperarnos de nuestras heridas.

Tras un rato de seguir hablando apareció Nejire, ella era la que iba a irse antes ya que sus heridas estaban prácticamente curadas.

-Pareces distraído Mirio, ¿Ha pasado algo?.-preguntó la chica de pelo azul, haciendo que los otros tres chicos giraran a verme.

-¿Sabes esta enfermera con alas de mariposa en las orejas?.-pregunté, a lo que todos asintieron.-Al parecer conoce a mi padre y hace un rato los he visto hablar, solo estaba pensando en eso.

Aunque no iba a mencionar que había visto la foto de pantalla de bloqueo de dicha enfermera u había visto a mi amiga de pelo rosa.

Volví a mi habitación, tumbandome en la cama ya que era tarde y debería dormir pronto. Me giré un poco viendo que había un teléfono en la mesilla, aunque no era el mío. Lo tomé y lo encendí, aunque no iba a desbloquear la pantalla, sólo podía fijarme en la foto de Hikaru con la enfermera, ya casi estaba descartando que llevaba bien los años, estaba exactamente igual que en la foto.

-¡Mi teléfono!.-gritó una voz femenina desde la puerta.

-Perdón, estaba aquí y quería saber de quién era.-dije devolviendole su teléfono.-¿Puedo preguntarla algo?

-¿Ah? Sí, claro.-respondió guardandose el teléfono en el bolsillo.

-La otra chica de la foto... ¿Se llama Hikaru?

La enfermera se tensó, sus ojos abiertos como platos.

-¿C-cómo...?.-preguntó antes de que algo sonara en su bolsillo.-Lo siento, tengo que irme.

La chica de pelo morado se fue, había confirmado que en efecto, era la chica que podía manipular el neón, aunque algo no me quedaba claro.

Finalmente nos dieron el alta y no había nada que teníamos que hacer aquel día, asique, tras hablar con Tamaki, decidimos ir a dar un paseo los dos juntos.

Teníamos las manos entrelazadas mientras caminábamos por la calle, estábamos pasando por la calle donde solía ver a Hikaru, a lo mejor, sin hacerlo tan a propósito, podría hacer que se conocieran. Aunque ella no se encontraba ahí, hoy no.

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