El monstruo muerto

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Como reina de los monstruos, Di era la encargada de acogerlos en su vientre una vez morían, para para luego devolverles la vida en el parto. Shuu, como diosa de la muerte, recogía a todo lo mortal. Shuu odiaba a los monstruos y Di al resto de criaturas, y como ninguna quería vérselas con algo que detestaban, llegaron a ese acuerdo y permanecieron milenios sin perturbarse. Hubo una vez un orco, Obleng, que se enteró de esta historia.

¿Cómo? Pues un buen día, Ráf inició un viaje en solitario quizá para llegar hasta la gran biblioteca subterránea de la Región de la Arena, retando a los reyes que la acogían en sus palacios a modo de diversión. Solían ser normalmente peleas físicas, y cuando Obleng ya estaba alzando su hacha, cambió de parecer y retó a Ráf a un duelo de preguntas. Al contar con la sabiduría total, ella aceptó. El orco entonces le preguntó precisamente por esta sabiduría y el significado de la palabra más antigua, y para evitar explicar sus mayores secretos, la señora de los cuervos le contó sobre este acuerdo. En otras versiones se dice que fue Zielony quien inició el viaje para reunirse con Willas y que retaba a los reyes a pasar la noche en el palacio que quedaba bajo su influencia, convirtiéndolos en lugares de pesadilla; Obleng fue el único que no huyó y la forzó a que le revelara cómo engañar a la muerte y ella le contó la historia. [Posiblemente ambas versiones sean ciertas].

Obleng entonces varió su cuerpo: afiló y alargó sus colmillos hasta que colgaban por debajo de su barbilla y casi rozaban sus ojos; uno de ellos lo sustituyó por el de un gato para ver en la oscuridad; sus dedos y manos se volvieron garras tan fuertes y afiladas como la obsidiana misma; hizo que le cosieran las alas de un águila; finalmente fusionó sus piernas con su propia sombra. Obleng dejó sus tareas de gobierno a su hija Beresmunda y partió masacrando poblaciones.

Los elfos afirman que fue Term quien acabó con él cuando se atrevió a comerse a los recién nacidos tirándole un tronco encima y dejando que se lo comieran sus perros, pero la versión más aceptada es que tuvo que ser Neir quien asesinara a alguien que reveló como su hijo. Para ello le ofreció un tributo si no atacaba a sus hermanos. Obleng pensó que se debía referir a los orcos o a los montruos, así que no le importó violar, asesinar y devorar a Meer, sirena hija de Neir. El dios del mar reclamó que había incumplido su promesa, así que lo arrastró al fondo del océano, donde dejó que se ahogara y se lo comieran los peces. Para su desgracia, siempre revivía.

¿Qué debían hacer con él? Shuu tendría que recoger su alma y convertirlo en viento, pues era un orco. Ella se negó y alegó que por su aspecto y acciones, debía reencarnarse en Di. La Reina de Huesos amenazó con soltar un ejército como nunca antes se había visto capaz de masacrar a los dioses si se les ocurría siquiera la posibilidad de que un ajeno a su mundo entrase en su útero. Por si acaso, tampoco le pidieron que se lo llevase para torturarlo. Term reclamó que si era un orco, Grask tendría que hacer algo; lo único que recibió fue un puñetazo.

Cuando la situación se había vuelto delicada, Misha, normalmente ajena a los conflictos de sus compañeros, sorprendió a todos dando una solución: dejarían que Obleng fuera inmortal, y lo enamorarían de Gæb. Ella se lo comería todos los días, y él nunca moriría, y no se iría nunca por complacerla. Aceptaron el plan, y aún hoy continúa Obleng así, siendo eternamente devorado.

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