Hijos del fuego

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La ausencia de Neir se hizo notoria en el palacio de los dioses. Se encontraban desbordados por el tiempo que los juicios, quejas y demás les quitaba. Prog ideó una solución que tal vez a nosotros nos parezca extraña e incluso terrorífica:

Prog amaba sus invenciones. Él les daba forma, él las ponía en marcha, él las observaba cobrar «vida». Decidió que iba a crear unas nuevas máquinas, más perfectas que las otras.

La primera obtuvo rasgos delicados, era alta y su piel de colores vivos. Hizo el amor con ella, y así nacieron las hadas.

Una nueva versión de esta máquina tenía rasgos afilados, baja altura y sonrisa pícara. Con esta procreó a los duendes.

La siguiente era grande, fuerte, dura y poderosa, con una enorme armadura. Pese a doblarle en tamaño, Prog se las ingenió para que nacieran los orcos.

Otra parecía estar hecha de puro éter, sus rasgos no estaban definidos más que por su piel de tronco. Con esta tuvo a los elfos.

La siguiente tenía piel suave, estatura media y corazón cálido como el fuego. A esta la amó con fuerza, y juntos tuvieron a los humanos y a los fylgjur.

La última fue dotada con gran inteligencia y curiosidad, así como con plumas y alas. Los hombres-pájaro o hegazti fueron sus hijos.

Estas, junto a las sirenas, ninfas y tritones habidos del matrimonio entre Neir y su esposa-pez y las demás máquinas abandonadas, fueron las primeras especies que vivieron en Gæb, con cuyos rezos, supuestamente, darían fuerzas a los dioses.

Sobre la mitología dumitaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora